Yo tomé nota de la existencia de Peter Thiel (Frankfurt, 1967) hace ya casi diez años más o menos, cuando encabezaba un proyecto de facultad de filosofía. Confieso que hasta entonces no sabía nada sobre él. En su momento tomé nota de que era el fundador de PayPal pero hasta ahí.
La idea que teníamos era desarrollar una campaña de promoción de la licenciatura en filosofía en la que detectábamos a personalidades “de éxito” que la habían estudiado pero que se salieron del cerco al que según la opinión general estaban confinados quienes lo hacían, que era el de la Academia o la docencia.
Pero según el proyecto en cuestión ese no era el único camino. Y no sólo eso: la filosofía no es nada más una disciplina modesta y marginal para eruditos sino que es –yo así lo sigo pensando– una disciplina que te enseña a pensar estratégicamente, y es por tanto la disciplina idónea para los directores, líderes y tomadores de decisiones, porque es la que “te permite ver lo que no todos pueden ver”, que era nuestro eslogan.
Nuestros ejemplos, según fuimos investigando, resultaron ser ciertamente interesantes: Emanuel Macron, Carly Fiorina (ex CEO de Hewlett-Packard), José Ángel Sánchez (director general del Real Madrid), Mat Groening y Peter Thiel, efectivamente, estudiaron todos filosofía como primera o segunda carrera. Thiel lo hizo en Stanford.
Pero luego vino Trump en su primer mandato y conforme pasaba el tiempo y se llenaban las redes de materiales de discusión de todo tipo de ideologías, entre ellas la de la crítica al progresismo post-marxista, el globalismo y el wokismo, Thiel comenzó a cobrar notoriedad cada vez más saliéndose de su bajo perfil (o por lo menos para mí), resultando luego que es una de las piezas clave –lúgubre, maquiavélica y conspirativa para muchos– del boom tecnológico de alta gama (Palantir Technologies) que está redefiniendo el mundo de la economía global de nuestros días, además de que, como dije en su momento, es el impulsor de muchos políticos como Trump mismo o J.D. Vance.
Pero no se trata nada más de otro empresario billonario que apuesta por uno u otro político de aquí o allá, cosa por lo demás común y habitual y carente de mayor interés. No: Peter Thiel es además un intelectual de gran complejidad y abstracción, interesado en la teología política y la filosofía de la historia como coordenadas de análisis para comprender los problemas fundamentales del mundo moderno y lector incisivo de René Girard, Carl Schmitt, Leo Strauss y Jacob Taubes, autores todos ellos –los dos primeros católicos, los dos últimos judíos– que, como Hegel o Marx quisieron hacer también, dedicaron su obra al desciframiento de las leyes del movimiento de la historia a partir de conceptos teológicos (escatología, katechon en tanto que fuerza o persona que impide o detiene la manifestación del Anticristo, el fin de los tiempos, etc.) que se secularizarían en el mundo moderno por vía del expediente de lo que Gustavo Bueno llamó “inversión teológica”, que consistió en la utilización de tales conceptos para hablar del Mundo pero ya no de Dios como ente trascendente (la idea de Cultura, por ejemplo, dice Bueno, es una secularización de la idea de la Gracia).
Para Strauss y Schmitt, y también para Thiel, esa inversión secularizadora de la teología que cedió el paso a nuestros conceptos políticos es lo que impide al occidente moderno, liberal, secular y relativista del presente comprender la radicalidad de la violencia religiosa politizada como la del islam, razón por la cual considera Thiel que, tras los atentados del 11S, es obligado replantearse las bases de la política moderna desde una perspectiva apocalíptica, criterio al que se ajusta la crítica de Schmitt al racionalismo liberal kantiano desde el que sólo es posible discutir eternamente sin tomar nunca una decisión. Porque lo fundamental en política, dice Schmitt, es decidir y actuar.
Yo creo que Thiel piensa lo mismo, y aunque a veces es difícil seguirlo en sus conferencias, a mí me parece que es de los que ven lo que no todos pueden ver.
Yo tomé nota de la existencia de Peter Thiel (Frankfurt, 1967) hace ya casi diez años más o menos, cuando encabezaba un proyecto de facultad de filosofía. Confieso que hasta entonces no sabía nada sobre él. En su momento tomé nota de que era el fundador de PayPal pero hasta ahí.
La idea que teníamos era desarrollar una campaña de promoción de la licenciatura en filosofía en la que detectábamos a personalidades “de éxito” que la habían estudiado pero que se salieron del cerco al que según la opinión general estaban confinados quienes lo hacían, que era el de la Academia o la docencia.
Pero según el proyecto en cuestión ese no era el único camino. Y no sólo eso: la filosofía no es nada más una disciplina modesta y marginal para eruditos sino que es –yo así lo sigo pensando– una disciplina que te enseña a pensar estratégicamente, y es por tanto la disciplina idónea para los directores, líderes y tomadores de decisiones, porque es la que “te permite ver lo que no todos pueden ver”, que era nuestro eslogan.
Nuestros ejemplos, según fuimos investigando, resultaron ser ciertamente interesantes: Emanuel Macron, Carly Fiorina (ex CEO de Hewlett-Packard), José Ángel Sánchez (director general del Real Madrid), Mat Groening y Peter Thiel, efectivamente, estudiaron todos filosofía como primera o segunda carrera. Thiel lo hizo en Stanford.
Pero luego vino Trump en su primer mandato y conforme pasaba el tiempo y se llenaban las redes de materiales de discusión de todo tipo de ideologías, entre ellas la de la crítica al progresismo post-marxista, el globalismo y el wokismo, Thiel comenzó a cobrar notoriedad cada vez más saliéndose de su bajo perfil (o por lo menos para mí), resultando luego que es una de las piezas clave –lúgubre, maquiavélica y conspirativa para muchos– del boom tecnológico de alta gama (Palantir Technologies) que está redefiniendo el mundo de la economía global de nuestros días, además de que, como dije en su momento, es el impulsor de muchos políticos como Trump mismo o J.D. Vance.
Pero no se trata nada más de otro empresario billonario que apuesta por uno u otro político de aquí o allá, cosa por lo demás común y habitual y carente de mayor interés. No: Peter Thiel es además un intelectual de gran complejidad y abstracción, interesado en la teología política y la filosofía de la historia como coordenadas de análisis para comprender los problemas fundamentales del mundo moderno y lector incisivo de René Girard, Carl Schmitt, Leo Strauss y Jacob Taubes, autores todos ellos –los dos primeros católicos, los dos últimos judíos– que, como Hegel o Marx quisieron hacer también, dedicaron su obra al desciframiento de las leyes del movimiento de la historia a partir de conceptos teológicos (escatología, katechon en tanto que fuerza o persona que impide o detiene la manifestación del Anticristo, el fin de los tiempos, etc.) que se secularizarían en el mundo moderno por vía del expediente de lo que Gustavo Bueno llamó “inversión teológica”, que consistió en la utilización de tales conceptos para hablar del Mundo pero ya no de Dios como ente trascendente (la idea de Cultura, por ejemplo, dice Bueno, es una secularización de la idea de la Gracia).
Para Strauss y Schmitt, y también para Thiel, esa inversión secularizadora de la teología que cedió el paso a nuestros conceptos políticos es lo que impide al occidente moderno, liberal, secular y relativista del presente comprender la radicalidad de la violencia religiosa politizada como la del islam, razón por la cual considera Thiel que, tras los atentados del 11S, es obligado replantearse las bases de la política moderna desde una perspectiva apocalíptica, criterio al que se ajusta la crítica de Schmitt al racionalismo liberal kantiano desde el que sólo es posible discutir eternamente sin tomar nunca una decisión. Porque lo fundamental en política, dice Schmitt, es decidir y actuar.
Yo creo que Thiel piensa lo mismo, y aunque a veces es difícil seguirlo en sus conferencias, a mí me parece que es de los que ven lo que no todos pueden ver.
Comparte: