Hay certidumbre fidedigna

Hay certidumbre fidedigna. La invitación, despachada por fax y por vía aérea registrada fue recibida por cada uno de los futuros comensales de una ceremonia caracterizada definitivamente por la desmesura. La desmesura y el delirio habría que añadir más bien y ciertamente.

Yo no sé cómo fue posible que, de entre esa lista inquietante, figurara mi nombre en el número 52 de un total de 2,500. La desmesura.

Era una mezcla de poder, privilegio, disipación y vicio, pero nunca de amor, de amor y sinceridad, articuladas por esa suerte de miserable mecanismo adulatorio distribuido en toda dirección posible de ese salón grandilocuente, mediante el que se generaba una tensión social invisible pero de presencia lapidaria e incómoda al calor asfixiante de la cual todos eran movidos por una fuerza imantada y rígida generadora de diversidad de órbitas concéntricas trazadas en función de dinámicas de gravitación la variable independiente de cuya ecuación no era otra cosa que el poder. El poder circundado patéticamente por el vacío.

Yo no hacía otra cosa que pensar en ti para así lograr tener un poco de paz; de paz, amor y certidumbre, ¿ya me entiendes? De amor y certidumbre.

Filloy/ICR | Diciembre 4, 2021.