Fragmentos a su imán

Y desplomarme

Y desplomarme con el día; con el día que muere en cada ocaso recatado, en el que el sol resplandeciente ilumina un poco tímido todavía con sus últimos estertores un cielo que se constela entonces de tonos rojos y amarillos, y naranjas y violetas, fulgente pero ya en franca, y resignada, despedida.

Ahora bien: yo no sé cómo se le hace –vamos a ver si yo lo soy– para ser capaz de explicar la diferencia cualitativa fundamental que se configura por virtud de la comparación de estar yo solo en uno de esos desplomes diarios y en resignación cotidiana, junto con el sol en retirada, y hacerlo contigo al lado mío, abarloados. No hay manera alma mía, no hay manera ángel bello no.

Abarloados. El término se lo leí a Torrente Ballester corazón tan grande. Su procedencia es marina, y explica la situación en la que dos barcos o buques juntos estacionados en un muelle cualquiera se van tocando intermitentemente al ritmo de una marea lenta y cadenciosa y continua y tenue que en ese límite del muelle los mueve de una forma casi imperceptible, aunque sin dejar nunca de estar en contacto el uno con el otro.

Y desplomarme con el día.

¿Te imaginas entonces lo que sería ese acontecer del atestiguamiento del desplome diario de un día cualquiera, con un sol dispuesto en el horizonte que se ve arrastrado por un ocaso tan implacable como irreversible, pero contigo al lado mío abarloados? Tocándonos constantemente aunque tal vez a veces de una forma casi imperceptible ¿ya me entiendes?: tu mano con la mía, tu cabeza con mi hombro, la mía con el tuyo pero sólo a veces. Sólo a veces.

Y desplomarme con el día. Con el día que muere en cada ocaso recatado pero contigo abarloados.

Moix/ICR | Enero 23, 2022

A %d blogueros les gusta esto: