La brevedad de los días

Danubiana I ~ Lukács

La primera referencia consciente, intelectualmente hablando, que tuve de Budapest, fue desde luego la de George Lukács, de quien supe muy tempranamente en los inicios de mi formación filosófica en sentido riguroso, allá por el año 2000 en la Universidad de Warwick, cuando al haberme suscrito a la revista New Left Review me enviaron como obsequio una compilación de ensayos de Marshall Berman, Adventures in Marxism (Verso, Londres, 2001), que todavía recuerdo haber leído con pasión. Dentro de los textos recopilados, había uno dedicado a Lukács que me dejó perplejo. Anoté su nombre.

Ya en Madrid volví con él nomás pude, y fue leyendo casi casi que de corrido, en la biblioteca del Ateneo, Conversaciones con Lukács de Holz y Kofler, en donde por cierto recuerdo la referencia tan elogiosa que hizo del libro de Jorge Semprún El largo viaje, que de hecho me puse a leer también al instante aprovechando la maravilla de vivir prácticamente en aquella inolvidable y entrañable biblioteca.

Y ya me seguí luego de frente y sin parar: Historia y consciencia de clase, El alma y las formas, Teoría de la novela, Goethe y su época, además de que vivía obsesionado por conseguir sus obras completas publicadas en aquella colección tan fantástica de Grijalbo en tapa dura de color verde esmeralda. Me fue imposible conseguir su Estética, que estaba editada en cuatro o cinco tomos si no recuerdo mal. Lo único a lo que pude llegar fue a fotocopiarme y engargolar todos los tomos, cosa que no se puede comparar con el hecho de tener las ediciones originales. Lo lamenté por mucho tiempo.

Luego pude leerme también su biografía, estando todavía en Madrid, editada por ese sello tan raro valenciano de Alfonso el Magnánimo y escrita por Arpad Kadarkay. Vaya manera de sacudirme las entrañas al mostrarme la vida de una máquina intelectual poderosísima, que tenía la extraña, atractiva y fascinante potencia intelectual que sólo encontré también en Gustavo Bueno, y que, para el caso de Lukács, me parece que fue Ernst Bloch el que la refirió según contaba Kadarkay, consistente en hacerte sentir que, mientras hablaba, tenía a su lado sentados lo mismo a Aristóteles que a Santo Tomás, o Hegel, o Marx o Spinoza, o también a San Agustín, Pico della Mirandola, Lenin y Newton, todos ellos convocados alrededor de una clase o una disertación que muy bien podía estar girando en torno del realismo en la novela rusa del siglo XIX o sobre la teoría del reflejo en la estética materialista según Marx o Plejanov.

Cuando leí la referencia de Bloch, pensé de inmediato para mis adentros: ‘como Gustavo Bueno’, de quien recuerdo precisamente y a estos efectos una vez que en Oviedo, en un viaje que posiblemente pude haber hecho por ahí de 2012, saqué a colación, me parece que hablando sobre Thomas Mann, a George Lukács, ante lo que Bueno me dijo de inmediato y con esa severidad encolerizada y firme que lo caracterizaba: ‘¡Pero ya nadie lee a Lukács!’. Es curioso, pero yo encontré siempre un parecido físico muy puntual entre Bueno y Lukács, siendo este último también de hecho, según creo recordar, de baja estatura.

En México, ya de regreso de mi periodo formativo entre Inglaterra y España, se mantuvo intacta mi pasión intelectual por Lukács, que se convirtió en una de mis más grandes y más importantes referencias, plasmada en la lectura de El asalto a la razón, que es una obra imponente, poderosa  y peligrosa a un tiempo pero ineludible si se quiere tener una visión consistente y dialéctica del desarrollo de la teoría social y filosófico-política según su expresión histórica en el ámbito alemán, Significación actual del realismo crítico, Prolegómenos a una estética marxista, Ontología del ser social, Ética y política, Lenin, y sobre todo La novela histórica, publicado en esa memorable edición de Era y que se convirtió desde entonces en una de las obras más fascinantes y explosivas que, intelectual y filosóficamente hablando, he leído en mi vida.

También recuerdo muy bien una edición rarísima de Mi camino hacia Marx, con introducción, traducción y notas ni más ni menos que de Emilio Uranga (México, Federación Editorial Mexicana, 1971), que igualmente devoré imparable.

Según he podido saber, ya son varios los años desde que el actual gobierno húngaro (liderado desde 2010 por Viktor Orbán y su partido Fidesz-Unión Cívica Húngara) tiene cerrado el Archivo de Lukács de Budapest, ubicado en el lugar donde vivió hasta su muerte en 1971.

Todo forma parte en realidad de una dinámica de negación radical de lo que supuso el régimen comunista iniciada a partir de la caída de la Unión Soviética en 1989 y que en Hungría supuso borrar todo rastro posible de una de sus principales referencias, lo que implicaba la desaparición de la estatua de Lukács del Parque de San Esteban, ocurrida en 2017, y el correspondiente cierre del Archivo en 2018.

Ni que decir tiene que una cosa es leerlo y estudiarlo y formarte fuera de Hungría y fuera de tiempo y situación histórica, y otra muy distinta es hacerlo mientras sus ideas, o parte de ellas, fueron llevadas a la práctica y puestas en actualísima situación política concreta. La historia es la que literalmente, y nunca mejor dicho, nos pondrá a todos en nuestro lugar según nuestros aciertos y nuestros errores.

Archivo-Biblioteca de George Lukács