Ismael Carvallo Robledo
A. Vida y obra.
- Joseph Alois Schumpeter nace en Triesch, hoy República Checa, el 8 de febrero de 1883. Es el año en que nacen Franz Kafka, John Maynard Keynes, José Ortega y Gasset, José Clemente Orozco, Antonio Caso, Benito Mussolini, Indalecio Prieto, Karl Jaspers, Walter Gropius, Clement Attlee y Coco Chanel, además de ser también el año de la muerte, por su parte, de Carlos Marx, Eduardo Manet y Ricardo Wagner. Schumpeter fallece en Taconic, Connecticut, el 8 de enero de 1950. Lo mismo ocurre ese año con George Orwell, George Bernard Shaw y el Conde de Romanones.
- Ocupó el cargo de Ministro de Finanzas en Austria, de 1919 a 1920, y el de profesor en la Universidad de Harvard desde 1932 hasta su muerte. Su talento alcanzó los registros del genio.
- Fue un economista e historiador del pensamiento económico de gran audacia, originalidad y poderío intelectual, que extrañamente quedó de alguna manera –aunque no absolutamente- relegado en la historia del pensamiento económico, acaso por el hecho de haber sido su contemporáneo, John Maynard Keynes (1883-1946), la gran figura de la economía de su tiempo y, quizá, del siglo XX.
- La época en que vive Schumpeter es la de la consolidación y crisis del capitalismo monopolista e imperialista entre fines del XIX y principios del XX. Vive la crisis global de 1929 y el colapso del liberalismo, que traería como consecuencia económico-política el surgimiento tanto de la alternativa radical nacionalista como la de la comunista soviética, siendo el keynesianismo una suerte de tercera vía.
- Schumpeter entendió que el crecimiento económico es cíclico e irregular, y percibió que de alguna manera el capitalismo estaba destinado a fracasar debido a la tendencia general hacia la gran concentración monopólica. La gran corporación industrial representaba para él la muerte de la innovación. Se podría decir que la crítica que Lenin hizo al capitalismo monopólico por vía marxista la realizó Schumpeter dentro del capitalismo. En ambos casos el diagnóstico fue idéntico: la tendencia a la concentración monopólica es inmanente al sistema, de modo tal que de lo que se trata no es de defender o atacar al libre mercado, sino de saber qué hacer con el hecho consumado de que el monopolio existe al lado y por encima de él (Lenin en Imperialismo, fase superior del capitalismo).
- Por esta razón no desestimó el análisis de la alternativa socialista, aunque haya visto en él el mismo problema, a saber, la burocratización del proceso económico general, por vía estatal en el sistema soviético, por vía monopólica (la gran corporación) en el sistema capitalista occidental.
- Su obra académica es muy abundante, pero se destaca principalmente lo siguiente: Teoría del desarrollo económico (1912), Los ciclos económicos (1939), Capitalismo, socialismo y democracia (1942), Diez grandes economistas: de Marx a Keynes (1951) y La historia del análisis económico (1954).
B. Su Teoría del desarrollo económico y la destrucción creativa.
- Del análisis de la economía de su tiempo desarrolló Schumpeter su aportación más innovadora en la teoría del desarrollo económico: la teoría de la destrucción creativa.
- Mientras que para Keynes el problema fundamental de su tiempo (crisis del capitalismo de 1929) era la intervención del Estado en el proceso económico general para abatir el desempleo por vía de la estimulación de la demanda agregada (Dg = C+I+G+Ex, donde Dg es Demanda global, C es consumo, I es inversión, G es gasto del gobierno y Ex es exportaciones), para Schumpeter la clave estaba en la innovación y el empresario (o emprendedor) como dínamos de desarrollo económico.
- Un empresario no es un capitalista en el sistema schumpeteriano. El empresario se define por la innovación y la invención, mientras que el capitalista se define por la acumulación y la aportación de capital. El empresario (emprendedor) no es un directivo o un ejecutivo de empresa (o de gran corporación): es el individuo que arriesga, que innova, que crea nuevos productos, nuevos procesos, nuevas técnicas, y con ello rompe el equilibrio económico existente. Por eso, necesariamente, el empresario “destruye al crear”, razón por la cual llamó Schumpeter su teoría como la de la destrucción creativa, siendo el empresario, para él, de alguna manera, algo así como un héroe moderno.
- La ganancia del empresario depende del desequilibrio que produce su innovación dentro del proceso económico general. Y su riesgo es un riesgo de prestigio, un riesgo moral y social. La ganancia del capitalista depende de la tasa de rendimiento que le reporta el proyecto donde invierte, y ahí se detiene su riesgo. Es un riesgo solamente económico.

C. Caracterización histórica.
- El lugar de Joseph Schumpeter en la historia de la economía y del pensamiento económico es de primerísimo orden. Fue un genio intelectual, un consumado historiador y un extraordinario ensayista (con atributos de narrador verdaderamente excepcional).
- El gran debate de la economía moderna capitalista durante el siglo XX -otra cosa es el debate dentro del campo de la economía soviética: Escuela de Moscú, Escuela de Varsovia- se despliega en función de dos grandes polos de atracción: el neoliberalismo y el keynesianismo. Hayek contra Keynes. Escuela de Viena y de Londres (la LSE de los tiempos de Lionel Robbins) contra la Escuela de Cambridge (de Marshall y Keynes). Schumpeter se sitúa en una posición intermedia, de difícil acomodo entre uno y otro polo, al grado de que, según sus propias palabras, tuvo como referencias fundamentales nada menos que a Walras y a Marx.
- En la actualidad, su teoría del empresario como motor de la economía se emparenta un poco más a la línea neoliberal por su crítica a la intervención del gobierno en el proceso económico, aunque también ofrece elementos de crítica a la tendencia a la burocratización de las grandes corporaciones y los grandes monopolios capitalistas, que siguen funcionando como grandes unidades de concentración productiva en la economía del presente.
- Schumpeter es el gran teórico del empresario del siglo XX, del emprendedor como héroe moderno.

D. Comentario general.
- Avanzar cada vez más en el estudio de su obra, que es abundantísima, densa, penetrante y sutil, es como ir alejándose gradualmente de él pero caminando hacia atrás, de modo tal que se te va revelando con sorprendente fascinación la estatura que levanta pero que extrañamente desconocías.
- Sus ensayos biográficos son piezas perfectas por medio de las que se nos ofrecen retratos vivos de figuras fundamentales de la economía (de Marx a Keynes), con una capacidad asombrosa para tocar la fibra humana, y para encontrar en todos los autores revisados el núcleo teórico en su más complejo nivel de configuración, así como el hilo umbilical y el retrato perfecto de su intensidad intelectual como motor vital que mueve su pasión y que guía su vida, lo mismo de un Marx que de un Menger, un Marshall o un Walras, ese teórico matemático tan abstracto y para muchos quizá tan aburrido, salvo que lo mires con los ojos de Schumpeter.
- Aquí el cierre de su ensayo sobre Alfred Marshall:
‘Situados al borde de la sima en la que todos nosotros buscamos vanamente un camino seguro, le contemplamos siempre que volvemos la mirada, sereno en su reposo olímpico, a salvo en la fortaleza de sus creencias, diciéndonos aún muchas cosas que conviene escuchar; nada, sin embargo, tan digno de atención como esto: «Cuanto más estudio economía más pequeño me parece el conocimiento que tengo de ella…y ahora, después de medio siglo, soy más consciente de mi ignorancia que cuando empecé». Ciertamente, fue un gran economista.’
(Tomado de Diez grandes economistas, de Marx a Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1979).
