Fragmentos a su imán

Reconstruida, pero

Reconstruida, pero, para el caso, como si fuese nueva. Daba gusto verla. Daba gusto verla por virtud de la casualidad más que otra cosa. Porque ni nadie sabía ni nadie supo ni nadie sobre todo podía haber sabido que aquella tarde el resplandor del reflejo configurado por la precipitación de esas gotas intermitentes en ese espejo desplegado sobre la superficie de agua que se escondía por entre las ramas tímidas y desacomodadas en función de un crecimiento que apenas se anunciaba pero que no obstante prometía, estaba siendo el contexto visual para que la luz del sol se filtrara combinadamente con el soplo de aire que ya era entonces fresco. Y estaba el eco.

El eco que, también, cosa curiosa, repercutía al tomar contacto con el acantilado que a lo lejos se levantaba firme y como testigo inerme del discurrir lo mismo de corrientes de aire tranquilas que de tempestades, y también de los gritos que en solitario cada que podía escaparse hacía para propiciar y destapar el desahogo y el desfogue de esa angustia contenida y lacerante que, aquella tarde, lo había empujado inexorable y nuevamente en búsqueda no sabía nunca de qué.

Era un azul en el que se reflejaba doblemente el cielo y el fondo del agua, sobre el cual los tallos se inclinaban tímidos mientras que otros, de tonos diferentes acaso más cercanos a la caoba, se caían en un cruzamiento descoordinado pero que en el conjunto visual hacían posible la percepción tímida de la vida, la luz y sobre todo el frescor. El frescor de aquella tarde.

Reconstruida, pero, para el caso, como si fuese nueva. Daba gusto verla.

Aub/ICR | Mayo 14, 2022

A %d blogueros les gusta esto: