Los días terrenales

Trump 2.0, MAGA y México XIV. Tello y Cordera y La disputa por la nación

Si partimos de la idea de que la edad contemporánea es la de las revoluciones nacionales y nacionalistas que recorren el siglo XIX y el XX a partir de las revoluciones atlánticas (la norteamericana, la francesa y las hispánico-americanas), entonces podemos decir que nuestra historia es la de los grandes procesos de nacionalización en diversidad de planos de configuración, principalmente el económico-productivo, el jurídico y el cultural.

Desde esa perspectiva, el siglo XX mexicano podría ser visto entonces como el proceso que amarró las estructuras de la producción y la economía en función de tres grandes nacionalizaciones: la petrolera de 1938, la eléctrica de 1960 y la de la banca en 1981. En cada una de ellas se puso en juego la dialéctica de definición de lo político al interior del estado mexicano, entendiendo a lo político como el sistema de poder resultante de la respuesta que una sociedad histórica le da a tres preguntas fundamentales: quién manda, cómo manda y para qué manda.

Si conceptuamos las tres nacionalizaciones en comento como episodios de una gran disputa por la nación en donde se elevaron al primer plano los asuntos de “gran política” entre medio de los cuales tiene lugar la “pequeña política” (usemos la distinción de Gramsci), la de la Banca fue la que definió las variables y líneas de fractura fundamentales de la dialéctica de poder del México de nuestro presente, y el libro que lo explica de una manera penetrante y prácticamente en acto, o casi, es México: la disputa por la nación. Perspectiva y opciones del desarrollo de Carlos Tello y Rolando Cordera, editado ni más ni menos que en 1981 (Siglo XXI, México; hay reedición con nuevo prólogo de 2010).

Al año de la aparición del libro (es decir, en 1982), José López Portillo remataba su período presidencial con la sorpresiva medida de nacionalización de la Banca, en efecto, anunciada en su último informe de gobierno. El antagonismo que durante su sexenio y el anterior se había generado entre los grupos de poder económico (facción alemanista, en términos de Miguel Basáñez) y los sectores nacionalistas (facción cardenista) del régimen de un PRI que se consideraba aún heredero genuino de la Revolución mexicana alcanzaba su más alto grado de tensión, precipitando la consolidación y triunfo de una de las alternativas que Cordero y Tello detectaban en su cuadro analítico, a saber, la alternativa de desarrollo neoliberal, que caracterizaban como la implantación y consolidación, en los planos estratégicos y de dirección del Estado, de las fuerzas y grupos socio-económicos que dominaron la configuración del país a partir de la posguerra, y que se ‘expresaría no sólo en los espacios económicos superiores y modernos, sino en todos los ámbitos de la vida estatal, la cultura y las relaciones sociales. Todo lo anterior, además, sucedería dentro de la perspectiva de una acelerada integración global con la sociedad norteamericana.’ (pág. 43). Tal es la opción que hoy en día representa la alianza del PRI y el PAN y satélites marginales.

La otra opción era la nacionalista, que caracterizaban como una suerte de reactualización del proyecto nacional de desarrollo perfilado en el proyecto constitucional de 1917 y que durante la tercera década del siglo pasado fue puesto en práctica y consolidado orgánicamente a través de la conjugación (o alianza) del movimiento popular (particularmente la clase obrera organizada) y el grupo gobernante liderado por el general Lázaro Cárdenas. Tal es la opción que hoy representa, dejando de lado desviaciones progresistas burguesas y postmodernas, la alianza de la 4T.

A partir de 1988, la alternativa neoliberal triunfó y México quedó anclado, en efecto, al proyecto de expansión estratégica del capitalismo norteamericano simbolizado con la firma del TLCAN (1994) y hoy T-MEC (2020) próximo a entrar en intensa ronda de renegociación en un entorno ciertamente adverso por parte de la administración Trump 2.0, encarado por un gobierno mexicano en el que más o menos se resume (o eso es lo que yo desearía) la herencia del nacionalismo cardenista.  

Publicación original de El Independiente