Pero era difícil ir más allá. El pensamiento no se presentaba en palabras que pudieran tomarse como punto de partida para desarrollar una secuencia lógica y llegar a un final. El sendero por el que caminaba se le ofrecía como reproducción en metáfora de una posibilidad entre muchas otras, lo que implicaba de manera acuciante la inminencia de arribar de alguna u otro forma al momento de la decisión. No había contexto para ello. No había tampoco antecedentes. Era algo inédito aquello a lo que se enfrentaba. Y temía. Temía sobre todo la llegada a un error que fuera en cierto modo definitivo y definitorio, de modo tal que lo situara en una coyuntura respecto de la cual sería imposible el retorno y la vuelta atrás. Eran estos los momentos en los que una angustia aterradora se adueñaba de él, trastocando la atmósfera que lo circundaba en una negrura que podría decirse casi deletérea de lo pasmosa y de lo enceguecedora. Le frente le sudaba gélidamente. Y el cuerpo le temblaba y le dolía al mismo tiempo. Y entonces decidió. Luego de un largo rato decidió. Y lo hizo mal. A partir de ahí nada podría volver a ser igual. Pero él aún no lo sabía. El fin estaba cerca. Le quedó muy cerca. Se lo puso él mismo demasiado cerca.
García Ponce/ICR | Febrero 15, 2022
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Pero era difícil ir más allá. El pensamiento no se presentaba en palabras que pudieran tomarse como punto de partida para desarrollar una secuencia lógica y llegar a un final. El sendero por el que caminaba se le ofrecía como reproducción en metáfora de una posibilidad entre muchas otras, lo que implicaba de manera acuciante la inminencia de arribar de alguna u otro forma al momento de la decisión. No había contexto para ello. No había tampoco antecedentes. Era algo inédito aquello a lo que se enfrentaba. Y temía. Temía sobre todo la llegada a un error que fuera en cierto modo definitivo y definitorio, de modo tal que lo situara en una coyuntura respecto de la cual sería imposible el retorno y la vuelta atrás. Eran estos los momentos en los que una angustia aterradora se adueñaba de él, trastocando la atmósfera que lo circundaba en una negrura que podría decirse casi deletérea de lo pasmosa y de lo enceguecedora. Le frente le sudaba gélidamente. Y el cuerpo le temblaba y le dolía al mismo tiempo. Y entonces decidió. Luego de un largo rato decidió. Y lo hizo mal. A partir de ahí nada podría volver a ser igual. Pero él aún no lo sabía. El fin estaba cerca. Le quedó muy cerca. Se lo puso él mismo demasiado cerca.
García Ponce/ICR | Febrero 15, 2022
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