Fragmentos a su imán

Lo haré un atardecer

Lo haré un atardecer, cuando el aire se mueva. Si escojo bien el instante, quizá nos lleve el viento al infinito. Al infinito ¿te das cuenta corazón? Imagina si puedes lo que el infinito significa desde los términos de tu vida junto a la mía.

¿Pero qué es en todo caso lo que se requiere hacer en una atardecer, cuando el aire se esté moviendo tan sólo un poco y apenas, para que la suerte nos tome a los dos y nos proyecte sobre el horizonte de lo infinito?

Vaya cosas las que uno piensa corazón. ¿Y sabes algo? Yo más bien lo que pienso cuando se trata de los atardeceres es en aquél atardecer solitario con la luz durazno detrás tuyo mientras hacías figuraciones con tu cuerpo, tomando el viento con las manos llena de soberbia soberana para configurar con gestos perfectos la ilusión del control del mundo a través de una danza dadora de equilibrio y simetría, jugando con ritmos insonoros que sólo tú conoces y que sólo tú dominas y que sólo tú sabías la cadencia al compás de la cual se iban definiendo tus desplazamientos bellos y amorosos mientras me veías.

Ahora bien. Otra cosa muy distinta es un atardecer –y no se diga un anochecer y menos aún un amanecer– en ese cuarto con esa luz tenue y cálida que ya tú y yo hemos inaugurado juntos ¿ya me entiendes corazón? Es otra cosa muy distinta ciertamente pienso yo. Vaya cosas en las que piensa uno.

Pero ya lo haré un atardecer, cuando el aire se mueva. Si escojo bien el instante, quizá nos lleve el viento al infinito. Al infinito óyelo bien, al infinito.

Torrente/ICR | Enero 8, 2022

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