Recuerdo perfecto la escena. Es de una de las mejores películas de la historia del cine: Patton (1970), con George C. Scott como protagonista. En algún momento de la historia, en medio de un macro desplazamiento terrestre de tropas, tanques e infraestructura de kilómetros, el general Patton se detuvo a divisar la interminable caravana desde una curva que le abría una perspectiva panorámica para detener entonces la marcha y decirles a todos, conmovido por la severidad majestuosa y viril de la que les era dado ser partícipes, lo siguiente: ‘caballeros, observen: comparada con la guerra, cualquier otra empresa humana se reduce a la insignificancia’.
Me pregunto cuál podría ser hoy la impresión general sobre esta película, estando las cosas como están dada la atmósfera de fragilidad cobardona, victimista, sensible y desmasculinizada que se ha generado en el mundo occidental, y que en Estados Unidos llegó a grados de desquiciamiento tan superlativos –desde Clinton hasta Biden– como para modificar los estándares de sus Fuerzas Armadas para ajustarlos a las exigencias de la ideología woke progresista y permitir así que los criterios de las cuotas de minorías (“los primeros en”) y la diversidad sustituyeran a los criterios de poder, mérito, honor, virilidad y letalidad, fundamentales en cualquier fuerza armada del mundo.
¿Qué hubiera dicho sobre todo esto el general Patton o nuestro mismísimo Pancho Villa? ¿Qué tienen que hacer una mujer, un transexual o un hombre de baja estatura, frágil y sin masa muscular considerados en sí mismos nada más, es decir: como elementos de una cuota que no cumplen con un estándar mínimo, en un batallón de infantería en Kabul o Durango para el que se requiere capacidad de letalidad viril y fuerza de choque para atacar a unos talibanes o a un grupo de sicarios de algún cártel de narcotraficantes?
Y es que aquí la pregunta fundamental no es tanto la que indaga sobre las razones por las que las fuerzas armadas norteamericanas “tomaron la ruta woke” de la diversidad, la equidad y la inclusión y la teoría racial crítica sino cómo diablos fue posible que las fuerzas armadas se permitieron a sí mismas “tomar la ruta woke”, porque pareciera que, más que enemigos externos a los que hubiera que combatir, los enemigos de la milicia de EEUU lo llevan dentro bajo la forma de ideólogos y políticos progres (Demócratas todos ellos) que están haciéndole una suerte de “guerra a los guerreros”, o esto es lo que por lo menos se deduce del libro de Pete Hegseth La guerra a los guerreros. Detrás de la traición a los hombres que nos mantienen libres de 2024 (The War on Warriors en inglés).
¿Y qué diría de todo esto nuestro Pancho Villa?
Hegseth (1980) es originario de Mineápolis y actual secretario de Defensa de los Estados Unidos. Se licenció en Princeton tras de lo que trabajó en el despacho financiero Bear Stearns como analista de mercados de capitales, pero también se enlistó como oficial de infantería en la Guardia Nacional para participar en varias misiones militares: Base Naval de Guantánamo, Irak y Afganistán, luego de lo cual obtuvo una maestría en políticas públicas en Harvard en donde pedantes profesores progres, exquisitos y críticos le hablaban con acento de alta escuela sobre “la dinámica del cambio climático” cuando él venía de la experiencia del infierno real de la guerra. Harto de tanta babosería solemne, Hegseth terminaría devolviéndole a Harvard su título por correo.
George C. Scott como el general Patton en Patton (Franklin J. Schaffner, 1970).
Fue dado de baja por las FFAA diversas, críticas e inclusivas a las que sirvió durante años por considerársele un extremista blanco, sobre todo por una Cruz de Jerusalén que tiene tatuada en el pecho.
Él ha reiterado miles de veces que se trata de un símbolo estrictamente religioso dada su firme devoción cristiana, y está convencido de que, de seguir la milicia de EEUU por la ruta woke progresista, la columna vertebral de su república y su imperio, que está en franca decadencia, quedará rota tal vez para siempre.
Desde su punto de vista, Trump y el movimiento MAGA son tal vez la última oportunidad que le queda a Estados Unidos para detener esa decadencia.
Recuerdo perfecto la escena. Es de una de las mejores películas de la historia del cine: Patton (1970), con George C. Scott como protagonista. En algún momento de la historia, en medio de un macro desplazamiento terrestre de tropas, tanques e infraestructura de kilómetros, el general Patton se detuvo a divisar la interminable caravana desde una curva que le abría una perspectiva panorámica para detener entonces la marcha y decirles a todos, conmovido por la severidad majestuosa y viril de la que les era dado ser partícipes, lo siguiente: ‘caballeros, observen: comparada con la guerra, cualquier otra empresa humana se reduce a la insignificancia’.
Me pregunto cuál podría ser hoy la impresión general sobre esta película, estando las cosas como están dada la atmósfera de fragilidad cobardona, victimista, sensible y desmasculinizada que se ha generado en el mundo occidental, y que en Estados Unidos llegó a grados de desquiciamiento tan superlativos –desde Clinton hasta Biden– como para modificar los estándares de sus Fuerzas Armadas para ajustarlos a las exigencias de la ideología woke progresista y permitir así que los criterios de las cuotas de minorías (“los primeros en”) y la diversidad sustituyeran a los criterios de poder, mérito, honor, virilidad y letalidad, fundamentales en cualquier fuerza armada del mundo.
¿Qué hubiera dicho sobre todo esto el general Patton o nuestro mismísimo Pancho Villa? ¿Qué tienen que hacer una mujer, un transexual o un hombre de baja estatura, frágil y sin masa muscular considerados en sí mismos nada más, es decir: como elementos de una cuota que no cumplen con un estándar mínimo, en un batallón de infantería en Kabul o Durango para el que se requiere capacidad de letalidad viril y fuerza de choque para atacar a unos talibanes o a un grupo de sicarios de algún cártel de narcotraficantes?
Y es que aquí la pregunta fundamental no es tanto la que indaga sobre las razones por las que las fuerzas armadas norteamericanas “tomaron la ruta woke” de la diversidad, la equidad y la inclusión y la teoría racial crítica sino cómo diablos fue posible que las fuerzas armadas se permitieron a sí mismas “tomar la ruta woke”, porque pareciera que, más que enemigos externos a los que hubiera que combatir, los enemigos de la milicia de EEUU lo llevan dentro bajo la forma de ideólogos y políticos progres (Demócratas todos ellos) que están haciéndole una suerte de “guerra a los guerreros”, o esto es lo que por lo menos se deduce del libro de Pete Hegseth La guerra a los guerreros. Detrás de la traición a los hombres que nos mantienen libres de 2024 (The War on Warriors en inglés).
Hegseth (1980) es originario de Mineápolis y actual secretario de Defensa de los Estados Unidos. Se licenció en Princeton tras de lo que trabajó en el despacho financiero Bear Stearns como analista de mercados de capitales, pero también se enlistó como oficial de infantería en la Guardia Nacional para participar en varias misiones militares: Base Naval de Guantánamo, Irak y Afganistán, luego de lo cual obtuvo una maestría en políticas públicas en Harvard en donde pedantes profesores progres, exquisitos y críticos le hablaban con acento de alta escuela sobre “la dinámica del cambio climático” cuando él venía de la experiencia del infierno real de la guerra. Harto de tanta babosería solemne, Hegseth terminaría devolviéndole a Harvard su título por correo.
Fue dado de baja por las FFAA diversas, críticas e inclusivas a las que sirvió durante años por considerársele un extremista blanco, sobre todo por una Cruz de Jerusalén que tiene tatuada en el pecho.
Él ha reiterado miles de veces que se trata de un símbolo estrictamente religioso dada su firme devoción cristiana, y está convencido de que, de seguir la milicia de EEUU por la ruta woke progresista, la columna vertebral de su república y su imperio, que está en franca decadencia, quedará rota tal vez para siempre.
Desde su punto de vista, Trump y el movimiento MAGA son tal vez la última oportunidad que le queda a Estados Unidos para detener esa decadencia.
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