I
En esta y la siguiente entrega, ofreceremos un análisis mínimamente sistemático sobre la izquierda política. Por economía de espacio, pecaremos de esquematismo. Primero analizaremos brevemente su definición conceptual o teórica y las corrientes de izquierda a escala mundial. En la siguiente entrega nos ocuparemos de México.
La izquierda es un sistema de racionalidad política estratégica y objetiva que nada tiene que ver con la ética. Con lo que tiene que ver es con el Estado, que no es ni bueno ni malo. Nace con la revolución francesa para modificar para siempre las coordenadas para concebirlo -al Estado- en cuanto a su estructura, su contenido y su funcionamiento. Por tanto, no cabe hablar de izquierda (o de derecha) para el análisis de períodos históricos anteriores a la revolución francesa. Pero tampoco cabe hablar de una sola izquierda, porque ha habido varias. Distinguimos dos planos de análisis: uno teórico y otro histórico-político.
Por cuanto a su fundamento doctrinario o teórico, la izquierda se organiza con arreglo a los siguientes principios generales: A) Soberanía popular como base de la nación política: servicio militar obligatorio mediante el que se conjuga la virtud civil con la virtud militar como núcleo de la ciudadanía soberana. El pueblo en armas de la nación política en el Nuevo Régimen es la antítesis del vasallo o del soldado a sueldo –del monarca o del señor feudal- del Antiguo Régimen. B) Homologación (igualdad) ciudadana ante la ley en virtud de la cual se refunden las nacionalidades étnicas en una sola nación política (jacobinismo). C) Racionalismo político que se configura como isomorfismo de la estructura racional de las ciencias modernas (química, biología, mecánica).
Por cuanto a su despliegue histórico efectivo, identificamos seis grandes generaciones de izquierda. La izquierda jacobina de la Revolución francesa (1789) es la primera. La segunda es la izquierda liberal de las revoluciones hispánicas (en España y América durante el siglo XIX). La tercera es la izquierda anarquista. La cuarta la izquierda socialdemócrata o socialista de fines del XIX. La quinta generación es la de la izquierda comunista, que surge de la Revolución rusa de 1917. La sexta es la izquierda asiática o maoísta.
El siglo XIX y el XX constituyen el escenario histórico sobre el que estas generaciones se despliegan, organizando la dialéctica política e ideológica del mundo contemporáneo en función del antagonismo entre las instituciones del Antiguo Régimen (monarquía, absolutismo, Iglesia) con las del Nuevo Régimen, que nace con la revolución francesa.
No cabe –entonces- hablar de una sola izquierda, pues cada generación se distingue del resto, con perfiles y contenidos ideológicos propios. Los jacobinos (revolución de 1789) lograron la homologación y la igualdad ciudadana republicana. Los liberales (Constitución de Cádiz de 1812 e independencias hispanoamericanas) plantearon un sistema de monarquía parlamentaria y liberal con garantía de libertades públicas. Los anarquistas (Marx y revolución de 1848; organización anarquista bajo Bakunin en 1868 y ruptura con Marx) condenaron de manera radical no ya nada más la explotación económica, sino al Estado en tanto que entidad abstracta que envolvía al proceso social en general.
Los socialistas (cuarta generación, ya marxista) constituyen la plataforma en la que surgirían, a fines del siglo XIX, todos los partidos socialistas o socialdemócratas del mundo, como el PSOE español, el SPD alemán o el Partido Socialista Argentino de Juan B. Justo. Sostenían que era posible una transformación gradual desde las instituciones del Estado para mitigar (o resolver) el problema del trabajo (de la explotación), al grado de que el partido socialdemócrata ruso, donde militaba Lenin antes de la revolución bolchevique, consideraba pertinente la participación en los parlamentos del sistema burgués-liberal-democrático.
Todo se vino abajo con la Primera Guerra Mundial, que precipita la revolución de octubre en Rusia, de la que surgiría la izquierda comunista (quinta generación), en cuyo seno se organizan todos los partidos comunistas del mundo: Partido Comunista Italiano, Partido Comunista Francés, Partido Comunista Peruano, Partido Comunista Mexicano, que fueron ya marxista-leninistas. La solidaridad obrera internacional cedía el paso a la dictadura del proletariado y, con Stalin, a la organización del socialismo en un solo país a través del cual se llevaría a cabo, en pocos años, la revolución industrial que Rusia no había tenido.
La izquierda maoísta (sexta generación) supuso la transformación revolucionaria de China, entre 1927 y 1979 (cuando llega al poder Den Xiaoping, tras la muerte de Mao), sentando las bases del gigante demográfico, económico, político y militar que es hoy en día.
Este gran ciclo histórico comienza con la revolución francesa (1789) y concluye de alguna manera con la caída de la Unión Soviética (1989), que representa el corte de época en el que seguimos inmersos.
II

[Heberto Castillo, en el extremo izquierdo, y Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, en el extremo derecho.]
En virtud de estar incrustado desde el siglo XVI en la marcha histórica occidental, el proceso político mexicano ofrece claras correspondencias con la dialéctica que a escala mundial hubo de darse entre las distintas generaciones de izquierda analizadas en la entrega de la semana pasada. Aunque los cortes no son absolutos, sirven por lo menos para orientar y reagrupar de alguna manera las distintas expresiones que de la izquierda política ha habido. En este caso, tratándose de México y del análisis del presente, nos atenemos estrictamente a los contenidos de carácter ideológico y doctrinario, dejando de lado cualquier disputa personal o de grupo, pues de lo que se trata aquí es de establecer un mapa mínimamente coherente.
Identificamos cuatro grandes generaciones históricas de la izquierda política, vinculadas orgánicamente con la idea de revolución y nacionalismo, tomando en cuenta lo expuesto en nuestra primera entrega por cuanto a las características teóricas o doctrinarias en un sentido general.
La primera generación de la izquierda mexicana es la de la ´revolución liberal´, que se entronca con la segunda generación mundial. Es la izquierda liberal hispanoamericana de los libertadores: de Morelos, Mina, Bolívar y San Martín a Juárez y Martí. Aquí quedaría organizado el Estado mexicano moderno en un sentido liberal-masónico, recorriendo en realidad todo el siglo XIX: separación Iglesia-Estado, idea incipiente de igualdad ciudadana, soberanía republicana, etc. Cristaliza ideológicamente con la Constitución de 1857 y políticamente con la restauración de la República por Juárez en 1867.
La segunda generación es la de la ´revolución social-popular´ o ´nacional-popular´. Se trata de la Revolución mexicana entendida en un sentido amplio, de 1910 a 1938. Durante el último tramo del siglo XIX, se irían organizando, por influencia europea, corrientes de izquierda socialista y anarquista, que desembocarían en el complejo proceso de la revolución mexicana. En esta generación habría de cobrar densidad y potencia histórica los derechos de los trabajadores (artículo 123) y el movimiento obrero y campesino se habrían de situar como pilares fundamentales de la organización de la matriz del Estado cardenista-lombardista y nacionalista revolucionario. Esta segunda generación cristaliza ideológicamente con la Constitución de 1917 y políticamente con la expropiación petrolera de 1938.
La tercera generación es la de la ´revolución socialista´, que nunca llega, como tal, al poder del Estado. Su marcha recorre una trayectoria que va de 1919 a 1989, y en ella quedarían incluidas las múltiples corrientes organizadas en el entorno del movimiento comunista (marxista-leninista, trotskista, castro-guevarista, maoísta), y se despliega durante el siglo XX con suerte y destino político diversos, de la fundación del Partido Comunista Mexicano en 1919 a la candidatura del ingeniero Cárdenas en 1988.
