Así el deseo. Como el alba, clara desde la cima y cuando se detiene tocando con sus luces lo concreto recién oscura, aunque instantáneamente, se determina una iluminación incandescente que delimita los confines de tu cuerpo dentro de la habitación que pasa a ser entonces espectro tridimensional dador de un volumen inmanente, que vibra con tu respirar profundo y pausado en esa delicadeza de caída de tu cuello, que en el reposo acompañado de un sueño profundo pero ya cercano al fin y por tanto también cercano al despertar –es decir a tu despertar–, propicia el movimiento indeterminado pero bello como flor en abertura matinal de tus piernas blancas y largas que poco a poco van recuperando la tensión al tiempo de ir también reconociendo la textura y la dureza y la amplitud de tu cama, que recorres juguetonamente y torpemente tal vez en ceremonia preparatoria del recibimiento de un amanecer soleado y posiblemente caluroso de un día de marzo listo para ser observado e iluminado pasivamente con la luz, con esa luz de tonos olivo a través de los cuales se transfigura un verdor, el de tus ojos que a mí, ángel bello, que a mí me tienen por lo demás óyelo bien y definitivamente, definitivamente vencido.
Rodríguez/ICR | Marzo 8, 2022
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Así el deseo. Como el alba, clara desde la cima y cuando se detiene tocando con sus luces lo concreto recién oscura, aunque instantáneamente, se determina una iluminación incandescente que delimita los confines de tu cuerpo dentro de la habitación que pasa a ser entonces espectro tridimensional dador de un volumen inmanente, que vibra con tu respirar profundo y pausado en esa delicadeza de caída de tu cuello, que en el reposo acompañado de un sueño profundo pero ya cercano al fin y por tanto también cercano al despertar –es decir a tu despertar–, propicia el movimiento indeterminado pero bello como flor en abertura matinal de tus piernas blancas y largas que poco a poco van recuperando la tensión al tiempo de ir también reconociendo la textura y la dureza y la amplitud de tu cama, que recorres juguetonamente y torpemente tal vez en ceremonia preparatoria del recibimiento de un amanecer soleado y posiblemente caluroso de un día de marzo listo para ser observado e iluminado pasivamente con la luz, con esa luz de tonos olivo a través de los cuales se transfigura un verdor, el de tus ojos que a mí, ángel bello, que a mí me tienen por lo demás óyelo bien y definitivamente, definitivamente vencido.
Rodríguez/ICR | Marzo 8, 2022
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