Filosofía

Facultad de Filosofía de León

Ismael Carvallo Robledo

La conversación fue con Fernando Sánchez Dragó, por ahí más o menos de fines de los noventa. El entrevistado era Carlos Fuentes, que al tocar el tema de España y América, hace un comentario de gran significación relativo a “la gran oleada salvadora”, según sus palabras, de republicanos españoles que llegaron a instancias del general Cárdenas durante la década de los cuarenta del siglo pasado. Los detalles y el contexto son de sobra conocidos, y no está de más añadir que no es poco –si no es que todo- lo que se tiene que replantear por cuanto al maniqueísmo pernicioso que anima la ideología “guerra-civilista” que sorprendentemente pervive todavía hoy de manera burda y esquemática, sin ninguna revisión crítica y con un simplismo historiográfico bochornoso por infantil, detenido en el tiempo.

Pero maniqueísmos y simplismos aparte -ironizados genialmente por Max Aub en La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco-, lo que dice Fuentes tiene una rotundidad que es imposible ignorar sin perder, por otro lado, la consistencia dialéctica en el análisis. Su juicio fue del tenor siguiente: “los republicanos españoles renovaron la cultura de México en todos los niveles: la literatura, el cine, el teatro, la enseñanza, la universidad, el derecho, la arquitectura, la filosofía; por donde mires, el México realmente moderno se hace en colaboración con los grandes exiliados de la república española, y esto cambió totalmente nuestra percepción de España y lo español.”.

Entre esos exiliados estaba el asturiano José Gaos (1900-1969), gran discípulo de Ortega y Gasset. Su influencia en la enseñanza de la filosofía en México, en el siglo XX, hubo de ser total y definitiva. Además de traducir obras fundamentales del área de difusión germánica (Hegel, Heidegger, Scheler, Husserl), y de haber sido profesor de preparatoria de mi abuelo, fue en el magisterio de Gaos donde se habrían de formar las grandes generaciones de pensamiento histórico y filosófico del México contemporáneo: Leopoldo Zea, el grupo de “los hiperiones” (Luis Villoro, Emilio Uranga), los hegelianos (Fernando Salmerón, que también fue orteguiano, Alejandro Rossi, Ramón Xirau, Alfonso Rangel Guerra), los historiadores (Bernabé Navarro, Álvaro Matute, Elsa Cecilia Frost, Andrés Lira, José María Muriá), los estudiosos de Husserl (Antonio Zirión), los del pensamiento en lengua española (Vera Yamuni, Carmen Rovira) y los “metafísicos” (Juliana González y Antonio Gómez Robledo). Los marxistas (Lombardo, Revueltas, Sánchez Vázquez, más tarde Bolívar Echeverría) irían por otro lado. Porfirio Miranda se formó en Estados Unidos y Alemania.

La herencia intelectual de José Gaos, en todo caso, quedó distribuida fundamentalmente en la UNAM y en El Colegio de México, a través de la replicación generacional de su discipulado con un alcance verdaderamente histórico, que hoy se puede observar en aulas, institutos y cátedras. Carlos Fuentes tenía razón.

Pero hay algo que le faltó siempre a Gaos: un sistema, como él mismo afirma en sus Confesiones profesionales: “estoy muy seguro de ser profesor de Filosofía, pero lo estoy muy poco de ser un filósofo. Para ser un filósofo parece que me falta –pues, caramba, nada menos que precisamente una filosofía-“. Es muy importante calibrar la magnitud de lo que nos confiesa: “no he desarrollado mis ideas en la forma al parecer requerida de una verdadera filosofía: sistemática, objetiva.”. No tenía sistema Gaos, en efecto. A todo lo que pudo aspirar según confiesa, y no es poco, es a explicar la historia de la filosofía. Pero la falta de sistema se heredó inevitablemente a México.

Pues bien, en cosa de un par de meses, está a punto de arrancar en León Guanajuato uno de los proyectos académicos más ambiciosos que ha habido y habrá en mucho tiempo, y que sólo se puede medir históricamente, en el siglo XX, tal es mi convicción, con la trascendencia que para México tuvo la llegada de aquélla oleada intelectual española.

Coincidentemente, el proyecto es también de hechura asturiana. Se trata de la instalación de la Facultad de Filosofía en el Instituto Oviedo de León, Guanajuato, coordinada orgánicamente con la Fundación Gustavo Bueno. Gustavo Bueno (1924) es el creador del sistema (atención con esto) denominado materialismo filosófico, base teórica de la Escuela de Filosofía de Oviedo.

Para el materialismo filosófico, la filosofía solamente es verdadera si es sistemática, y si es capaz de involucrarse con la marcha de las cosas del mundo tal como se dan y configuran, en la inmanencia de su campo categorial. No se trata solamente de enseñar su historia, exenta de los problemas del presente. La filosofía, o es filosofía inmersa en las contradicciones de cada época en la que se despliega, o es simplemente historia y comentario de textos filosóficos pretéritos.

La Escuela de Oviedo está construida con el acometido de situarse a la altura de ese reto. La nueva Facultad de Filosofía de León, por tanto y en correspondencia, está llamada a encabezar desde México una de las aventuras intelectuales más importantes de los años por venir, y que sin duda habrá de transformar tanto nuestra percepción de España, su historia e Hispanoamérica como la ponderación de la trascendencia universal que del pensamiento en español tenemos. Ya he hablado de esto en otras ocasiones. La semana próxima, como corolario de lo dicho, lo haré una vez más.

Viernes 17 de junio, 2016. Diario Presente. Villahermosa, Tabasco.

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