- Y aquí algo de lo que nos dice sobre Keynes:
‘Separándose sin vacilar de aquello que había abandonado, se consagró firmemente a un nuevo esfuerzo, el más grande de su vida (La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero). Con un vigor excepcional supo aislar los elementos esenciales de su mensaje y enderezó su mente a la tarea de forjar un aparato conceptual capaz de dar expresión a los mismos y –en la medida de lo posible- a nada más. Y alcanzó este propósito a su entera satisfacción. Tan pronto como lo hubo logrado –en diciembre de 1935- vistió su nueva armadura, desenvainó su espada y se lanzó de nuevo a la lucha, afirmando intrépidamente que iba a liberar a los economistas de los errores en que habían permanecido durante ciento cincuenta años y a conducirlos a la tierra prometida de la verdad…’
‘Para Marx, la evolución capitalista desemboca en la catástrofe. Para J. S. Mill, en un estado estacionario que funciona sin tropiezos. Para Keynes, la evolución desemboca en un estado estacionario que constantemente amenaza derrumbarse. Aunque la “teoría catastrófica” de Keynes es totalmente diferente a la de Marx, ambas tienen en común una característica importante: en ambas, la catástrofe está motivada por causas inherentes al funcionamiento del aparato económico, no por la acción de factores externos a él. Naturalmente, esta característica de la teoría de Keynes le permite cumplir el papel de “racionalizador” de las actitudes anticapitalistas.’
(Diez grandes economistas, de Marx a Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1979).
- Y aquí algo sobre Marx:
‘La mayor parte de las creaciones del intelecto o de la fantasía desaparecen para siempre después de un intervalo de tiempo que varía entre una hora de sobremesa y una generación. Con otras, sin embargo, no ocurre así. Sufren eclipses, pero reaparecen de nuevo; y no como elementos anónimos de un legado cultural, sino con su ropaje propio y con sus cicatrices personales que pueden verse y tocarse. Podemos llamar a éstas las grandes creaciones, definición que tiene la ventaja de enlazar la grandeza con la vitalidad. Tomada en este sentido, tal es indudablemente la calificación que hay que aplicar al mensaje de Marx. Definir la grandeza de una creación por su capacidad de resurgir implica además la ventaja de que ésta logra así independizarse de nuestro amor o nuestro odio. No es necesario creer que una gran contribución, en sus líneas fundamentales o en sus detalles, deba forzosamente ser una fuente de luz y perfección. Podemos pensar, por el contrario, que se trata de un poder de las tinieblas; podemos juzgar que es errónea en sus fundamentos o estar en desacuerdo con algunos de sus puntos particulares. En el caso del sistema marxista, tal juicio adverso, e incluso la refutación más rigurosa, por su mismo fracaso para herirlo mortalmente, sólo sirven para poner de manifiesto la fortaleza de la estructura.’
‘Como teórico de la economía, Marx fue ante todo un hombre verdaderamente informado. Tal vez parezca extraño que, tratándose de un autor a quien he calificado de genio y de profeta, juzgue necesario dar tanta importancia a este aspecto. Pero es conveniente hacerlo así, porque los genios y los profetas no suelen sobresalir por su erudición profesional, y con frecuencia su originalidad, supuesto que la tengan, se debe precisamente a esa carencia. Sin embargo, en la obra económica de Marx nada hay que pueda ser atribuido a falta de información o de preparación en las técnicas de análisis teórico. Fue un voraz lector y un infatigable trabajador, a cuyo conocimiento escaparon muy pocas aportaciones científicas de importancia. Además, asimilaba todo cuanto leía, tratando de entender cualquier hecho o razonamiento con una pasión por los detalles totalmente insólita en un hombre habituado a abarcar con su mirada civilizaciones enteras y desarrollos seculares. Tanto al criticar y rechazar como al aceptar y coordinar, solía llegar al fondo de cada cuestión. Su Historia crítica de las teorías de la plusvalía, que representa un monumento de celo teórico, constituye la prueba más destacada de esta característica suya.’
(Diez grandes economistas, de Marx a Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1979).
Diciembre, 2015.
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Ismael Carvallo Robledo
A. Vida y obra.
B. Su Teoría del desarrollo económico y la destrucción creativa.
C. Caracterización histórica.
D. Comentario general.
‘Situados al borde de la sima en la que todos nosotros buscamos vanamente un camino seguro, le contemplamos siempre que volvemos la mirada, sereno en su reposo olímpico, a salvo en la fortaleza de sus creencias, diciéndonos aún muchas cosas que conviene escuchar; nada, sin embargo, tan digno de atención como esto: «Cuanto más estudio economía más pequeño me parece el conocimiento que tengo de ella…y ahora, después de medio siglo, soy más consciente de mi ignorancia que cuando empecé». Ciertamente, fue un gran economista.’
(Tomado de Diez grandes economistas, de Marx a Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1979).
‘Separándose sin vacilar de aquello que había abandonado, se consagró firmemente a un nuevo esfuerzo, el más grande de su vida (La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero). Con un vigor excepcional supo aislar los elementos esenciales de su mensaje y enderezó su mente a la tarea de forjar un aparato conceptual capaz de dar expresión a los mismos y –en la medida de lo posible- a nada más. Y alcanzó este propósito a su entera satisfacción. Tan pronto como lo hubo logrado –en diciembre de 1935- vistió su nueva armadura, desenvainó su espada y se lanzó de nuevo a la lucha, afirmando intrépidamente que iba a liberar a los economistas de los errores en que habían permanecido durante ciento cincuenta años y a conducirlos a la tierra prometida de la verdad…’
‘Para Marx, la evolución capitalista desemboca en la catástrofe. Para J. S. Mill, en un estado estacionario que funciona sin tropiezos. Para Keynes, la evolución desemboca en un estado estacionario que constantemente amenaza derrumbarse. Aunque la “teoría catastrófica” de Keynes es totalmente diferente a la de Marx, ambas tienen en común una característica importante: en ambas, la catástrofe está motivada por causas inherentes al funcionamiento del aparato económico, no por la acción de factores externos a él. Naturalmente, esta característica de la teoría de Keynes le permite cumplir el papel de “racionalizador” de las actitudes anticapitalistas.’
(Diez grandes economistas, de Marx a Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1979).
‘La mayor parte de las creaciones del intelecto o de la fantasía desaparecen para siempre después de un intervalo de tiempo que varía entre una hora de sobremesa y una generación. Con otras, sin embargo, no ocurre así. Sufren eclipses, pero reaparecen de nuevo; y no como elementos anónimos de un legado cultural, sino con su ropaje propio y con sus cicatrices personales que pueden verse y tocarse. Podemos llamar a éstas las grandes creaciones, definición que tiene la ventaja de enlazar la grandeza con la vitalidad. Tomada en este sentido, tal es indudablemente la calificación que hay que aplicar al mensaje de Marx. Definir la grandeza de una creación por su capacidad de resurgir implica además la ventaja de que ésta logra así independizarse de nuestro amor o nuestro odio. No es necesario creer que una gran contribución, en sus líneas fundamentales o en sus detalles, deba forzosamente ser una fuente de luz y perfección. Podemos pensar, por el contrario, que se trata de un poder de las tinieblas; podemos juzgar que es errónea en sus fundamentos o estar en desacuerdo con algunos de sus puntos particulares. En el caso del sistema marxista, tal juicio adverso, e incluso la refutación más rigurosa, por su mismo fracaso para herirlo mortalmente, sólo sirven para poner de manifiesto la fortaleza de la estructura.’
‘Como teórico de la economía, Marx fue ante todo un hombre verdaderamente informado. Tal vez parezca extraño que, tratándose de un autor a quien he calificado de genio y de profeta, juzgue necesario dar tanta importancia a este aspecto. Pero es conveniente hacerlo así, porque los genios y los profetas no suelen sobresalir por su erudición profesional, y con frecuencia su originalidad, supuesto que la tengan, se debe precisamente a esa carencia. Sin embargo, en la obra económica de Marx nada hay que pueda ser atribuido a falta de información o de preparación en las técnicas de análisis teórico. Fue un voraz lector y un infatigable trabajador, a cuyo conocimiento escaparon muy pocas aportaciones científicas de importancia. Además, asimilaba todo cuanto leía, tratando de entender cualquier hecho o razonamiento con una pasión por los detalles totalmente insólita en un hombre habituado a abarcar con su mirada civilizaciones enteras y desarrollos seculares. Tanto al criticar y rechazar como al aceptar y coordinar, solía llegar al fondo de cada cuestión. Su Historia crítica de las teorías de la plusvalía, que representa un monumento de celo teórico, constituye la prueba más destacada de esta característica suya.’
(Diez grandes economistas, de Marx a Keynes, Alianza Editorial, Madrid, 1979).
Diciembre, 2015.
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