La de ayer fue una noche fría, muy fría, pero en el ambiente se sentía ya la calidez del groove, el jazz y el rhythm and blues al que todos habíamos sido convocados en la terraza del Alessa Café en ciudad Satélite, al norte de la ciudad de México, y que nos tenía expectantes del arranque de la presentación del Djuvens Colas Jazz Trío que todos los sábados ofrece un repertorio que pareciera ser siempre una suerte de tributo a Quincy Jones, expresión suprema y fascinante, me parece a mí, de lo que el jazz permite hacer con todos los géneros musicales, posibilitando la realización de producciones magistrales que pueden ir de Prince a Steve Wonder, y de ahí a Amy Winehouse pasando por Gerald Clayton, Herbie Hancock, George Benson o Michael Jackson o Frank Sinatra.
Llegué al punto de las nueva de la noche. Como no tenía reservación me tocó sentarme en una mesa un poco alejada del escenario, con una pared que iba a impedirme la visión que me llevaría directo en diagonal a la batería de Edy Vega, cosa que lamenté bastante. Afortunadamente, a la media hora de iniciado el concierto, Tania Tello –novia de Edy– y yo pudimos pasarnos a otra mesa ya liberada para situarnos en ángulo propicio.
Era la segunda vez que los escuchaba. La anterior fue el sábado pasado pero llegué tarde, razón por la cual no pude apreciar el concierto completo para así poder hacer la reseña procedente.
El Djuvens Colas Jazz Trío está conformado por Djuvens Colas en la guitarra, Jethro Martial en teclados/bajo y Edy Vega en la batería. Djuvens y Jethro son de origen haitiano, y llevan un aproximado de entre diez y quince años en México. Colas es licenciado en jazz de la Escuela Superior de Música del INBA, al igual que Edy Vega. La mezcla musical y creativa que logran es verdaderamente formidable.
El Alessa Café está compuesto por dos secciones. Al fondo está instalado un foro de teatro, y en la terraza que da a la calle está el foro para la música. Como la primera mitad del concierto coincide con la puesta en escena programada, el set inicial tiene que ser interpretado, por lo general, con tenuidad.
Esta es la razón por la que la primera selección de piezas escogidas por Djuvens fue un poco más relajada si se puede decir así, sin perjuicio de lo cual no perdió la ocasión para arrancar con una pieza magistral y memorable: Strasbourg St. Denis, del tristemente fallecido Roy Hargrove.
Era notable la dulzura y el equilibrio logrados por los tres al interpretar semejante obra poderosa de Hargrove (conozco una versión de Ryan Porter con Kamasi Washington y Brandon Coleman al piano que son dinamita en estado puro), lo que no les impidió ni mucho menos ajustar el ánimo de todos los ahí presentes en las coordenadas del más deleitoso hard bop, habiéndose movido luego en una selección de seis piezas más en las que alternaron, entre otras, Straight, No Chaser de Monk, Autum Leaves y There will never be another you de Chet Baker. Edy Vega tenía que contenerse siempre en el momento de los solos correspondientes, pues, como tengo dicho, era necesario no interrumpir la presentación teatral que estaba teniendo lugar al otro extremo.
Pero entonces vino el segundo set, el volumen se elevó, la energía se liberó y apareció entonces, vamos a decir, el espíritu de Quincy Jones no sé si me explico. Comenzaron con Sunny de Bobby Hebbe, seguida por Isn´t she lovely de Steve Wonder y Love never felt so good de Michacel Jackson/Paul Anka, interpretadas con una cadencia y una sincronía extraordinarias, y una serie de solos poderosos y soberanos de cada uno, con una síncopa potente y vigorosa y siempre «funkeada» –si se me permite decirlo así– verdaderamente formidable con la que Edy Vega empujaba rítmicamente las progresiones armónicas en direcciones que llevaban todas, metafóricamente, a una pista de baile imaginaria (nadie en realidad se paró a bailar, pero se entiende lo que quiero decir).
Jethro Martial en la voz y el piano/bajo, por su parte, generaba siempre un ambiente groovy totalmente de vanguardia, pero sobre todo lleno de alegría y jovialidad, mientras que Djuvens, en las alturas desde las que pilotaba la nave, imprimía una elegancia sutil y muy a la George Benson a todas y cada una de las piezas, que se iban acumulando hasta llegar a un total de diez, entre las que desfilaron How deep is your love, Get Lucky o Superstition de Steve Wonder otra vez, con la que cerraron el concierto.
La mezcla fue perfecta, equilibrada, elegante y muy contemporánea: de Monk a Steve Wonder, pasando por Daft Punk y Michael Jackson, situando el tono de la velada en el recuerdo del extraordinario y potente creador que fue Roy Hargrove (si alguien quisiera saber qué es el jazz en una sola melodía, yo podría recomendar, así de bote pronto: Joshua de Miles Davis, Witch Hunt de Wayne Shorter, y Strasbourg St. Denis de Roy Hargrove precisamente y ni más ni menos).
Era fría la noche, muy fría, pero la música de Djuvens Colas y su formidable jazz trío nos hizo a todos olvidarnos de ello, haciendo que nos pusiéramos un poco «chill out» y un poco avant-garde también, vamos a decir, y presentándonos todas las piezas siempre con una sonrisa sincera y contagiosa en el rostro, y una pasión en cada interpretación igualmente contagiosa; es la pasión del arte que ha hecho que muchos –tal fue mi caso– nos comenzáramos a preguntar en algún momento de nuestras vidas cuál es la pasión que nos guía, que nos mueve, que nos impulsa y que nos ancla en este mundo. Cuando se tiene el privilegio de escuchar a Djuvens Colas, Jethro Martial y Edy Vega juntos, es muy fácil saber cuál es su respuesta.
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La de ayer fue una noche fría, muy fría, pero en el ambiente se sentía ya la calidez del groove, el jazz y el rhythm and blues al que todos habíamos sido convocados en la terraza del Alessa Café en ciudad Satélite, al norte de la ciudad de México, y que nos tenía expectantes del arranque de la presentación del Djuvens Colas Jazz Trío que todos los sábados ofrece un repertorio que pareciera ser siempre una suerte de tributo a Quincy Jones, expresión suprema y fascinante, me parece a mí, de lo que el jazz permite hacer con todos los géneros musicales, posibilitando la realización de producciones magistrales que pueden ir de Prince a Steve Wonder, y de ahí a Amy Winehouse pasando por Gerald Clayton, Herbie Hancock, George Benson o Michael Jackson o Frank Sinatra.
Llegué al punto de las nueva de la noche. Como no tenía reservación me tocó sentarme en una mesa un poco alejada del escenario, con una pared que iba a impedirme la visión que me llevaría directo en diagonal a la batería de Edy Vega, cosa que lamenté bastante. Afortunadamente, a la media hora de iniciado el concierto, Tania Tello –novia de Edy– y yo pudimos pasarnos a otra mesa ya liberada para situarnos en ángulo propicio.
Era la segunda vez que los escuchaba. La anterior fue el sábado pasado pero llegué tarde, razón por la cual no pude apreciar el concierto completo para así poder hacer la reseña procedente.
El Djuvens Colas Jazz Trío está conformado por Djuvens Colas en la guitarra, Jethro Martial en teclados/bajo y Edy Vega en la batería. Djuvens y Jethro son de origen haitiano, y llevan un aproximado de entre diez y quince años en México. Colas es licenciado en jazz de la Escuela Superior de Música del INBA, al igual que Edy Vega. La mezcla musical y creativa que logran es verdaderamente formidable.
El Alessa Café está compuesto por dos secciones. Al fondo está instalado un foro de teatro, y en la terraza que da a la calle está el foro para la música. Como la primera mitad del concierto coincide con la puesta en escena programada, el set inicial tiene que ser interpretado, por lo general, con tenuidad.
Esta es la razón por la que la primera selección de piezas escogidas por Djuvens fue un poco más relajada si se puede decir así, sin perjuicio de lo cual no perdió la ocasión para arrancar con una pieza magistral y memorable: Strasbourg St. Denis, del tristemente fallecido Roy Hargrove.
Era notable la dulzura y el equilibrio logrados por los tres al interpretar semejante obra poderosa de Hargrove (conozco una versión de Ryan Porter con Kamasi Washington y Brandon Coleman al piano que son dinamita en estado puro), lo que no les impidió ni mucho menos ajustar el ánimo de todos los ahí presentes en las coordenadas del más deleitoso hard bop, habiéndose movido luego en una selección de seis piezas más en las que alternaron, entre otras, Straight, No Chaser de Monk, Autum Leaves y There will never be another you de Chet Baker. Edy Vega tenía que contenerse siempre en el momento de los solos correspondientes, pues, como tengo dicho, era necesario no interrumpir la presentación teatral que estaba teniendo lugar al otro extremo.
Pero entonces vino el segundo set, el volumen se elevó, la energía se liberó y apareció entonces, vamos a decir, el espíritu de Quincy Jones no sé si me explico. Comenzaron con Sunny de Bobby Hebbe, seguida por Isn´t she lovely de Steve Wonder y Love never felt so good de Michacel Jackson/Paul Anka, interpretadas con una cadencia y una sincronía extraordinarias, y una serie de solos poderosos y soberanos de cada uno, con una síncopa potente y vigorosa y siempre «funkeada» –si se me permite decirlo así– verdaderamente formidable con la que Edy Vega empujaba rítmicamente las progresiones armónicas en direcciones que llevaban todas, metafóricamente, a una pista de baile imaginaria (nadie en realidad se paró a bailar, pero se entiende lo que quiero decir).
Jethro Martial en la voz y el piano/bajo, por su parte, generaba siempre un ambiente groovy totalmente de vanguardia, pero sobre todo lleno de alegría y jovialidad, mientras que Djuvens, en las alturas desde las que pilotaba la nave, imprimía una elegancia sutil y muy a la George Benson a todas y cada una de las piezas, que se iban acumulando hasta llegar a un total de diez, entre las que desfilaron How deep is your love, Get Lucky o Superstition de Steve Wonder otra vez, con la que cerraron el concierto.
La mezcla fue perfecta, equilibrada, elegante y muy contemporánea: de Monk a Steve Wonder, pasando por Daft Punk y Michael Jackson, situando el tono de la velada en el recuerdo del extraordinario y potente creador que fue Roy Hargrove (si alguien quisiera saber qué es el jazz en una sola melodía, yo podría recomendar, así de bote pronto: Joshua de Miles Davis, Witch Hunt de Wayne Shorter, y Strasbourg St. Denis de Roy Hargrove precisamente y ni más ni menos).
Era fría la noche, muy fría, pero la música de Djuvens Colas y su formidable jazz trío nos hizo a todos olvidarnos de ello, haciendo que nos pusiéramos un poco «chill out» y un poco avant-garde también, vamos a decir, y presentándonos todas las piezas siempre con una sonrisa sincera y contagiosa en el rostro, y una pasión en cada interpretación igualmente contagiosa; es la pasión del arte que ha hecho que muchos –tal fue mi caso– nos comenzáramos a preguntar en algún momento de nuestras vidas cuál es la pasión que nos guía, que nos mueve, que nos impulsa y que nos ancla en este mundo. Cuando se tiene el privilegio de escuchar a Djuvens Colas, Jethro Martial y Edy Vega juntos, es muy fácil saber cuál es su respuesta.
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