Hace un par de semanas más o menos, pusimos en marcha la Cátedra Bicentenario de Estudios sobre los Estados Unidos de América, diseñada con motivo de la celebración del bicentenario de inicio de las relaciones México-Estados Unidos que tuvo lugar en la emblemática fecha del 12 de diciembre, y que aprovechamos para proyectar una ruta de trabajo dedicada al estudio y análisis de la historia conjunta de ambas naciones desde la perspectiva de sus relaciones económicas, sociales, culturales y políticas, partiendo de la premisa de que se trata de los representantes más importantes de dos de las tres lenguas más habladas del planeta (el inglés y el español, la otra es el chino-mandarín), de socios comerciales de alto impacto para la economía hemisférica, y, en definitiva, de dos de las manifestaciones más importantes y densas de la historia universal: la anglo-protestante y la hispánico-católica, que se afincaron en América como despliegue de procesos de larga duración y complejidad y riqueza cultural que se movieron geopolíticamente en función del antagonismo de dos de los tres imperios modernos más importantes de la historia: el español y el británico, el otro fue el otomano.
Con esta cátedra, se complementa el trabajo que venimos realizando en el ECSL en la línea de lo que podemos llamar Estudios Geopolíticos, en la que quedan incorporados otros dos seminarios más: uno dedicado a China, que llamamos Seminario Permanente sobre China. Economía, Estrategia y Geopolítica, y otro dedicado a América Latina, que denominamos Cátedra Extremos de América, en homenaje y evocación del texto homónimo de Daniel Cosío Villegas.
Se trata de establecer tres grupos de trabajo permanentes, desde los cuales se pueda monitorear y estudiar a profundidad las tres magnitudes geopolíticas fundamentales a partir de cuya interrelación se habrán de definir los horizontes estratégicos de acción de México como estado soberano: Estados Unidos, China y América Latina, lo que supone entre otras cosas la constatación del hecho de que el Orbe del Pacífico se perfila ya como la región planetaria fundamental para la comprensión de la dinámica geopolítica de nuestro presente y nuestro futuro, tal como el propio presidente López Obrador ha afirmado recientemente con toda claridad, en el sentido de plantear la necesidad de establecer una estrategia integral de sustitución de importaciones a escala hemisférica (en toda América) para encarar la avalancha comercial y productiva de Asia.
Defino a la geopolítica como la disciplina o perspectiva que, a diferencia de la de las Relaciones Internacionales (que por lo general se caracteriza por su panfilismo y su armonismo de diplomático de la ONU), estudia la dinámica mundial en función de dos criterios fundamentales: a) la lucha a muerte entre las naciones por el espacio y el poder y b) el funcionamiento del mundo según la disposición de fuerza de las grandes potencias al margen y por encima del derecho, lo que supone la asunción de un punto de vista de realismo duro a la hora de analizar la mecánica y resortes que determinan el movimiento implacable de los estados nacionales en función de su interés geopolítico nacional, que se puede resumir en la divisa de Spinoza según la cual un Estado, para serlo de verdad, o inspira temor o inspira respeto, de lo contrario deja de ser un Estado.
Desde esta perspectiva, se observa una diferencia estructural de primer orden a la hora de encarar las relaciones entre las tres plataformas en cuestión: dos de ellas son potencias nucleares y la tercera, en la que estamos nosotros, no, lo que supone una asimetría irremontable en los términos del realismo duro de Spinoza, es decir, que definitivamente temor no podemos inspirar, tan sólo podemos aspirar a inspirar respeto. Más nos vale hacerlo.
Hace un par de semanas más o menos, pusimos en marcha la Cátedra Bicentenario de Estudios sobre los Estados Unidos de América, diseñada con motivo de la celebración del bicentenario de inicio de las relaciones México-Estados Unidos que tuvo lugar en la emblemática fecha del 12 de diciembre, y que aprovechamos para proyectar una ruta de trabajo dedicada al estudio y análisis de la historia conjunta de ambas naciones desde la perspectiva de sus relaciones económicas, sociales, culturales y políticas, partiendo de la premisa de que se trata de los representantes más importantes de dos de las tres lenguas más habladas del planeta (el inglés y el español, la otra es el chino-mandarín), de socios comerciales de alto impacto para la economía hemisférica, y, en definitiva, de dos de las manifestaciones más importantes y densas de la historia universal: la anglo-protestante y la hispánico-católica, que se afincaron en América como despliegue de procesos de larga duración y complejidad y riqueza cultural que se movieron geopolíticamente en función del antagonismo de dos de los tres imperios modernos más importantes de la historia: el español y el británico, el otro fue el otomano.
Con esta cátedra, se complementa el trabajo que venimos realizando en el ECSL en la línea de lo que podemos llamar Estudios Geopolíticos, en la que quedan incorporados otros dos seminarios más: uno dedicado a China, que llamamos Seminario Permanente sobre China. Economía, Estrategia y Geopolítica, y otro dedicado a América Latina, que denominamos Cátedra Extremos de América, en homenaje y evocación del texto homónimo de Daniel Cosío Villegas.
Se trata de establecer tres grupos de trabajo permanentes, desde los cuales se pueda monitorear y estudiar a profundidad las tres magnitudes geopolíticas fundamentales a partir de cuya interrelación se habrán de definir los horizontes estratégicos de acción de México como estado soberano: Estados Unidos, China y América Latina, lo que supone entre otras cosas la constatación del hecho de que el Orbe del Pacífico se perfila ya como la región planetaria fundamental para la comprensión de la dinámica geopolítica de nuestro presente y nuestro futuro, tal como el propio presidente López Obrador ha afirmado recientemente con toda claridad, en el sentido de plantear la necesidad de establecer una estrategia integral de sustitución de importaciones a escala hemisférica (en toda América) para encarar la avalancha comercial y productiva de Asia.
Defino a la geopolítica como la disciplina o perspectiva que, a diferencia de la de las Relaciones Internacionales (que por lo general se caracteriza por su panfilismo y su armonismo de diplomático de la ONU), estudia la dinámica mundial en función de dos criterios fundamentales: a) la lucha a muerte entre las naciones por el espacio y el poder y b) el funcionamiento del mundo según la disposición de fuerza de las grandes potencias al margen y por encima del derecho, lo que supone la asunción de un punto de vista de realismo duro a la hora de analizar la mecánica y resortes que determinan el movimiento implacable de los estados nacionales en función de su interés geopolítico nacional, que se puede resumir en la divisa de Spinoza según la cual un Estado, para serlo de verdad, o inspira temor o inspira respeto, de lo contrario deja de ser un Estado.
Desde esta perspectiva, se observa una diferencia estructural de primer orden a la hora de encarar las relaciones entre las tres plataformas en cuestión: dos de ellas son potencias nucleares y la tercera, en la que estamos nosotros, no, lo que supone una asimetría irremontable en los términos del realismo duro de Spinoza, es decir, que definitivamente temor no podemos inspirar, tan sólo podemos aspirar a inspirar respeto. Más nos vale hacerlo.
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