Ismael Carvallo Robledo.
En América es octubre el mes recordado. El 12 de octubre, para ser más exactos. Ese día, en aquél año tan insigne, Cristóbal Colón, lo sabemos todos, arribó con sus tres navíos a la isla de las Bahamas, cambiando para siempre la marcha y el sentido de la historia.
Para muchos se trata del año que inaugura la modernidad, la era de los descubrimientos. Para otros es un año funesto, que trajo a América la opresión, la dominación y la imposición: económica, religiosa, cultural y hasta nominativa, pues hasta el nombre se nos impuso en honor a Américo Vespucio.
Otros, en México, prefirieron recordar a Colón como mal menor, erigiendo una estatua suya, en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, con tal de que quedaran eclipsados otro año y otro hombre, de peor fama y de maldecida estampa: 1521 y Hernán Cortés, que no tiene su estatua. O por lo menos no la tiene en Reforma, a pesar de que, además del inglés, el idioma hablado en toda América por un aproximado de quinientos millones de personas no es el de Colón sino el de Cortés o Pizarro, nos guste o no, y que hace del español una de las lenguas más vivas y vigentes, hoy, del planeta entero, siendo México, además, por demografía, el centro de gravitación de todo el mundo hispanohablante seguido de Colombia, España, Argentina, Perú y Venezuela.
Pero para muchos indigenistas la ausencia de Cortés en la avenida Reforma no es suficiente siquiera, y cada 12 de octubre se reúnen todos, en la Glorieta de Colón, ataviados con ropajes de hace seis o siete siglos, funcionales solamente desde el punto de vista folklórico pero inoperantes desde el de la vida cotidiana del siglo XXI, para gritar su furia contra él y lo que representa. Y en Venezuela, o en Bolivia o en Argentina, hace algunos años, el Día de la Raza hubo de transformarse en Día de la Resistencia Indígena, en Día de la Diversidad Cultural o en linduras de ese tenor.
Ocurre entonces que todos, bien sea para condenarlo o para conmemorarlo, se concentran en octubre de 1492. Se repudia o se recuerda el año en que algo y alguien, los españoles (o los europeos) y sus instituciones, llegaron al continente. Pero no se explican ni las causas ni las razones ni el proceso general, de escala geopolítica, que hizo de ese viaje de Colón, o de la llegada de Cortés, un acontecimiento de primera magnitud y relevancia para la historia en la que, para bien o para mal –yo digo que para bien, pues entre otras cosas se trajo un Dios antropomorfo y la Universidad, además de que la macana de madera con incrustaciones de piedra, el macuahuitl, fue sustituido por la espada de hierro-, quedó el continente incorporado para siempre. Pero es que para ello, para entender ese proceso no es octubre sino enero el mes fundamental. ¿Qué pasó pues, en Europa, en enero de 1492?
La Toma de Granada. Eso fue lo que ocurrió. El 2 de enero de 1492 es el día en que la recuperación de la ciudad de Granada, en España, se protocoliza mediante la entrega de las llaves de la ciudad y la fortaleza-palacio de la Alhambra a los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, por parte de Mohámed XII, “Boabdil” para los cristianos, Emir de Granada hasta ese día. El último emir. Era el fin de la Reconquista española, que llevaba para entonces siete siglos –arranca en el 722, en Covadonga, Asturias- y a través de la cual la plataforma hispano-cristiana, que era trinitaria y corporeista, recupera los territorios ocupados por los musulmanes, que eran monoteístas, los más puros, seguidores de un Dios tan abstracto que no se le puede ni nombrar ni representar, en una guerra de dilatadísima prolongación que terminaría por transformar de manera definitiva, para la monarquía hispánica, el contenido y sentido de su núcleo, de su cuerpo político y de su curso histórico, de su marcha expansiva, que ya no pudo detener y que estaba llamada a desembocar en la configuración política del imperio español.
La expansión musulmana se inicia, en efecto, en el séptimo siglo de nuestra era. Persia, Siria, Egipto, África y España, con la excepción de la zona norte, quedaron bajo su dominio. Nada, al parecer, podía resistirle. Las rutas comerciales del Mediterráneo pasan a ser controladas por los musulmanes, y la unidad mediterránea se fractura. Fue el verdadero fin del mundo antiguo greco-helenístico y romano.
A partir de entonces quedan establecidos los bandos históricos, geopolíticos, en cuyo enfrentamiento quedaría definido el núcleo de Europa, como se observó en la Cruzadas, y de las futuras naciones políticas herederas de aquéllos reinos cristianos medievales, transformados luego, durante el siglo XIX, en naciones políticas con soberanía popular y en la nómina de las cuales figuran todas nuestras repúblicas, que hablan español y que son mayoritariamente católicas.
Estaba España, entonces, en una guerra de siglos contra el islam. En octubre de 1492 llega Colón a América, pero financiado por los Reyes Católicos, que tenían noticia de la hipótesis de Toscanelli para establecer una ruta marítima por el oeste y tomar, así, a los moros por la espalda. Pero eso ya no ocurrió, pues otra cosa muy distinta fue lo que se encontró.
[En la imagen: Boabdil entrega las llaves de Granada a los Reyes Católicos]
Viernes 16 de octubre, 2015. Diario Presente, Villahermosa, Tabasco.
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Ismael Carvallo Robledo.
En América es octubre el mes recordado. El 12 de octubre, para ser más exactos. Ese día, en aquél año tan insigne, Cristóbal Colón, lo sabemos todos, arribó con sus tres navíos a la isla de las Bahamas, cambiando para siempre la marcha y el sentido de la historia.
Para muchos se trata del año que inaugura la modernidad, la era de los descubrimientos. Para otros es un año funesto, que trajo a América la opresión, la dominación y la imposición: económica, religiosa, cultural y hasta nominativa, pues hasta el nombre se nos impuso en honor a Américo Vespucio.
Otros, en México, prefirieron recordar a Colón como mal menor, erigiendo una estatua suya, en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, con tal de que quedaran eclipsados otro año y otro hombre, de peor fama y de maldecida estampa: 1521 y Hernán Cortés, que no tiene su estatua. O por lo menos no la tiene en Reforma, a pesar de que, además del inglés, el idioma hablado en toda América por un aproximado de quinientos millones de personas no es el de Colón sino el de Cortés o Pizarro, nos guste o no, y que hace del español una de las lenguas más vivas y vigentes, hoy, del planeta entero, siendo México, además, por demografía, el centro de gravitación de todo el mundo hispanohablante seguido de Colombia, España, Argentina, Perú y Venezuela.
Pero para muchos indigenistas la ausencia de Cortés en la avenida Reforma no es suficiente siquiera, y cada 12 de octubre se reúnen todos, en la Glorieta de Colón, ataviados con ropajes de hace seis o siete siglos, funcionales solamente desde el punto de vista folklórico pero inoperantes desde el de la vida cotidiana del siglo XXI, para gritar su furia contra él y lo que representa. Y en Venezuela, o en Bolivia o en Argentina, hace algunos años, el Día de la Raza hubo de transformarse en Día de la Resistencia Indígena, en Día de la Diversidad Cultural o en linduras de ese tenor.
Ocurre entonces que todos, bien sea para condenarlo o para conmemorarlo, se concentran en octubre de 1492. Se repudia o se recuerda el año en que algo y alguien, los españoles (o los europeos) y sus instituciones, llegaron al continente. Pero no se explican ni las causas ni las razones ni el proceso general, de escala geopolítica, que hizo de ese viaje de Colón, o de la llegada de Cortés, un acontecimiento de primera magnitud y relevancia para la historia en la que, para bien o para mal –yo digo que para bien, pues entre otras cosas se trajo un Dios antropomorfo y la Universidad, además de que la macana de madera con incrustaciones de piedra, el macuahuitl, fue sustituido por la espada de hierro-, quedó el continente incorporado para siempre. Pero es que para ello, para entender ese proceso no es octubre sino enero el mes fundamental. ¿Qué pasó pues, en Europa, en enero de 1492?
La Toma de Granada. Eso fue lo que ocurrió. El 2 de enero de 1492 es el día en que la recuperación de la ciudad de Granada, en España, se protocoliza mediante la entrega de las llaves de la ciudad y la fortaleza-palacio de la Alhambra a los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, por parte de Mohámed XII, “Boabdil” para los cristianos, Emir de Granada hasta ese día. El último emir. Era el fin de la Reconquista española, que llevaba para entonces siete siglos –arranca en el 722, en Covadonga, Asturias- y a través de la cual la plataforma hispano-cristiana, que era trinitaria y corporeista, recupera los territorios ocupados por los musulmanes, que eran monoteístas, los más puros, seguidores de un Dios tan abstracto que no se le puede ni nombrar ni representar, en una guerra de dilatadísima prolongación que terminaría por transformar de manera definitiva, para la monarquía hispánica, el contenido y sentido de su núcleo, de su cuerpo político y de su curso histórico, de su marcha expansiva, que ya no pudo detener y que estaba llamada a desembocar en la configuración política del imperio español.
La expansión musulmana se inicia, en efecto, en el séptimo siglo de nuestra era. Persia, Siria, Egipto, África y España, con la excepción de la zona norte, quedaron bajo su dominio. Nada, al parecer, podía resistirle. Las rutas comerciales del Mediterráneo pasan a ser controladas por los musulmanes, y la unidad mediterránea se fractura. Fue el verdadero fin del mundo antiguo greco-helenístico y romano.
A partir de entonces quedan establecidos los bandos históricos, geopolíticos, en cuyo enfrentamiento quedaría definido el núcleo de Europa, como se observó en la Cruzadas, y de las futuras naciones políticas herederas de aquéllos reinos cristianos medievales, transformados luego, durante el siglo XIX, en naciones políticas con soberanía popular y en la nómina de las cuales figuran todas nuestras repúblicas, que hablan español y que son mayoritariamente católicas.
Estaba España, entonces, en una guerra de siglos contra el islam. En octubre de 1492 llega Colón a América, pero financiado por los Reyes Católicos, que tenían noticia de la hipótesis de Toscanelli para establecer una ruta marítima por el oeste y tomar, así, a los moros por la espalda. Pero eso ya no ocurrió, pues otra cosa muy distinta fue lo que se encontró.
[En la imagen: Boabdil entrega las llaves de Granada a los Reyes Católicos]
Viernes 16 de octubre, 2015. Diario Presente, Villahermosa, Tabasco.
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