Fragmentos a su imán

Frío intenso que hacía

Frío intenso que hacía cuando llegamos a aquella ciudad. Día de invierno, entrecruzado de ráfagas heladas y de brillantes rayos de sol que se colaban hasta el fondo de las callejuelas poniendo en evidencia sombras monstruosas. Era una evidencia un poco ambigua no lo vamos a negar. Pero con indicios vamos a decir que un tanto perturbadores, y amenazantes también en correspondencia.

Todo era posible entonces. O eso era lo que parecía.

La monstruosidad de esas sombras era tal que se generaba con su mediación un efecto óptico de ciertos rasgos alucinatorios, a través de los que se presentaban a la percepción determinadas formas que por momentos parecían humanas pero que al cabo del decurso de unos pocos instantes tan solo, y por insólito que a muchos esto les pudiera parecer, se transformaban a causa de no podría saberse muy bien qué determinación fenomenológica en figuras que, al compás del movimiento de los rayos brillantes en comento que se iban desplazando a resultas del avance del sol como parte de su desplazamiento orbital acostumbrado, se manifestaban claramente bajo los cánones de entidades animales por virtud de la cual manifestación entonces se generaba una inusual y misteriosa atmósfera de religiosidad.

Había eso sí el rasgo subyacente de una ausencia. Tan sólo sobrevive la ausencia. Era lo único que había quedado. Ausencia nítida. Grotesca.

Frío intenso que hacía cuando llegamos. Frío intenso que hacía.

Elizondo [La escritura obsesiva de Salvador Elizondo] | ICR | 03042024