Historia Libros

Una historia de Italia: Feltrinelli

Sobre Senior Service. Biografía de un editor, de Carlo Feltrinelli, Tusquets, Barcelona, 2001.


Si en los próximos meses tengo un poco de tiempo, trataré de escribir para ti una Historia de Italia. La que te enseñan en el colegio está completamente equivocada y hecha a propósito para confundir las ideas.

Carta de Giangiacomo Feltrinelli a su hijo Carlo, 29 de enero, 1970.

I

En los documentos de la CIA era considerado como el principal agente castrista en Europa. Para Antonio Negri, era el rico editor imbuido del mito arcaico de la resistencia tradicional. Solía decir a sus compañeros que ‘si encuentran a un hombre muerto debajo de un puente, ese hombre seré yo’. Su afirmación se cumpliría con rango de tragedia aquilea.

Se llamaba Feltrinelli, Giangiacomo Feltrinelli. ‘Hasta la visa, Carlino, hasta la vista, hijo. Crece bien, crece fuerte’, le dice a Carlo en carta de noviembre del setentaiuno un padre que estaba en la antesala de la muerte que lo haría estallar por los aires al activarse a destiempo la bomba que llevaba entre las manos, tal como lo registra su destinatario de entonces escasos diez años y que, en madurez, ha reconstruido esta historia al mismo tiempo enigmática, trágica y apasionante bajo el título de Senior Service. Biografía de un editor.

Es la vida de su padre, que la suponemos ofrecida cual neblinoso secreto de jesuitas, que como dice Chateaubriand han sustituido la soledad a medida que ésta desaparece de la tierra. La ausencia de aquél padre habría sido, nos parece, la soledad de ese hijo que solo en retrospectiva ha podido columbrar la magnitud de lo que pasó a ser el destino de su apellido, el de Italia, y también el de Europa y el del siglo XX, sobre todo desde el fractal dialéctico de la Guerra Fría.

Su nombre de guerra era Osvaldo. ‘¿Por qué te arriesgas de este modo?’, le pregunta un compañero, a quien responde: ‘Quiero ser el primero entre los primeros, pero también el último de los últimos’. Y en otra ocasión la afirmación es aún más fuerte y sobrecogedora: ‘Todo esto lo hago por mi hijo’. La enormidad de esta frase me sigue halagando, dice por su parte Carlo Feltrinelli en la página 405 (Tusquets, Barcelona, 2001).

II

Marzo. 1972. El perro se llamaba Twist. Su dueño era Luigi Stringhetti, arrendatario de un terreno situado en la localidad de Cascina Nuova, Segrate, en las cercanías de Milán. Un día 15 de aquél mes y año Twist pudo ser visto moviendo la cola frenéticamente delante de un “cadáver de sexo masculino tirado en el suelo, bajo un poste de alta tensión”. Era el final.

Para las 4:30 de la tarde, debajo de ese poste de Segrate –no fue un puente, pero sí un poste de alta tensión– se agolpaban policías políticos, carabineros, reporteros, la policía científica, el servicio de basura de la municipalidad, fotógrafos y curiosos para comprobar y levantar acta de los hechos: el “terrorista sin nombre” había utilizado quince cartuchos de dinamita para preparar las cargas en la base del poste, pero una detonación fuera de cálculo terminó con la vida de Giangiacomo Feltrinelli, “Osvaldo”, de 45 años, con un potencia que también no fueron capaces de calcular. ‘Quiero ser el primero entre los primeros, pero también el último de los últimos’. ‘Todo esto lo hago por mi hijo’.

A doscientos metros de distancia, en una carretera secundaria, la policía forzó una furgoneta Volkswagen, que presuntamente habría sido el vehículo de la célula de “terroristas” que intentaron llevar a vías de efecto la operación que a la postre resultó fatalmente fallida. Entre las cosas halladas, había un paquete de cigarrillos Señor Service en el salpicadero. En la foto de Il Corriere del día siguiente aparecía desde lejos el cuerpo de un hombre de barba yaciendo con los brazos abiertos en cruz, y al parecer sin una pierna.

Los primeros titulares hablaban de la “Muerte de un terrorista a las puertas de Milán”. Cuando se comprobó su identidad, los titulares cambiaron al unísono para decir “¡Se trata de Feltrinelli!”. Murió un 14 de marzo de 1972.

III

‘Es evidente que entre los patronos y los obreros hay siempre una lucha que de vez en cuando se vuelve especialmente dura y violenta. Entonces los patronos enrolan a los fascistas, a los delincuentes comunes, llaman a la policía y a los carabineros. Esto es precisamente lo que está sucediendo hoy. Tú sabes que papá está del lado de los obreros, que le parece injusto que un obrero deba trabajar para enriquecer al patrono. Y como tu padre está del lado de los obreros, aunque tenga dinero, y, además, con este dinero imprime y publica libros que defienden la causa de los obreros, los patronos, los ricos, han organizado una violenta campaña contra él. Todo esto forma parte de una batalla más grande entre los patronos y los ricos, y los obreros y campesinos. En Italia esta batalla se ha vuelto hoy especialmente intensa, dura y violenta.’ (Señor Service, p. 355)

En estos términos le hablaba su padre a Carlo Feltrinelli, de escasos ocho años, en carta de enero del 70. La Guerra Fría se encontraba en uno de sus momentos más álgidos y de mayor intensidad planetaria. En abril de ese año, tropas survietnamitas y norteamericanas invaden Camboya. Tres años antes el Che Guevara moriría en Bolivia, y dos después, 1972, Mao Tse Tung se reuniría con Nixon en un encuentro histórico pergeñado por Kissinger, llamado a modificar el equilibrio geopolítico del mundo –porque en ese momento toda una época comenzó a cambiar de base en dirección a China– mediante el desequilibrio producido al interior del mundo comunista en desmedro de los soviéticos, cuya plataforma quedó herida de muerte por esa apertura de China al mundo cuyas consecuencias todavía estamos viendo en el presente: este sólo hecho es lo que explica la estrategia mundial de Donald Trump

El otro acontecimiento de alta implicación universal cuyas consecuencias seguimos atestiguando tendría lugar 8 años después de aquélla carta paternal entre los Feltrinelli, pero que ya no presenciaron ni Mao, ni el Che ni el propio Giangiacomo: la revolución islámica –y por tanto de extrema derecha– iraní del 78 que habría de transformar a Teherán, caída la Unión Soviética, en uno de los polos de beligerancia más persistentes contra Estados Unidos y, en general, contra el occidente judeo-cristiano y capitalista, que ya no pudo transformarse por vía comunista, como quiso Feltrinelli, o eurocomunista, como quisieron Berlinguer y Carrillo. Pero quedaba Hispanoamérica todavía. Y quedaba Fidel Castro.

A estos efectos, Feltrinelli estaba convencido –y decidido a contribuir en ese sentido– de que la correlación de fuerzas internacionales en esos momentos de alta tensión podría inclinarse en la dirección de una ofensiva social imperialista de apoyatura soviética y de despliegue estratégico en el tercer mundo, cuyo epicentro de articulación de operaciones podría ser La Habana. Tal fue el objetivo organizativo de la Conferencia Tricontinental (La Habana, 1966) y de la posterior Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS (La Habana, 1967); un objetivo que tenía como pivote fundamental de anudamiento el propósito de ensanchar las bases de apoyo al Che Guevara en su campaña de expansión de la revolución:

‘La OLAS coronaba, para la galería, un trabajo de largo aliento llevado desde hacía mucho tiempo sin publicidad, destinado a revitalizar o a estimular la guerrilla allí donde se encontraba ya implantada (Guatemala, Venezuela, Colombia, Bolivia) y a ganar el apoyo o al menos la comprensión de las fuerzas políticas allí donde las armas no tenían aún la palabra. Pero su objetivo era inmediato y pragmático, aunque no pudiera ser enunciado ni aun captado por la casi totalidad de los participantes: ofrecer al Che un aparato de apoyo político, militar y psicológico, romper su aislamiento político neutralizando al máximo a los partidos hostiles, asegurar su retaguardia en los países limítrofes y, por este medio indirecto, crear en todas partes donde fuera posible condiciones favorables a la propagación de la lucha armada a partir del foco boliviano’. (Regis Debray, La crítica de las armas, I, Siglo XXI, México, 1975, pp. 12 y 13).

IV

Giacomo Feltrinelli fue un millonario italiano que vivió entre 1926 y 1972. Siguiendo en toda regla la tradición de Federico Engels, optó, aun con su fortuna y su futuro y el de su familia asegurados, por la lucha política, el combate guerrillero y por las grandes causas obreras y socialistas tal como le fueron ofrecidas a su generación como alternativas de direccionamiento de la historia, arrastrando al hacerlo a sociedades, pueblos y naciones.

