Fue una verdadera pena, porque me lo perdí en vivo. Sólo pude verlo un par de días después en la transmisión diferida, corroborando eso sí lo que todo mundo me dijo: que fue un concierto excepcional y una noche inolvidable ciertamente, llena de energía, entusiasmo, celebración y talento.
Es obvio que no fue porque yo quisiera: me lo perdí por un compromiso de trabajo inamovible que, además, se adelantó una hora según se tenía previsto en agenda, razón por la cual ni siquiera pude dar las palabras inaugurales y de bienvenida del concierto de la Orquesta Moderna de Rosino Serrano que se presentó el pasado miércoles 7 de diciembre, a las 7.30 de la noche más o menos, en el Auditorio Aurora Jiménez de la Cámara de Diputados como concierto de cierre y celebración del primer año de trabajos del Espacio Cultural San Lázaro funcionando ahora sí ya, formalmente, como una dirección general incorporada a la Secretaría General como espina dorsal administrativa de esta mitad del Congreso de la Unión (la otra es el Senado).
Yo supe de Rosino a través de mi querida amiga Lilieth Nery, cuando hace más de dos años más o menos le llamé para contarle sobre mi interés en producir algo alrededor de la obra de su padre, y mi maestro, Enrique Nery, ante lo cual –y sin que yo supiera honestamente nada al respecto– me respondió al instante diciéndome que “eso ya está hecho; contacta a Rosino Serrano”, y me dio su teléfono.
Creo que le marqué a Rosino de inmediato o algo así, y en cosa de unos minutos definimos los criterios y alcances. Si no recuerdo mal estábamos en pandemia, así que quedó emplazado todo para un futuro no demasiado lejano. Hace unos días pudimos por fin dar vida y presenciar –aunque yo en diferido como tengo dicho– lo que en aquél par de llamadas platicamos entre Lilieth, Rosino y yo.
Además de la obra de Nery, este primer proyecto de la Orquesta Moderna se conforma también con piezas de Eugenio Toussaint y el propio Rosino, en un ensamble de más de veinte músicos, todos ellos destacadísimos y virtuosos y protagonistas excepcionales de sus propios proyectos de manera individual como Aarón Cruz, Juan Ramos o Armando Montiel, con una importante y robusta sección de metales (saxofones, trompetas, trombones) y vientos (flauta, clarinete), además de la base de jazz fundamental de piano (Alberto García), contrabajo (Aarón), batería (Mario García), guitarra (Juan José López) y percusiones (Montiel), acompañados especialmente por solistas como Iraida Noriega (voz), Gianluca Littera (armónica), Jako González (saxofón y flauta), Alex Mercado (piano), Fernando de Santiago (vihuela) y Emiliano Suárez (vibráfono). Un cartel de primera línea sin duda, como se puede ver.
Los preparativos del concierto dieron inicio hace medio año más o menos, cuando Rosino nos visitó en la Cámara de Diputados para revisar el escenario y las condiciones técnicas, habiendo sido recibidos y atendidos por nuestro querido y extrañado amigo Alejando Colín, que trágicamente falleció meses después.
Además de cerrar el año con él, Rosino Serrano y su equipo celebraron también el relanzamiento del proyecto, toda vez que por la pandemia solamente pudieron presentarse una sola vez, viéndose luego obligados, como ocurrió en el mundo entero, al confinamiento durante más de un año, habiendo sido entonces la presentación en el Aurora de la Cámara una suerte de renacimiento de este hermoso montaje de la más alta calidad artística, orquestal y jazzística.
Por nuestra parte, el concierto vino a cerrar también el Ciclo de Jazz del Espacio Cultural San Lázaro que realizamos durante todo el año, con la calendarización de conciertos un miércoles al mes organizados con la colaboración de Verónica Escobar y Luis Daniel Aguilar para la parte administrativa, y de Edalid Mendoza y su equipo para la producción y la postproducción de todos y cada uno de ellos, habiendo contado individualmente con la presencia, entre muchos, de Edy Vega, Djuvens Colas, Roberto Verástegui, Iván Barrera, Israel Cupich, Daniel Vadillo, Aarón Cruz, Gustavo Nandayapa, Re-Liao (ensamble de flamenco-jazz de María José Valdés), Adrián Oropeza, Iraida Noriega, Natalia Marrokín y el proyecto de Wet Paint de Roberto Betuco Arballo.
El jazz es uno de los géneros musicales más fascinantes y exigentes de la edad contemporánea, y para mí es la aportación más importante que la cultura de los Estados Unidos ha dado al mundo. Es una forma artística compleja centrada en la parte improvisacional de la música en la que no hay errores, según dijo Miles Davis, que exige mucho a ejecutantes y oyentes y vino a abrirse paso durante el siglo XX como un ámbito creativo propiciador de la mezcla de estilos, ritmos y formatos orquestales sin parangón en donde incursionaron un Piazzolla desde el tango, un Eugene Cicero desde el clásico o un Chano Domínguez desde el flamenco, y que ha sido explotada de una forma extraordinaria por Rosino Serrano y la Orquesta Moderna para confeccionar un repertorio de piezas sutiles y rigurosas y perfectas interpretativamente hablando, que van del estilo mexicanista de Nery al latin jazz pasando por piezas distendidas y pausadas de una belleza exquisita como son los casos de “Even so” de Enrique, en donde se perciben resonancias de Rajmáninov o Morricone y en la que Juan Ramos se destaca con una interpretación verdaderamente hermosa, o “Iztaccíhuatl” de Eugenio Toussaint, habiendo sido además de un tino extraordinario, original, vanguardista y mexicano la incorporación de solos de vihuela, armónica y vibráfono para terminar por ofrecer una muestra magnífica de la más alta sofisticación y perfección de jazzistas que son en su mayoría miembros de la generación a la que yo pertenezco, y que están en la cúspide de su trayectoria.
Rosino Serrano es originario de Madrid, aunque la mayor parte de su vida la desarrolló en México. Desde fines de los 90 organiza su vida más o menos entre Nueva York, Los Ángeles y CDMX, y es un consumado pianista que lo mismo incursiona como director y productor musical que como compositor y arreglista, habiendo desarrollado proyectos para cine y espectáculos de danza, teatro y multimedia moviéndose con solvencia y soberanía en cualquier género musical desde el jazz, el rock y el pop a la música latinoamericana y la música de cámara y sinfónica. Es graduado de la Manhattan School of Music en la especialidad de Composición en Jazz, y se define categóricamente como un hombre de izquierda según me dijo en la entrevista que le realicé un par de horas antes del concierto para la edición del material en video que se preparó para los efectos de difusión de todas estas actividades de jazz que hemos desarrollado para el Espacio Cultural San Lázaro.
Mientras lo entrevistaba, se escuchaba a lo lejos el sonido de los músicos y técnicos montando y probando los instrumentos al tiempo de que iban poco a poco llegando muchos de los solistas convocados, como fue el caso de mi querido y admirado amigo Juan Ramos, o Aarón Cruz o Iraida Noriega, además del legendario Germán Palomares, locutor, comunicador y apasionado del jazz como yo y todos los que paulatinamente fueron llenando el escenario del Aurora Jiménez en una convocatoria que por fin logramos concretar, y que terminó convertido en una verdadera celebración por múltiples razones ofrecida de manera completamente gratuita a un auditorio abarrotado y reunido en función de la consigna del Espacio Cultural San Lázaro, que es la de generar bienes públicos con recursos públicos para enriquecer la vida cultural de la nación, acercar al pueblo lo más refinado de la expresión artística contemporánea en todas sus facetas y contribuir a la economía de artistas, técnicos y trabajadores de la cultura que se vieron afectados tan duramente por la pandemia.
Yo no pude estar en vivo en el concierto, pero gente que amo sí y sé muy bien que fue toda y una completa y una definitiva conquista del arte, el talento y de la Patria sí señor, pues arriba del escenario se nos indicaba a todos aquella consigna grave y solemne de Vicente Guerrero según la cual LA PATRIA ES PRIMERO.
Como pensó siempre Vasconcelos, la cultura es una parte medular de la patria, y para que lo que esa noche pudiera darse ha sido necesaria la creación de instituciones, escuelas, profesores, talento, esfuerzo y estudio de artistas y técnicos que por generaciones consagraron lo mejor de sí para alcanzar tales niveles de perfección, lo que significa que lo que esa noche realizamos todos fue un homenaje sincero en su honor, y una puesta en práctica de esa visión tan importante del incomparable fundador que fue.
Todo fue perfecto esa noche, excepción hecha de la falta tan triste que nos hizo a todos Alex Colín. A él quisimos dedicar este concierto.
Orquesta Moderna | Dirección de Rosino Serrano | Cámara de Diputados Para Alex Colín (1970-2022) In memoriam
Fue una verdadera pena, porque me lo perdí en vivo. Sólo pude verlo un par de días después en la transmisión diferida, corroborando eso sí lo que todo mundo me dijo: que fue un concierto excepcional y una noche inolvidable ciertamente, llena de energía, entusiasmo, celebración y talento.
Es obvio que no fue porque yo quisiera: me lo perdí por un compromiso de trabajo inamovible que, además, se adelantó una hora según se tenía previsto en agenda, razón por la cual ni siquiera pude dar las palabras inaugurales y de bienvenida del concierto de la Orquesta Moderna de Rosino Serrano que se presentó el pasado miércoles 7 de diciembre, a las 7.30 de la noche más o menos, en el Auditorio Aurora Jiménez de la Cámara de Diputados como concierto de cierre y celebración del primer año de trabajos del Espacio Cultural San Lázaro funcionando ahora sí ya, formalmente, como una dirección general incorporada a la Secretaría General como espina dorsal administrativa de esta mitad del Congreso de la Unión (la otra es el Senado).
Yo supe de Rosino a través de mi querida amiga Lilieth Nery, cuando hace más de dos años más o menos le llamé para contarle sobre mi interés en producir algo alrededor de la obra de su padre, y mi maestro, Enrique Nery, ante lo cual –y sin que yo supiera honestamente nada al respecto– me respondió al instante diciéndome que “eso ya está hecho; contacta a Rosino Serrano”, y me dio su teléfono.
Creo que le marqué a Rosino de inmediato o algo así, y en cosa de unos minutos definimos los criterios y alcances. Si no recuerdo mal estábamos en pandemia, así que quedó emplazado todo para un futuro no demasiado lejano. Hace unos días pudimos por fin dar vida y presenciar –aunque yo en diferido como tengo dicho– lo que en aquél par de llamadas platicamos entre Lilieth, Rosino y yo.
Además de la obra de Nery, este primer proyecto de la Orquesta Moderna se conforma también con piezas de Eugenio Toussaint y el propio Rosino, en un ensamble de más de veinte músicos, todos ellos destacadísimos y virtuosos y protagonistas excepcionales de sus propios proyectos de manera individual como Aarón Cruz, Juan Ramos o Armando Montiel, con una importante y robusta sección de metales (saxofones, trompetas, trombones) y vientos (flauta, clarinete), además de la base de jazz fundamental de piano (Alberto García), contrabajo (Aarón), batería (Mario García), guitarra (Juan José López) y percusiones (Montiel), acompañados especialmente por solistas como Iraida Noriega (voz), Gianluca Littera (armónica), Jako González (saxofón y flauta), Alex Mercado (piano), Fernando de Santiago (vihuela) y Emiliano Suárez (vibráfono). Un cartel de primera línea sin duda, como se puede ver.
Los preparativos del concierto dieron inicio hace medio año más o menos, cuando Rosino nos visitó en la Cámara de Diputados para revisar el escenario y las condiciones técnicas, habiendo sido recibidos y atendidos por nuestro querido y extrañado amigo Alejando Colín, que trágicamente falleció meses después.
Además de cerrar el año con él, Rosino Serrano y su equipo celebraron también el relanzamiento del proyecto, toda vez que por la pandemia solamente pudieron presentarse una sola vez, viéndose luego obligados, como ocurrió en el mundo entero, al confinamiento durante más de un año, habiendo sido entonces la presentación en el Aurora de la Cámara una suerte de renacimiento de este hermoso montaje de la más alta calidad artística, orquestal y jazzística.
Por nuestra parte, el concierto vino a cerrar también el Ciclo de Jazz del Espacio Cultural San Lázaro que realizamos durante todo el año, con la calendarización de conciertos un miércoles al mes organizados con la colaboración de Verónica Escobar y Luis Daniel Aguilar para la parte administrativa, y de Edalid Mendoza y su equipo para la producción y la postproducción de todos y cada uno de ellos, habiendo contado individualmente con la presencia, entre muchos, de Edy Vega, Djuvens Colas, Roberto Verástegui, Iván Barrera, Israel Cupich, Daniel Vadillo, Aarón Cruz, Gustavo Nandayapa, Re-Liao (ensamble de flamenco-jazz de María José Valdés), Adrián Oropeza, Iraida Noriega, Natalia Marrokín y el proyecto de Wet Paint de Roberto Betuco Arballo.
El jazz es uno de los géneros musicales más fascinantes y exigentes de la edad contemporánea, y para mí es la aportación más importante que la cultura de los Estados Unidos ha dado al mundo. Es una forma artística compleja centrada en la parte improvisacional de la música en la que no hay errores, según dijo Miles Davis, que exige mucho a ejecutantes y oyentes y vino a abrirse paso durante el siglo XX como un ámbito creativo propiciador de la mezcla de estilos, ritmos y formatos orquestales sin parangón en donde incursionaron un Piazzolla desde el tango, un Eugene Cicero desde el clásico o un Chano Domínguez desde el flamenco, y que ha sido explotada de una forma extraordinaria por Rosino Serrano y la Orquesta Moderna para confeccionar un repertorio de piezas sutiles y rigurosas y perfectas interpretativamente hablando, que van del estilo mexicanista de Nery al latin jazz pasando por piezas distendidas y pausadas de una belleza exquisita como son los casos de “Even so” de Enrique, en donde se perciben resonancias de Rajmáninov o Morricone y en la que Juan Ramos se destaca con una interpretación verdaderamente hermosa, o “Iztaccíhuatl” de Eugenio Toussaint, habiendo sido además de un tino extraordinario, original, vanguardista y mexicano la incorporación de solos de vihuela, armónica y vibráfono para terminar por ofrecer una muestra magnífica de la más alta sofisticación y perfección de jazzistas que son en su mayoría miembros de la generación a la que yo pertenezco, y que están en la cúspide de su trayectoria.
Rosino Serrano es originario de Madrid, aunque la mayor parte de su vida la desarrolló en México. Desde fines de los 90 organiza su vida más o menos entre Nueva York, Los Ángeles y CDMX, y es un consumado pianista que lo mismo incursiona como director y productor musical que como compositor y arreglista, habiendo desarrollado proyectos para cine y espectáculos de danza, teatro y multimedia moviéndose con solvencia y soberanía en cualquier género musical desde el jazz, el rock y el pop a la música latinoamericana y la música de cámara y sinfónica. Es graduado de la Manhattan School of Music en la especialidad de Composición en Jazz, y se define categóricamente como un hombre de izquierda según me dijo en la entrevista que le realicé un par de horas antes del concierto para la edición del material en video que se preparó para los efectos de difusión de todas estas actividades de jazz que hemos desarrollado para el Espacio Cultural San Lázaro.
Mientras lo entrevistaba, se escuchaba a lo lejos el sonido de los músicos y técnicos montando y probando los instrumentos al tiempo de que iban poco a poco llegando muchos de los solistas convocados, como fue el caso de mi querido y admirado amigo Juan Ramos, o Aarón Cruz o Iraida Noriega, además del legendario Germán Palomares, locutor, comunicador y apasionado del jazz como yo y todos los que paulatinamente fueron llenando el escenario del Aurora Jiménez en una convocatoria que por fin logramos concretar, y que terminó convertido en una verdadera celebración por múltiples razones ofrecida de manera completamente gratuita a un auditorio abarrotado y reunido en función de la consigna del Espacio Cultural San Lázaro, que es la de generar bienes públicos con recursos públicos para enriquecer la vida cultural de la nación, acercar al pueblo lo más refinado de la expresión artística contemporánea en todas sus facetas y contribuir a la economía de artistas, técnicos y trabajadores de la cultura que se vieron afectados tan duramente por la pandemia.
Yo no pude estar en vivo en el concierto, pero gente que amo sí y sé muy bien que fue toda y una completa y una definitiva conquista del arte, el talento y de la Patria sí señor, pues arriba del escenario se nos indicaba a todos aquella consigna grave y solemne de Vicente Guerrero según la cual LA PATRIA ES PRIMERO.
Como pensó siempre Vasconcelos, la cultura es una parte medular de la patria, y para que lo que esa noche pudiera darse ha sido necesaria la creación de instituciones, escuelas, profesores, talento, esfuerzo y estudio de artistas y técnicos que por generaciones consagraron lo mejor de sí para alcanzar tales niveles de perfección, lo que significa que lo que esa noche realizamos todos fue un homenaje sincero en su honor, y una puesta en práctica de esa visión tan importante del incomparable fundador que fue.
Todo fue perfecto esa noche, excepción hecha de la falta tan triste que nos hizo a todos Alex Colín. A él quisimos dedicar este concierto.
Para Alex Colín (1970-2022)
In memoriam
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