La cuarta generación es la de la ´revolución democrática´, que va de 1989 a nuestro presente, a resultas de la disolución del Partido Mexicano Socialista y su transformación, a través de la plataforma neo-cardenista, en el Partido de la Revolución Democrática en 1989. En el horizonte estratégico se desplaza a la revolución socialista por la necesidad de impulsar una revolución democrática a la vista de la forma autoritaria en la que el PRI hubo de organizar la estructura política del régimen mexicano, en un contexto de colapso del socialismo real como alternativa histórica y de la implantación del neoliberalismo democrático como matriz de conducción del Estado y la sociedad.
Esta cuarta generación de la izquierda no ha alcanzado el poder del Estado (la presidencia de la república), pero sí ha consolidado su presencia a nivel local, habiéndose logrado ya varias gubernaturas, como la de Tabasco, Guerrero o el gobierno del Distrito Federal.
Como se puede observar, la primera y la segunda generaciones (la revolución liberal y la revolución nacional-popular) llegan al poder del Estado y es en función de ellas como se organiza la matriz histórica del Estado mexicano moderno, lo que nos sitúa en la posibilidad de afirmar que México es una nación troquelada por el liberalismo y el nacionalismo revolucionario.
Pero ni la tercera ni la cuarta generaciones (la revolución socialista y la revolución democrática) han logrado consolidarse con la fuerza necesaria para hacerse del poder del Estado, habiendo sido, por ahora, la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006 el momento en donde más cerca se pudo haber estado de lograrlo. Y ha sido a partir de entonces que se inicia un proceso de configuración de una nueva generación de la izquierda, que desde la plataforma del Movimiento Regeneración Nacional intenta recuperar, fundamentalmente, el vector del nacionalismo revolucionario (segunda generación) como directriz de reorganización histórica de la nación.
Por nuestra parte, estimamos que el futuro de las izquierdas mexicanas estará inextricablemente vinculado a la dialéctica entre dos opciones polares: la opción nacionalista (¿revolucionaria?) y la opción socialdemócrata (¿neoliberal?).
Diario Presente, Villahermosa, Tabasco.
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I
En esta y la siguiente entrega, ofreceremos un análisis mínimamente sistemático sobre la izquierda política. Por economía de espacio, pecaremos de esquematismo. Primero analizaremos brevemente su definición conceptual o teórica y las corrientes de izquierda a escala mundial. En la siguiente entrega nos ocuparemos de México.
La izquierda es un sistema de racionalidad política estratégica y objetiva que nada tiene que ver con la ética. Con lo que tiene que ver es con el Estado, que no es ni bueno ni malo. Nace con la revolución francesa para modificar para siempre las coordenadas para concebirlo -al Estado- en cuanto a su estructura, su contenido y su funcionamiento. Por tanto, no cabe hablar de izquierda (o de derecha) para el análisis de períodos históricos anteriores a la revolución francesa. Pero tampoco cabe hablar de una sola izquierda, porque ha habido varias. Distinguimos dos planos de análisis: uno teórico y otro histórico-político.
Por cuanto a su fundamento doctrinario o teórico, la izquierda se organiza con arreglo a los siguientes principios generales: A) Soberanía popular como base de la nación política: servicio militar obligatorio mediante el que se conjuga la virtud civil con la virtud militar como núcleo de la ciudadanía soberana. El pueblo en armas de la nación política en el Nuevo Régimen es la antítesis del vasallo o del soldado a sueldo –del monarca o del señor feudal- del Antiguo Régimen. B) Homologación (igualdad) ciudadana ante la ley en virtud de la cual se refunden las nacionalidades étnicas en una sola nación política (jacobinismo). C) Racionalismo político que se configura como isomorfismo de la estructura racional de las ciencias modernas (química, biología, mecánica).
Por cuanto a su despliegue histórico efectivo, identificamos seis grandes generaciones de izquierda. La izquierda jacobina de la Revolución francesa (1789) es la primera. La segunda es la izquierda liberal de las revoluciones hispánicas (en España y América durante el siglo XIX). La tercera es la izquierda anarquista. La cuarta la izquierda socialdemócrata o socialista de fines del XIX. La quinta generación es la de la izquierda comunista, que surge de la Revolución rusa de 1917. La sexta es la izquierda asiática o maoísta.
