Periscopio

Mis cinco momentos de gracia

Escribo esto luego de haber descubierto una segunda grabación de “Gorgeous” de Makoto Ozone, interpretada por él y su hermano Hiroshi en dueto de piano y saxofón. Íbamos en el auto y la encontré en Spotify, y de inmediato recordé aquel momento inexplicable cual estado de excepción en donde se me reveló –no hay otra palabra para explicar lo que en un sentido religioso sería una epifanía: pero yo no soy un hombre religioso– lo que llamaré momento de gracia, concepto que nos mete también de lleno en el problema religioso ¿se dan cuenta?, pero no es ocasión para resolverlo aquí.

Habrá sido hace casi 20 veinte años más o menos. Makoto Ozone había venido a México invitado por Yuko Fujino. Yo ya tenía su disco Nature Boys de 1995, grabado con John Patitucci y Peter Erskine. Para entonces Enrique Nery era ya mi maestro. Estudiar con él era mi privilegio y mi pasión fundamental.

Escuchaba una y mil veces aquel disco sutil y perfecto de Makoto, y “Gorgeous” era la pieza que me estremecía hasta la parálisis: era una belleza absoluta pero saturada de tristeza de una forma incomparable, única. Sólo Piazzolla era capaz de algo así.

Recuerdo que en su visita Makoto dio un concierto en algún bar de no sé bien dónde, una clínica con pianistas profesionales (yo no lo soy, no lo fui y no lo podré ser nunca) en la que Enrique fungía como traductor y me invitó fiel a su generosidad enorme desde la que me hizo sentir que, al ser alumno de él me dedicara a eso profesionalmente o no o si tuviera en realidad el talento suficiente o no, él me trataba como si fuera el caso.

El concierto final de Makoto fue en la Sala Nezahualcóyotl a piano solo. Lo único que le pedí a Yuko fue que a su vez le dijera a él que, de ser posible, tocara “Gorgeous”. Y lo hizo. Nadie me acompañó al concierto (normalmente todas esas cosas vinculadas al piano y al jazz las hacía siempre en solitario, no me pregunten por qué).

Ahí estaba en la sala, me parece que en una de las filas pegadas al pasillo de en medio. Cuando tocó Makoto Ozone “Gorgeous” tuve ese momento de gracia que les quiero yo aquí explicar y que, dejando la discusión filosófico-teológica sobre la idea de gracia para otra ocasión, definiría como la circunstancia estética en la que tanto el ejecutante como el espectador de una obra de arte determinada quedan aislados en una inmanencia poética mediante la que se rompen las conexiones extra-poéticas (sociales, temporales, circunstanciales) para generar un ámbito existencial único e irrepetible luego de la vivencia del cual tu vida no vuelve a ser la misma y te traslada inerme en un estado de agradecimiento absoluto, dejando una marca imborrable y referencial –¿reverencial?– dentro de tu sistema de coordenadas mediante las que se procesa la experiencia estética y que para mí, en esa ocasión que escuché en vivo a Makoto tocando “Gorgeous” a piano solo, se me manifestó cual epifanía mediante la generación de un efecto visual en donde el foco óptico se me cerró anulando todo lo que lo rodeaba en ese piano de cola completa.

En ese momento de gracia sólo existíamos él, su piano y yo, y ahí di gracias totales por haber podido vivir aquello. Cuando algo así te sucede el arte total aparece frente a ti.

Lo demás fue entonces la necesidad de repetir la experiencia como ecuación fundamental de una pasión constitutiva y dadora de vida. Cuando volví a poner en mi auto esta nueva versión de “Gorgoeus” interpretada maravillosamente por Makoto e Hiroshi Ozone, ya manejando solo rumbo al trabajo al día siguiente de que la descubrí, lloré.

En el ámbito de la música y el jazz (que son mis pasiones fundamentales) yo he tenido cinco momentos de gracia en el sentido que acabo de explicar más o menos aquí: aquella vez que escuché a Makoto en la Sala Neza; el concierto de los Jazz Jamaica All Stars en el auditorio de la Universidad de Warwick, habrá sido por ahí de 2001; el inicio del concierto del Quinteto de Dave Holland ahí también en la Universidad de Warwick en otro momento y otro auditorio (tocó el contrabajo varios minutos para iniciar: era la perfección absoluta en estado puro); la vez que escuché y vi en Papabeto a Iraida Noriega derrumbarse arrodillada luego de una prolongada y sutil e intensa y perfecta improvisación que hizo interpretando “Quien eres tú” de María Grever con Enrique, Aarón Cruz y no recuerdo quién en la batería (yo creo que se arrodilló porque sabía que había logrado algo sublime); y el día de mi primera clase con Enrique Nery cuando, al tocar por primera vez frente a mí, reveló un universo nuevo de acordes, armonía y perfección del que, sin yo saberlo entonces, no me iba a poder ni querer salir jamás porque mi vida había cambiado para siempre.   

Gracias Makoto. Gracias absolutas. Gracias totales. Gracias para siempre.

‘Gorgeous’ | Hiroshi Ozone & Makoto Ozone
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