Cuando vivía en León Guanajuato hace tres años más o menos recuerdo que al salir del Walmart local había un campesino muy pobre al que le comprábamos –casi que por compasión– unas bolsitas de nopales o elotes con los que era evidente que apenas lograba subsistir en niveles de miseria total. A saber cuánto tiempo hacía para llegar de su casa hasta ahí y de regreso. Era muy seguro que su familia entera, o parte, viviera en Estados Unidos. Nunca supimos.
El libro de John Tutino El corazón de México. De cómo las comunidades forjaron el capitalismo, una nación y la historia global, 1500-2000 (FCE, 2024) sirve para explicar la triste historia de ese campesino.
Se trata de un ambicioso proyecto de reconstrucción de la historia global de la modernidad que, como sabemos, se recorta a partir del descubrimiento de América, explicando una transición clave: que es la que va de lo que Tutino llama el capitalismo de la plata virreinal novohispana al capitalismo nacional mexicano, que a partir de fines del siglo XX pasó a convertirse en un capitalismo subordinado al norteamericano.
El macro-proceso arranca con la saturación de los mercados europeos con la plata novohispana y americana a partir del siglo XVI: ‘Las comunidades del centro de México construyeron, mantuvieron, subsidiaron, resistieron y cambiaron el capitalismo en formas demasiado complejas… –dice Tutino–. La historia que sigue explora tres épocas: la primera, el ascenso y la caída del capitalismo de la plata de 1500 a 1820; la segunda, las comunidades del centro en el mundo del capitalismo industrial de 1820 a 1920; la tercera, el renacimiento de las autonomías bajo el capitalismo nacional después de 1920 y su colapso con la urbanización y el giro hacia la globalización antes del año 2000.’ (pp. 34 y 35).
El interés de esta historia se incrementa por el hecho de que el marco general de esta gran dialéctica geopolítica está constituido por el imperio español, que Tutino conceptúa como un sistema de coordinación económico-política de tres sociedades plateras: la de los Andes, la del Bajío novohispano y la de la Norteamérica española.
La perspectiva multisecular ofrece un contraste ciertamente aplastante, vale decir deprimente: ‘La presente historia ofrece un nuevo entendimiento sobre la larga trayectoria del capitalismo global, explorando la manera en que las personas que trabajaban en las cuencas que rodean la ciudad de México le dieron forma a partir del siglo XVI y hasta el XX. Los mexicas de Tenochtitlán vivieron de los cultivos y la producción de artesanías de estas comunidades mientras ejercían su poder de 1350 a 1520. En el siglo XVI, estas comunidades se convirtieron en repúblicas agrarias bajo el gobierno español; ello les permitió mantenerse a sí mismas, a las minas de plata en Taxco y Pachuca y a la ciudad que las vinculaba con un nuevo imperio y con el comercio mundial.’ (p. 11)
A partir de 1808 vendrían las tres transformaciones del proyecto nacional mexicano (Independencia, Reforma y Revolución nacional) mediante el que ese capitalismo de la plata habría de transformarse en un capitalismo industrial nacionalizado y nacionalista durante la primera mitad del siglo XX. Es muy seguro que los antepasados de aquel campesino de León se hayan ido a la lucha con Morelos o Juárez o tal vez con Zapata.
Pero a partir de 1980 ese capitalismo nacional se derrumbó, ‘y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ató a los mexicanos a los Estados Unidos y a un mundo en proceso de globalización. Hacia el año 2000, los habitantes del centro hacían pocas cosas esenciales para sus vidas; menos aún cosas que parecieran esenciales para el capitalismo. Muchos siguen construyendo sus casas y sus barrios, mas dependen del capitalismo globalizado para resolver las necesidades de la vida, dictadas al mundo por Walmart, sus subsidiarios mexicanos y otros distribuidores mundiales. Desde el siglo XVI, las comunidades del centro habían producido dinero para el mundo y dependían casi nada de lo que el resto del mundo más amplio hacía. En el año 2000, tras cinco siglos de dificultades, poco hacían que contribuyera a su propia subsistencia y poco que el mundo considerara esencial.’ (p. 12).
Cuando vivía en León Guanajuato hace tres años más o menos recuerdo que al salir del Walmart local había un campesino muy pobre al que le comprábamos –casi que por compasión– unas bolsitas de nopales o elotes con los que era evidente que apenas lograba subsistir en niveles de miseria total. A saber cuánto tiempo hacía para llegar de su casa hasta ahí y de regreso. Era muy seguro que su familia entera, o parte, viviera en Estados Unidos. Nunca supimos.
El libro de John Tutino El corazón de México. De cómo las comunidades forjaron el capitalismo, una nación y la historia global, 1500-2000 (FCE, 2024) sirve para explicar la triste historia de ese campesino.
Se trata de un ambicioso proyecto de reconstrucción de la historia global de la modernidad que, como sabemos, se recorta a partir del descubrimiento de América, explicando una transición clave: que es la que va de lo que Tutino llama el capitalismo de la plata virreinal novohispana al capitalismo nacional mexicano, que a partir de fines del siglo XX pasó a convertirse en un capitalismo subordinado al norteamericano.
El macro-proceso arranca con la saturación de los mercados europeos con la plata novohispana y americana a partir del siglo XVI: ‘Las comunidades del centro de México construyeron, mantuvieron, subsidiaron, resistieron y cambiaron el capitalismo en formas demasiado complejas… –dice Tutino–. La historia que sigue explora tres épocas: la primera, el ascenso y la caída del capitalismo de la plata de 1500 a 1820; la segunda, las comunidades del centro en el mundo del capitalismo industrial de 1820 a 1920; la tercera, el renacimiento de las autonomías bajo el capitalismo nacional después de 1920 y su colapso con la urbanización y el giro hacia la globalización antes del año 2000.’ (pp. 34 y 35).
El interés de esta historia se incrementa por el hecho de que el marco general de esta gran dialéctica geopolítica está constituido por el imperio español, que Tutino conceptúa como un sistema de coordinación económico-política de tres sociedades plateras: la de los Andes, la del Bajío novohispano y la de la Norteamérica española.
La perspectiva multisecular ofrece un contraste ciertamente aplastante, vale decir deprimente: ‘La presente historia ofrece un nuevo entendimiento sobre la larga trayectoria del capitalismo global, explorando la manera en que las personas que trabajaban en las cuencas que rodean la ciudad de México le dieron forma a partir del siglo XVI y hasta el XX. Los mexicas de Tenochtitlán vivieron de los cultivos y la producción de artesanías de estas comunidades mientras ejercían su poder de 1350 a 1520. En el siglo XVI, estas comunidades se convirtieron en repúblicas agrarias bajo el gobierno español; ello les permitió mantenerse a sí mismas, a las minas de plata en Taxco y Pachuca y a la ciudad que las vinculaba con un nuevo imperio y con el comercio mundial.’ (p. 11)
A partir de 1808 vendrían las tres transformaciones del proyecto nacional mexicano (Independencia, Reforma y Revolución nacional) mediante el que ese capitalismo de la plata habría de transformarse en un capitalismo industrial nacionalizado y nacionalista durante la primera mitad del siglo XX. Es muy seguro que los antepasados de aquel campesino de León se hayan ido a la lucha con Morelos o Juárez o tal vez con Zapata.
Pero a partir de 1980 ese capitalismo nacional se derrumbó, ‘y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ató a los mexicanos a los Estados Unidos y a un mundo en proceso de globalización. Hacia el año 2000, los habitantes del centro hacían pocas cosas esenciales para sus vidas; menos aún cosas que parecieran esenciales para el capitalismo. Muchos siguen construyendo sus casas y sus barrios, mas dependen del capitalismo globalizado para resolver las necesidades de la vida, dictadas al mundo por Walmart, sus subsidiarios mexicanos y otros distribuidores mundiales. Desde el siglo XVI, las comunidades del centro habían producido dinero para el mundo y dependían casi nada de lo que el resto del mundo más amplio hacía. En el año 2000, tras cinco siglos de dificultades, poco hacían que contribuyera a su propia subsistencia y poco que el mundo considerara esencial.’ (p. 12).
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