GAP Andrés Molina Enríquez Política

MORENA: entre el movimiento y el partido

‘Fue una buena jornada democrática, porque participaron alrededor de 2 millones 500 mil ciudadanos. Fue masiva la participación.’. Estas fueron las palabras del presidente López Obrador al calificar el proceso de este fin de semana pasado, en el que se eligieron delegados para el Congreso Nacional de MORENA a realizarse en fechas próximas.

Hace unos días, hablamos aquí sobre la magnitud del desafío que encaran Mario Delgado y Citlalli Hernández, presidente y secretaria general del partido respectivamente, en el sentido de que es imperiosa la necesidad de articular la fuerza social movilizada y activa –sobre todo por virtud de la comunicación directa que existe entre el presidente y la base histórica lopezobradorista a través de las mañaneras, una obra maestra de comunicación política– con la estructura del partido, que necesariamente debe estar direccionada en función del objetivo táctico del triunfo electoral en cada proceso y ahí donde estén calendarizados los comicios como elemento dinamizador de una estrategia histórica de largo alcance, que es la regeneración del país para alinear su dirección en la ruta del nacionalismo soberano y patriótico en el plano de la economía, la política y la cultura nacional luego del período neoliberal, que desarticuló la potencia del estado mexicano mediante la venta de sus activos y principales empresas productivas (PEMEX, CFE).

El partido es entonces la matriz de mediación (y dentro de ella la formación política es fundamental) entre una base social politizada (que en 2018 sumó 30 millones de votos) y la dirección histórica que le confiere un liderazgo carismático y fuerte como el de López Obrador, con una determinación que sólo es comparable al tesón y firmeza que Benito Juárez tuvo para conducir a un pueblo en medio de una guerra civil interna y una invasión externa para hacer que la nación en su conjunto se levantara del oprobio, el servilismo y la apatía ante la corrupción de sus élites dirigentes, y que hizo decir de él a Andrés Molina Enríquez que ‘nunca dudó del éxito de su causa. Su sueño de imponer la nacionalidad mexicana le prestaba una fe que no ha tenido igual en la historia’.

El partido político y el movimiento social, tal como los entendemos hoy, son figuras que aparecen en la vida de las naciones modernas a partir del siglo XIX, cuando los procesos de independencia y revolución política intercaladas con la revolución industrial, que para los efectos fue decisiva, transformaron irreversiblemente las estructuras sociales, económicas, ideológicas y políticas del Antiguo Régimen –que era un sistema de monarquías europeas y de virreinatos y colonias en América– en función de naciones políticas nuevas en donde el pueblo pasaba a ocupar la base de soporte de toda la estructura, convirtiendo a siervos y súbditos del monarca o virrey, titular o representante de la soberanía, en ciudadanos (los ciudadanos históricos de Carlos Marx) entendidos como pueblo en armas levantados en defensa de la nueva depositaria de la soberanía: la nación.

La diferencia entre un movimiento social y un partido político es que el primero no tiene necesariamente la mirada puesta en la toma del poder político, sino que se limita a generar una presión de tipo social, cultural o ideológica en función de una causa, problema o descontento concreto y en pos de un cambio social determinado, mientras que el partido político opera con la vista puesta en la toma del poder político por vía electoral, y que por tanto debe contar con una doctrina (una filosofía), un conjunto de teorías, un diagnóstico, un programa y un sistema de consignas. Entre las tareas de renovación de la dirigencia de MORENA está sin duda, a mi modo de ver, la necesidad de dar respuesta a cada una de estas variables fundamentales.  

A %d blogueros les gusta esto: