En las tardes de agosto, el trópico sitia a Caracas y la derrota. Aquel había sido un día de agosto, y el calor tenía una forma única de sofocar y de llevarte a los límites difusos pero presentes si los tocas de la extenuación mientras yo caminaba por la avenida México sin necesariamente saber a dónde.
Había dormido la noche previa en el lobby de un hotel. Y recién entonces había logrado por fin encontrar uno, en un barrio muy cerca de la estatua de Morelos y a una cuadra del Teresa Carreño.
En el ambiente se respiraba un aire cargado de inminencia, nerviosismo y aventura, pero también de pasión histórica y rigor obstinado aunque tal vez es cierto yo no sé si de catástrofe. Era la revolución que tarde o temprano vendría. Era la revolución como forma suprema de manifestación de la política y de lo político. Y yo sentía que sólo así era posible que la historia pudiera siquiera escribirse.
Era una suerte de convicción temprana la mía yo lo sé. Sólo se entra a la historia a través de la tragedia, habría luego de leer en la pluma de Norberto Fuentes hablando de Fidel Castro. Pues algo así más o menos.
En el paso de las calles se podía percibir el bullicio social que, con una sola chispa, con una sola palabra, cambiaría cualitativamente su estatuto al de un estallido político, que es el que aparece cuando, dentro de lo social precisamente, se configura el problema del poder. Del poder y la decisión.
Esto era Venezuela, y yo estaba en Caracas. Tarde o temprano volvería.
Suniaga/ICR | Diciembre 5, 2021
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En las tardes de agosto, el trópico sitia a Caracas y la derrota. Aquel había sido un día de agosto, y el calor tenía una forma única de sofocar y de llevarte a los límites difusos pero presentes si los tocas de la extenuación mientras yo caminaba por la avenida México sin necesariamente saber a dónde.
Había dormido la noche previa en el lobby de un hotel. Y recién entonces había logrado por fin encontrar uno, en un barrio muy cerca de la estatua de Morelos y a una cuadra del Teresa Carreño.
En el ambiente se respiraba un aire cargado de inminencia, nerviosismo y aventura, pero también de pasión histórica y rigor obstinado aunque tal vez es cierto yo no sé si de catástrofe. Era la revolución que tarde o temprano vendría. Era la revolución como forma suprema de manifestación de la política y de lo político. Y yo sentía que sólo así era posible que la historia pudiera siquiera escribirse.
Era una suerte de convicción temprana la mía yo lo sé. Sólo se entra a la historia a través de la tragedia, habría luego de leer en la pluma de Norberto Fuentes hablando de Fidel Castro. Pues algo así más o menos.
En el paso de las calles se podía percibir el bullicio social que, con una sola chispa, con una sola palabra, cambiaría cualitativamente su estatuto al de un estallido político, que es el que aparece cuando, dentro de lo social precisamente, se configura el problema del poder. Del poder y la decisión.
Esto era Venezuela, y yo estaba en Caracas. Tarde o temprano volvería.
Suniaga/ICR | Diciembre 5, 2021
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