El siglo XIX y el XX constituyen el escenario histórico sobre el que estas generaciones se despliegan, organizando la dialéctica política e ideológica del mundo contemporáneo en función del antagonismo entre las instituciones del Antiguo Régimen (monarquía, absolutismo, Iglesia) con las del Nuevo Régimen, que nace con la revolución francesa.
No cabe –entonces- hablar de una sola izquierda, pues cada generación se distingue del resto, con perfiles y contenidos ideológicos propios. Los jacobinos (revolución de 1789) lograron la homologación y la igualdad ciudadana republicana. Los liberales (Constitución de Cádiz de 1812 e independencias hispanoamericanas) plantearon un sistema de monarquía parlamentaria y liberal con garantía de libertades públicas. Los anarquistas (Marx y revolución de 1848; organización anarquista bajo Bakunin en 1868 y ruptura con Marx) condenaron de manera radical no ya nada más la explotación económica, sino al Estado en tanto que entidad abstracta que envolvía al proceso social en general.
Los socialistas (cuarta generación, ya marxista) constituyen la plataforma en la que surgirían, a fines del siglo XIX, todos los partidos socialistas o socialdemócratas del mundo, como el PSOE español, el SPD alemán o el Partido Socialista Argentino de Juan B. Justo. Sostenían que era posible una transformación gradual desde las instituciones del Estado para mitigar (o resolver) el problema del trabajo (de la explotación), al grado de que el partido socialdemócrata ruso, donde militaba Lenin antes de la revolución bolchevique, consideraba pertinente la participación en los parlamentos del sistema burgués-liberal-democrático.
Todo se vino abajo con la Primera Guerra Mundial, que precipita la revolución de octubre en Rusia, de la que surgiría la izquierda comunista (quinta generación), en cuyo seno se organizan todos los partidos comunistas del mundo: Partido Comunista Italiano, Partido Comunista Francés, Partido Comunista Peruano, Partido Comunista Mexicano, que fueron ya marxista-leninistas. La solidaridad obrera internacional cedía el paso a la dictadura del proletariado y, con Stalin, a la organización del socialismo en un solo país a través del cual se llevaría a cabo, en pocos años, la revolución industrial que Rusia no había tenido.
La izquierda maoísta (sexta generación) supuso la transformación revolucionaria de China, entre 1927 y 1979 (cuando llega al poder Den Xiaoping, tras la muerte de Mao), sentando las bases del gigante demográfico, económico, político y militar que es hoy en día.
Este gran ciclo histórico comienza con la revolución francesa (1789) y concluye de alguna manera con la caída de la Unión Soviética (1989), que representa el corte de época en el que seguimos inmersos.
II
[Heberto Castillo, en el extremo izquierdo, y Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, en el extremo derecho.]
En virtud de estar incrustado desde el siglo XVI en la marcha histórica occidental, el proceso político mexicano ofrece claras correspondencias con la dialéctica que a escala mundial hubo de darse entre las distintas generaciones de izquierda analizadas en la entrega de la semana pasada. Aunque los cortes no son absolutos, sirven por lo menos para orientar y reagrupar de alguna manera las distintas expresiones que de la izquierda política ha habido. En este caso, tratándose de México y del análisis del presente, nos atenemos estrictamente a los contenidos de carácter ideológico y doctrinario, dejando de lado cualquier disputa personal o de grupo, pues de lo que se trata aquí es de establecer un mapa mínimamente coherente.
Identificamos cuatro grandes generaciones históricas de la izquierda política, vinculadas orgánicamente con la idea de revolución y nacionalismo, tomando en cuenta lo expuesto en nuestra primera entrega por cuanto a las características teóricas o doctrinarias en un sentido general.
