Antonio Gramsci

Gramsci: sobre el «pensamiento social» de los católicos

Cuadernos de la cárcel. Tomo II. Cuaderno 5, 1930-1932.

Me parece que puede hacerse esta observación crítica preliminar: que no se trata de un programa político obligatorio para todos los católicos, a cuya conquista se hallan dirigidas las fuerzas organizativas que poseen los católicos, sino que se trata pura y simplemente de un «conjunto de argumentaciones polémicas» positivas y negativas sin concreción política. Esto sea dicho sin entrar en las cuestiones de mérito, o sea en el examen del valor intrínseco de las medidas de carácter económico-social que los católicos ponen en la base de tales argumentaciones.

En realidad la Iglesia no quiere comprometerse en la vida práctica económica y no se empeña a fondo, ni para poner en práctica los principios sociales que afirma y que no son puestos en práctica, ni para defender, mantener o restaurar aquellas situaciones en las que una parte de aquellos principios ya se practicaba y que han sido destruidas. Para comprender bien la posición de la Iglesia en la sociedad moderna, hay que comprender que está dispuesta a luchar sólo para defender sus particulares libertades corporativas (de Iglesia como Iglesia, organización eclesiástica), o sea los privilegios que proclama ligados a la propia esencia divina: para esta defensa de la Iglesia no excluye ningún medio, ni la insurrección armada, ni el atentado individual, ni la apelación a la invasión extranjera. Todo el resto es desdeñable relativamente, a menos que esté ligado a condiciones existenciales propias. Por «despotismo» la Iglesia entiende la intervención de la autoridad estatal laica para limitar o suprimir sus privilegios, no mucho más que eso: reconoce cualquier autoridad de hecho, y con tal de que no toque sus privilegios, la legitima; si además aumenta sus privilegios, la exalta y la proclama providencial.

Dadas estas premisas, el «pensamiento social» católico tiene un valor puramente académico: hay que estudiarlo y analizarlo en cuanto elemento ideológico opiáceo, tendiente a mantener determinados estados de ánimo de expectación pasiva de tipo religioso, pero no como elemento de vida política e histórica directamente activo. Es ciertamente un elemento político e histórico, pero de un carácter absolutamente particular: es un elemento de reserva, no de primera línea, y por eso en cualquier momento puede ser «olvidado» prácticamente y «silenciado», aun sin renunciar completamente a él, porque podría volver a presentarse la ocasión en que fuera necesario. Los católicos son muy astutos, pero me parece que en este caso son demasiado astutos.

Sobre el «pensamiento social» católico hay que tener presente el libro del padre jesuita Albert Muller, profesor de la escuela superior comercial de S. Ignacio, en Anversa, cuya reseña vi en la Civilitá Cattolica del 1 de septiembre de 1928, Pensiero e attivitá sociali; me parece que Muller expone el punto de vista más radical a que pueden llegar los jesuitas en esta materia (salario familiar, coparticipación, control, cogestión, etcétera).

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