GAP Andrés Molina Enríquez

Qué es el neoliberalismo II

La semana pasada, explicábamos dos de los tres procesos que alteraron el equilibro geopolítico de la guerra fría durante el período 1975-1995.

El tercero fue la caída de la Unión Soviética y su órbita de influencia a fines de los 90, que implicó la liberación de áreas enteras de mercado y sociedades que sería menester incorporar a un esquema de capitalismo del bienestar que, no obstante, se encontraba en grave crisis de gestión por la inflación endémica y las drásticas medidas de ajuste que, como respuesta, comenzaron a ser desplegadas en países centrales como Estados Unidos (Reagan) y Reino Unido (Thatcher).

Estas son las condiciones en las que se abre paso la segunda mitad del ciclo generacional, 1995-2015, y que enmarca la dinámica económico-política en la que nos situamos en el presente. En ese período, mientras que China, en efecto, se mantiene con un ritmo de crecimiento sostenido, se consolidan por otro lado las políticas de ajuste estructural, impulsadas fundamentalmente por el Fondo Monetario Internacional y la OCDE para forzar a los gobiernos endeudados o en vías de desarrollo a entrar en esquemas muy duros de recorte de gasto y de contracción y restricción fiscal, al tiempo de que, simultáneamente, se aísla la Política Monetaria de los gobiernos haciendo independientes a sus Bancos Centrales de modo tal que fuera posible mantener a raya a la inflación, lo cual ha afectado el crecimiento y el desarrollo económico.

Son los años del desmantelamiento de las grandes empresas nacionales (en México y América Latina, pero también en Reino Unido o en España), de la desarticulación y deslegitimación del nacionalismo político y económico y, concurrentemente -una vez desaparecido el enemigo comunista-, de la liberalización de la economía y la desregulación del sistema financiero, dando como resultado una dislocación de la economía política en dos planos: el de la producción nacional (que funciona a largo plazo y está anclada al territorio), que queda sometida a la liberalización comercial, y el de las finanzas (que funciona a corto plazo y no tiene circunscripción territorial), que queda liberada de la regulación. La especulación financiera se deslinda de la producción económica, configurando un encuadre que Kari Polanyi Levitt ha denominado la financiarizacion del mundo:

‘La liberalización del comercio y la inversión vino acompañada por una explosión de las finanzas globales de corto plazo que en mucho superaban los requerimientos del comercio. Las ganancias sobre las inversiones de cartera de corto plazo y las oportunidades para las ganancias de capital excedieron aquellas procedentes de la actividad productiva. Las corporaciones movieron sus activos desde la producción hacia las finanzas, y las cuentas nacionales de casi todos los países mostraron un extraordinario crecimiento en la contribución de los servicios financieros al PIB. En algunos países en desarrollo esta financiarización igualó o sobrepasó la contribución de las manufacturas, lo que reflejaba los beneficios obtenidos por los tenedores de valores gubernamentales y otros activos financieros. Esta financiarización que acompañó a la globalización fue un mecanismo de transferencia de recursos reales de la producción y contribuyentes a los propietarios individuales o institucionales de activos financieros. Tanto a nivel doméstico como internacional ha sido un mecanismo de desigualdad e inestabilidad. Hemos visto crisis financieras más frecuentes y más severas que aquellas de los años treinta, no en el corazón del capitalismo, sino en Asia del Este, América Latina, Turquía, Brasil, Argentina y Rusia. En muchos países en desarrollo los niveles de vida han caído no en 2 o 5 por ciento, sino en 30 por ciento más’, Kari Polanyi Levitt, De la gran transformación a la gran financiarización (FCE, México, 2018, p. 44).

Continuará.

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