La primera generación de la izquierda mexicana es la de la ´revolución liberal´, que se entronca con la segunda generación mundial. Es la izquierda liberal hispanoamericana de los libertadores: de Morelos, Mina, Bolívar y San Martín a Juárez y Martí. Aquí quedaría organizado el Estado mexicano moderno en un sentido liberal-masónico, recorriendo en realidad todo el siglo XIX: separación Iglesia-Estado, idea incipiente de igualdad ciudadana, soberanía republicana, etc. Cristaliza ideológicamente con la Constitución de 1857 y políticamente con la restauración de la República por Juárez en 1867.
La segunda generación es la de la ´revolución social-popular´ o ´nacional-popular´. Se trata de la Revolución mexicana entendida en un sentido amplio, de 1910 a 1938. Durante el último tramo del siglo XIX, se irían organizando, por influencia europea, corrientes de izquierda socialista y anarquista, que desembocarían en el complejo proceso de la revolución mexicana. En esta generación habría de cobrar densidad y potencia histórica los derechos de los trabajadores (artículo 123) y el movimiento obrero y campesino se habrían de situar como pilares fundamentales de la organización de la matriz del Estado cardenista-lombardista y nacionalista revolucionario. Esta segunda generación cristaliza ideológicamente con la Constitución de 1917 y políticamente con la expropiación petrolera de 1938.
La tercera generación es la de la ´revolución socialista´, que nunca llega, como tal, al poder del Estado. Su marcha recorre una trayectoria que va de 1919 a 1989, y en ella quedarían incluidas las múltiples corrientes organizadas en el entorno del movimiento comunista (marxista-leninista, trotskista, castro-guevarista, maoísta), y se despliega durante el siglo XX con suerte y destino político diversos, de la fundación del Partido Comunista Mexicano en 1919 a la candidatura del ingeniero Cárdenas en 1988.
La cuarta generación es la de la ´revolución democrática´, que va de 1989 a nuestro presente, a resultas de la disolución del Partido Mexicano Socialista y su transformación, a través de la plataforma neo-cardenista, en el Partido de la Revolución Democrática en 1989. En el horizonte estratégico se desplaza a la revolución socialista por la necesidad de impulsar una revolución democrática a la vista de la forma autoritaria en la que el PRI hubo de organizar la estructura política del régimen mexicano, en un contexto de colapso del socialismo real como alternativa histórica y de la implantación del neoliberalismo democrático como matriz de conducción del Estado y la sociedad.
Esta cuarta generación de la izquierda no ha alcanzado el poder del Estado (la presidencia de la república), pero sí ha consolidado su presencia a nivel local, habiéndose logrado ya varias gubernaturas, como la de Tabasco, Guerrero o el gobierno del Distrito Federal.
Como se puede observar, la primera y la segunda generaciones (la revolución liberal y la revolución nacional-popular) llegan al poder del Estado y es en función de ellas como se organiza la matriz histórica del Estado mexicano moderno, lo que nos sitúa en la posibilidad de afirmar que México es una nación troquelada por el liberalismo y el nacionalismo revolucionario.
Pero ni la tercera ni la cuarta generaciones (la revolución socialista y la revolución democrática) han logrado consolidarse con la fuerza necesaria para hacerse del poder del Estado, habiendo sido, por ahora, la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006 el momento en donde más cerca se pudo haber estado de lograrlo. Y ha sido a partir de entonces que se inicia un proceso de configuración de una nueva generación de la izquierda, que desde la plataforma del Movimiento Regeneración Nacional intenta recuperar, fundamentalmente, el vector del nacionalismo revolucionario (segunda generación) como directriz de reorganización histórica de la nación.
Por nuestra parte, estimamos que el futuro de las izquierdas mexicanas estará inextricablemente vinculado a la dialéctica entre dos opciones polares: la opción nacionalista (¿revolucionaria?) y la opción socialdemócrata (¿neoliberal?).
Diario Presente, Villahermosa, Tabasco.
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