Sobre el Atlántico avanzaba un mínimo barométrico en dirección este, frente a un máximo estacionado sobre Rusia; de momento no mostraba tendencia a esquivarlo desplazándose hacia el norte. Era una tendencia climatológica inusual aunque se tuviera contemplada la posibilidad de que ocurriera. Había tomado la decisión de desaparecer por un tiempo, y una de las formas que con más implacabilidad te lo permiten hacer es mediante el viaje. Viajar. Viajar sin avisar.
Primero había sido Buenos Aires, luego Sao Paulo y de ahí trataría de desplazarse hacia Venezuela. No sabía en realidad la forma en que lo haría. Sólo sabía que iban a ser meses para lograrlo. Venezuela, viajar a Venezuela, y hacerlo sin avisar. La línea que bordeaba el litoral americano de cara al Atlántico se le ofrecía ambiciosa, gigantesca y amenazante, y sus dimensiones le hacían admirar la osadía desmesurada de las campañas propias de la era de los descubrimientos, mediante la que españoles y portugueses roturaron ese océano intercontinental para luego intentar hacerlo con el Pacífico, que por siglos fue un océano novohispano.
En esos viajes intercontinentales estaban las claves de su estirpe. Tus antepasados muy seguramente fueron esclavos o huérfanos, le había dicho un historiador, que por no saber cómo llamarlos lo hacían poniéndole el nombre de la madera de la que estaban hechos los barcos, que era el roble.
Esta es la razón por la cual tenía que llegar en ese viaje más tarde o más temprano, o más temprano que tarde o tal vez, también, mejor antes que después, a Veracruz.
Musil/ICR | Abril 23, 2022
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Sobre el Atlántico avanzaba un mínimo barométrico en dirección este, frente a un máximo estacionado sobre Rusia; de momento no mostraba tendencia a esquivarlo desplazándose hacia el norte. Era una tendencia climatológica inusual aunque se tuviera contemplada la posibilidad de que ocurriera. Había tomado la decisión de desaparecer por un tiempo, y una de las formas que con más implacabilidad te lo permiten hacer es mediante el viaje. Viajar. Viajar sin avisar.
Primero había sido Buenos Aires, luego Sao Paulo y de ahí trataría de desplazarse hacia Venezuela. No sabía en realidad la forma en que lo haría. Sólo sabía que iban a ser meses para lograrlo. Venezuela, viajar a Venezuela, y hacerlo sin avisar. La línea que bordeaba el litoral americano de cara al Atlántico se le ofrecía ambiciosa, gigantesca y amenazante, y sus dimensiones le hacían admirar la osadía desmesurada de las campañas propias de la era de los descubrimientos, mediante la que españoles y portugueses roturaron ese océano intercontinental para luego intentar hacerlo con el Pacífico, que por siglos fue un océano novohispano.
En esos viajes intercontinentales estaban las claves de su estirpe. Tus antepasados muy seguramente fueron esclavos o huérfanos, le había dicho un historiador, que por no saber cómo llamarlos lo hacían poniéndole el nombre de la madera de la que estaban hechos los barcos, que era el roble.
Esta es la razón por la cual tenía que llegar en ese viaje más tarde o más temprano, o más temprano que tarde o tal vez, también, mejor antes que después, a Veracruz.
Musil/ICR | Abril 23, 2022
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