Periscopio

Mario Patrón Trio en Jazzatlán

Creo que ha sido la primera vez que vuelvo a un sitio de jazz en varios años, con o sin pandemia. Mi amigo Edy Vega fue el detonante, al invitarme a la presentación en dos sets del Mario Patrón Trio que el jueves 25 pasado tuvo lugar en Jazzatlán Capital, en la calle de Guanajuato 239, en la Roma Norte de la ciudad de México.

Es una casona vieja de dos plantas, con una estancia principal en la parte superior de techo alto que genera una suerte de atmósfera de amplitud antigua por decirlo así, con algunas litografías contemporáneas y libros de la editorial Malpaso que se ofrecen a la venta. Estuve viendo las memorias de Roman Polanski y algunos otros que no recuerdo, para decidirme al final por Ilustres raperos. El rap explicado a los blancos de David Foster Wallace y Mark Costello, arrastrado por la fascinación literaria que me produce la torrencial y bella prosa de Foster Wallace, ese sorprendente James Joyce norteamericano de fin de siglo que habría de optar por el suicidio en 2008 dejando tras de sí una obra poderosa y absorbente, deleite de los amantes de la lectura más que de la erudición, para usar la distinción tan atinada de Virginia Woolf en el sentido de que una cosa es la lectura como disfrute estético, y otra muy distinta la lectura como erudición o en busca de ella. Cuando estaba en el mostrador preguntando por el precio, Edy salió del camerino y me invitó a pasar a saludarlos. Al hacerlo dije a la vendedora que pusiera el libro a mi cuenta y entré.

El trío está conformado por Jorge “Luri” Molina al contrabajo, Edy Vega en la batería, y Mario Patrón al piano, que es un Yamaha rojo de media cola que los esperaba en el escenario ubicado al otro lado de la planta, con muy pocas mesas dadas las restricciones del semáforo naranja en el que, si no recuerdo mal, se encuentra todavía la ciudad.

Ahí estaban los tres en el camerino, y al instante comenzamos a hablar de jazz, nuestra pasión común y el hilo con el que se teje nuestra amistad, que siempre aflora de manera natural así nos veamos esporádicamente. Particularmente comenzamos a hablar sobre la fantástica historia que a mí ya me había contado Luri sobre la forma azarosa y fortuita –pero que le cambió la vida– en que le fue dado descubrir el jazz cuando era todavía un joven bajista roquero y estudiante de la Superior de Música. Después he de escribir sobre esto.

Era inevitable que entre los cuatro recordáramos a mi querido y extrañado amigo y maestro Enrique Nery, que lo fue también de todos ellos, para pasar luego a hablar de Benito González, del que no sabía nada hasta esa noche. Se trata de un pianista venezolano de Maracaibo Venezuela, insertado en la tradición pianística de McCoy Tyner y en la dirección que va de Coltrane al hard bop contemporáneo más refinado, elaborado y consistente, y que está ya en las grandes ligas del jazz internacional, habiendo alternado con Christian McBride, Kenny Garrett o Antonio Sánchez entre otros. De regreso a mi casa después del concierto lo estuve escuchando, y es en verdad sorprendente: potencia pura y dura a lo McCoy Tyner, en efecto, pero de troquel hispanoamericano y caribeño.

Curiosamente, tanto González como Luri, Edy, Mario y Antonio Sánchez mismo somos contemporáneos, pues nacimos todos más o menos entre el 70 y el 75. La madurez y soberanía del trío de Mario Patrón, no se diga la de González o la de Sánchez, es un reflejo de que, generacionalmente hablando, este es, o debe ser –y más nos vale que así sea–, nuestro momento. 

Fue un concierto magnífico, marcado por la fuerza musical de tres exponentes soberanos de su instrumento y en completa sintonía en los momentos de alternar la improvisación con el acompañamiento. Fueron dos sets. En el primero, abrieron con el formato de trío; en el segundo se sumó a la banda Ricardo Amadeus en la guitarra, para redondear una selección muy bien equilibrada que fue de Jerome Kern a Joe Henderson, pasando por Monk, Shorter, Miles Davis y Ornette Coleman.

Para mí, los momentos de mayor intensidad interpretativa e improvisacional fueron cuando tocaron Nardis (Miles) y Black Nile (Shorter), sin poder dejar de mencionar una magistral interpretación de ‘You don’t know what love is’, que en la vorágine de improvisación fueron empujando hacia el tempo del latin jazz para cerrar con unos coros soneros que levantaron a un par de parejas a bailar, en una muestra magistral de lo que el jazz puede hacer como refinado ámbito creativo de fusión de géneros y estilos.   

No hubo encore ni nada semejante. Pero no era necesario porque fue un concierto perfecto. A los tres los conozco de mucho tiempo atrás, y a los tres los quiero y admiro por igual, además de que, como tengo dicho, somos contemporáneos, y este es nuestro momento.

El formato de trio me parece sencillamente ideal para un pianista tan extraordinario como Mario Patrón, que desde que lo conozco me hace pensar en Jarret, Petrucciani y Calderazzo ni más ni menos, sin perjuicio de que el trabajo de Amadeus en la guitarra me pareció sencillamente formidable.

Estamos ante cuatro músicos mexicanos de primer nivel, que no le piden nada a nadie y que se pueden medir, en realidad, con quien sea en cualquier parte del mundo. Es importante que su música se escuche, que su arte se disfrute y que su influencia jazzera y apasionada irradie refulgente hacia todos los extremos de la tierra.   

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