Desde hacía un rato la carretera estaba desierta, blanca y abrasadora aún, pero el sol teñía ya de rojo el cielo de poniente. Caminaba despacio por el polvo, y la falta de costumbre lo conminaba a la desesperación total, además de que todavía era mucho lo que faltaba para que pudiera dársele por quién sabe qué tipo de designio obscuro aunque propicio la promesa de un horizonte con sentido y estabilidad.
Andaba literalmente a tientas. El sudor ardiente quemaba cada centímetro de su cuerpo, que parecía en proceso de delicuescencia mortífera e implacable, lacerante, indetenible. La última camioneta que pudo ver, hacía ya como siete horas, se alejó indiferente a su paso, permitiéndole solamente ver, en medio del polvo removido, las metralletas levantadas al cielo de los hombres encapuchados que ocupaban la cabina trasera abierta a los cuatro vientos para permitirle constatar que andaba en territorio de algún cártel. De qué cártel era lo de menos. Esto era México. Esto es México.
Del día anterior no recordaba nada con claridad. Tan sólo podía medio evocar el eco del choque de los cristales de vasos y botellas con alguna música de fondo y estridente, no sabía muy bien si nayarita o mochiteca, que al retumbar en sus oídos le recordaba la lobreguez embriagadora y sórdida aunque fantasiosa a la que la vida puede muchas veces arrastrar a los hombres y a los pueblos.
Andaba por tierras de Durango. Pero venía de Sinaloa.
McCarthy/ICR | Diciembre 2, 2021.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Desde hacía un rato la carretera estaba desierta, blanca y abrasadora aún, pero el sol teñía ya de rojo el cielo de poniente. Caminaba despacio por el polvo, y la falta de costumbre lo conminaba a la desesperación total, además de que todavía era mucho lo que faltaba para que pudiera dársele por quién sabe qué tipo de designio obscuro aunque propicio la promesa de un horizonte con sentido y estabilidad.
Andaba literalmente a tientas. El sudor ardiente quemaba cada centímetro de su cuerpo, que parecía en proceso de delicuescencia mortífera e implacable, lacerante, indetenible. La última camioneta que pudo ver, hacía ya como siete horas, se alejó indiferente a su paso, permitiéndole solamente ver, en medio del polvo removido, las metralletas levantadas al cielo de los hombres encapuchados que ocupaban la cabina trasera abierta a los cuatro vientos para permitirle constatar que andaba en territorio de algún cártel. De qué cártel era lo de menos. Esto era México. Esto es México.
Del día anterior no recordaba nada con claridad. Tan sólo podía medio evocar el eco del choque de los cristales de vasos y botellas con alguna música de fondo y estridente, no sabía muy bien si nayarita o mochiteca, que al retumbar en sus oídos le recordaba la lobreguez embriagadora y sórdida aunque fantasiosa a la que la vida puede muchas veces arrastrar a los hombres y a los pueblos.
Andaba por tierras de Durango. Pero venía de Sinaloa.
McCarthy/ICR | Diciembre 2, 2021.
Comparte:
Me gusta esto: