Fragmentos a su imán

A media tarde se pone

A media tarde se pone a llover –una lluvia fina, densa, menuda, pausada–. No corre ni pizca de aire. El cielo es gris y bajo. Oigo caer, como si dijéramos, el discurrir del tiempo, que se desplaza de manera constante al compás del segundero que todos hemos ya convenido en tener como el referente mediante el que nos es posible tomar nota y mensurar ese movimiento de la eternidad tal como Platón definiera al tiempo, en efecto, en el Timeo, y que en el contraste que se crea en el intercalado del ritmo de la lluvia cuyas gotas también caen con aquel que en correspondencia determina la cronometría habitual de nuestros días, se va configurando un ámbito especial.

Es un ámbito propicio e insinuante, tal vez determinante.

Determinante de qué es imposible saberlo, pues todo acontecer está colgado subordinadamente de los atributos provenientes ya sea de la voluntad humana, o ya de las configuraciones de la naturaleza dentro de la que la primera no obstante –la voluntad humana se quiere decir– forma parte cual si tratara de una sola y misma cosa en tanto que potencias materiales en espera de su acto de afirmación, y también de su connato.

Ámbito propicio y configurador de un instante. Curva en despliegue llena de verdor en el tiempo.

A media tarde se pone a llover. Una lluvia fina, densa, menuda, pausada.

Pla [El cuaderno gris] | ICR | 09042024