Heredó la fortuna y el poder que provenían de uno de los apellidos más ricos y acomodados de la Italia de aquéllos tiempos, originaria de Feltre, y que como era común en los altos estratos oligárquicos de principios del siglo XX se articulaba en función de conglomerados industriales multisectoriales: sociedades de crédito, construcción o industria de la madera para el caso concreto de los Feltrinelli.

Pero cual si se tratara de un Engels italiano, Giangiacomo comenzó a cobrar consciencia de la contradicción fundamental que en aquéllos tiempos de aceleración industrial y de acumulación de capital se reflejaba con viveza en la experiencia obrera y en la fábrica, que al instante comprendió como sistema de organización, eficiencia y disciplina que se enfrenta con la humanidad –en sentido corpóreo, materialista y antropológico– de los sujetos operatorios para tejer su destino con la producción tal como Chaplin lo había plasmado en Tiempos modernos, de 1936.

Esa consciencia de la contradicción fundamental de la economía y la producción en el mundo moderno, que ni siquiera pudo ser resuelta satisfactoriamente en el experimento soviético (pues en uno y otro sistema siguió estando presente la ley de hierro de la economía moderna: el rendimiento) fue la que lo llevó a terminar hecho pedazos con una bomba entre las manos, que le estalló a destiempo un día de marzo de 1972.

Paso previo a esa transformación acelerada de su vida fue la Segunda Guerra mundial, desde luego, y la experiencia que en ese contexto tan complejo de configuración de las naciones durante la primea mitad del siglo XX le fue dado a Europa y a América atestiguar bajo la morfología del nacionalismo, cuya versión italiana tuvo el color de las camias negras de Mussolini y el Partido Fascista.

En 1954 fundó la fantástica empresa editorial Feltrinelli Editore, sello al que habría de quedar asociado para siempre su nombre como una de las aventuras editoriales más importantes de la Italia y la Europa del siglo XX, partícipes de esa suerte de epopeya de la inteligencia –todo proyecto editorial lo es– en donde las casas editoriales independientes europeas (Einaudi, Feltrinelli, Gallimard, Grijalbo, Seix Barral) y americanas (Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI, las Penguin y Random House originales en Estados Unidos) levantaron la arquitectura intelectual occidental.

Son de sobra conocidos los polémicos expedientes del Doctor Zhivago de Pasternak, El Gatopardo de di Lampedusa o los Trópicos de Henry Milller, que lograron ser llevados a la estampa gracias a las rocambolescas gestiones de Feltrinelli, que entre espías soviéticos, censores y problemas comerciales y financieros no paró nunca en su afán por difundir las obras que a su juicio eran merecedoras del reconocimiento internacional.

Por militancia y convicciones, puso su fortuna y sus proyectos al servicio de la transformación histórica del mundo, y fue de los primeros extranjeros que se entrevistaron con Fidel Castro cuando se hallaba éste en la cima del poder y la gloria desde el que encaraba con soberbia el juicio de la historia.

Desde 1948 comenzó a reunir obras fundamentales sobre el movimiento obrero en Italia. Después, ya con el proyecto editorial en marcha, continuó con esa labor de acopio, adquisición y resguardo de archivos, documentos, libros y literatura producida en y sobre la experiencia obrera, comunista, revolucionaria y desde luego que marxista leninista, para terminar teniendo uno de los principales fondos que desde entonces y al día de hoy existen en el mundo sobre todo lo que se ha producido desde las coordenadas de esa parcela tan importante de la historia, y que primero se llamó simplemente Biblioteca Feltrinelli, y que hoy se conoce como la Fondazione Giangiacomo Feltrinelli.

La historia entera de esta vida italiana; esta historia particular de Italia tal como pudo quedar refractada en la trayectoria de un hombre apasionado, contradictorio y militante, además de amante empedernido de los libros, la literatura, la historia, el pensamiento y de las bibliotecas, es lo que resume Carlo Feltrinelli en Senior Service. Biografía de un editor, original de 1999, en un compactado apasionado de 416 páginas que Tusquets editores de Barcelona tuvo a bien dar vida, traducción de Mercedes Corral mediante, en 2001.

Cualquiera que tenga un cierto amor por los libros, la edición y las bibliotecas, y sobre todo por la forma tan explosiva, apasionante y a veces peligrosa con la que libros y bibliotecas hacen precisamente posible la conexión entre la vida individual y la historia política del mundo –y esto y no otra cosa es la lección mayor y más grave que Cervantes nos dejó a través del Quijote–, quedará muy seguramente seducido por este libro de la misma forma e intensidad con la que he quedado yo.

feltri y castro 2

A %d blogueros les gusta esto: