El arranque del año 2025 del Club Nikolái –abreviatura del Club Literario Nikolái Nikoláievich Pseldónimov– tuvo lugar el pasado jueves 6 de febrero de manera vamos a decir que un poco lenta, aunque no vamos a dejar que la iniciativa desfallezca ni mucho menos.
El año mismo en realidad ha sido lento en su arranque, digámoslo también con justicia, sobre todo para los que nos movemos en el ámbito laboral de la función pública y que por tales razones en cada cambio de administración sexenal las cosas adquieren un ritmo aletargado.
Para esta primera tertulia del año estábamos convocados alrededor de la lectura de La pasión según G.H. de Clarice Lispector, autora brasileña de origen ucraniano en la que de una manera plástica y perfecta se resume una identidad sorprendente entre la belleza misteriosa y sutil de su figura y semblante con la correspondiente belleza misteriosa y sutil, no sé si me explico, de todos sus textos, en una suerte de écfrasis sui generis mediante la que su imagen en tanto que obra de arte se traduce de manera directa, nítida y geométricamente idéntica en sus palabras como si ella misma estuviera interpretándose para nosotros pero no ya en función de sus pensamientos, sino de su forma.
Llegué por ahí de las 7.30 a la Tío Pepe, y pasó más o menos media hora para que llegara L.D. y una más para que lo hicieran A. y V. En lo que eso ocurría, y tomando en consideración el hecho de que la luz tan baja de la cantina impide que puedas abrir un libro, me puse a leer en Kindle una de esas delicias de textos que produjo Roberto Calasso, Cómo ordenar una biblioteca (Anagrama, 2021), que es un libro muy breve organizado en cuatro secciones: ‘Cómo ordenar una biblioteca’, efectivamente, ‘Los años de las revistas’, ‘Nacimiento de la reseña’ y ‘Cómo ordenar una librería’.
Cuando llegó L.D. estaba precisamente leyendo el segundo capítulo, ‘Los años de las revistas’, comentando cosas con las que por cierto me identifiqué punto por punto pues se refería al fenómeno de las revistas literarias surgidas en función de grupos, clubs o tertulias precisamente como nuestro Club Nikolái, que yo estoy reseñando y comentando en esta sección que he preparado expresamente dentro de mi blog. A tales efectos dice Calasso lo siguiente:
‘Me pregunta cómo empezó Commerce… Un día Valéry dijo, de pronto: ¿por qué no seguir nuestras reuniones publicando una revista con nuestros diálogos? Como título sugiero Commerce, comercio de ideas. Esta idea gustó mucho a todos los presentes. Los directores (Larbaud, Valéry, Fargue) fueron designados de inmediato. Adrienne Monnier y yo misma nos encargamos de poner todo en movimiento y empezamos enseguida’. Esto lo escribió Marguerite Caetani, de soltera Marguerite Gilbert Chapin, americana que llegó a Europa en 1902, casada con Roffredo Caetani, príncipe de Bassiano… Entre los tres directores, Valéry era la autoridad, Fargue un escritor admirado sobre todo entre escritores y Larbaud era un mediador febril en cualquier parte en que se hablara de literatura de una determinada manera (Svevo y Joyce fueron testigos de ello).
Ni Marguerite Caetani, que fue quien financió Commerce, ni los tres directores tenían nada que declarar. No se formuló nunca la cuestión de establecer un programa de la revista, como no se hace nunca en una conversación entre amigos, aunque sean lejanos u ocasionales.
Cuando el primer número no había salido todavía, Valéry escribía a Larbaud: ‘Recibo en Roma vuestra preciosa carta del 12, que me devuelve un poco a la atmósfera de nuestros almuerzos, irregulares pero siempre amables. El fruto de esas reuniones fue Commerce… Lo fastidioso es escribir’…
Ocurre entonces, ya digo, que esto es lo que precisamente yo hago en los textos secuenciados como «Noches en el Sályut» (la sección «Club Nikolái» consiste, en efecto, en la correspondiente reseña de cada tertulia y el comentario crítico de cada novela leída, cosa esta última que me lleva un poco más de tiempo habiéndoseme acumulado ya un pasivo importante en mis partidas contables literarias).
Además de todo esto, encontré en el fragmento del libro de Calasso otra coincidencia sorprendente con la carta entre Valéry y Larbaud referida, pues hace varios años, diez tal vez, utilicé una carta literaria de ese mismo tipo entre C. y yo para un proyecto de revista de filosofía del que logramos sacar dos solitarios números, que se llamaba El Obstinado Rigor y que yo sé que él recuerda perfecto, mi querido C.
Estaba en esas precisamente cuando llegó L.D., quien ya me había dicho que este libro de Lispector es el que, de todos los que hemos leído, lo ha sobrecogido más grandemente por la belleza y pulcritud de su prosa, al principio tal vez no obstante un poco difícil por la abstracción de la narración en la que pareciera que nada ocurre: ‘es como ver un cuadro impresionista’, me dijo más o menos, ‘en el que, con unos cuantos trazos nada más, se te presenta con toda claridad un planteamiento o argumento determinado. Es el libro de mayor belleza literaria que he leído hasta ahora’.
T. por su parte, que ya nos había anunciado que no podría acompañarnos en esta ocasión, había mostrado su entusiasmo y literal devoción por Lispector: ‘¡Hola compañeros de libros! Yo estaría encantada de verlos y comentar a la embajadora de Dios en la tierra (Clarice Lispector) pero este jueves me es imposible’, nos dijo en un sentido muy similar a lo que por su parte también nos dijo E., que igualmente no logró llegar a la cita: ‘Buenas noches, compañeros, no podré asistir, les mando muchos saludos, que disfruten la tertulia sobre esta autora que brilla por su estilo y la tremenda cantidad de reflexiones que nos regala.’
A las 8.30 más o menos llegaron V. y A., que no habían logrado avanzar tampoco demasiado en la lectura del libro. En un mismo sentido que L.D., A. me dijo que al principio se le dificultó sintonizar su lectura ante un texto en que se mostraba un flujo reflexivo en forma de algo así como un monólogo interno en donde no hay trama o acción que ocurra en realidad, y que por tanto exige de una escala de concentración y una calma psicológica específica, digámoslo así, para poder engancharse como lector con el libro.
Pero es que Lispector misma previó de alguna manera esto que se comentaba en la mesa, pues en la advertencia de este libro sublime aclara lo siguiente:
Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada. Aquellas que saben que el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima. Aquellas personas que, solo ellas, entenderán muy lentamente que este libro nada quita a nadie. A mí, por ejemplo, el personaje de G.H. me fue dando poco a poco una alegría difícil; más alegría, al fin.
Una alegría difícil es entonces lo que nos advierte Lispector que hemos de esperar de ella al pasar por las páginas de La pasión según G.H.. Es una cuestión interesante que invita a la reflexión sobre la filosofía de la literatura y el comercio de ideas que circulan en el Club Nikolái.
Los meseros de la Tío Pepe me recordaron con sorpresa el éxito rotundo de nuestro Primer Nikolái Fest 2024 de diciembre pasado, preguntándome al llegar ‘¿y hoy cuántos van a venir?’, refiriéndose al aluvión de comensales que logramos convocar hace un mes más o menos con lo que definitivamente nos los echamos a la bolsa matando su escepticismo a golpes de comandas de cerveza y tragos al por mayor.
El ciclo de tertulias 2025 del Club Nikolái en todo caso, digamos para terminar, ha quedado oficialmente inaugurado con esta Onceava Noche en el Sályut.
El arranque del año 2025 del Club Nikolái –abreviatura del Club Literario Nikolái Nikoláievich Pseldónimov– tuvo lugar el pasado jueves 6 de febrero de manera vamos a decir que un poco lenta, aunque no vamos a dejar que la iniciativa desfallezca ni mucho menos.
El año mismo en realidad ha sido lento en su arranque, digámoslo también con justicia, sobre todo para los que nos movemos en el ámbito laboral de la función pública y que por tales razones en cada cambio de administración sexenal las cosas adquieren un ritmo aletargado.
Para esta primera tertulia del año estábamos convocados alrededor de la lectura de La pasión según G.H. de Clarice Lispector, autora brasileña de origen ucraniano en la que de una manera plástica y perfecta se resume una identidad sorprendente entre la belleza misteriosa y sutil de su figura y semblante con la correspondiente belleza misteriosa y sutil, no sé si me explico, de todos sus textos, en una suerte de écfrasis sui generis mediante la que su imagen en tanto que obra de arte se traduce de manera directa, nítida y geométricamente idéntica en sus palabras como si ella misma estuviera interpretándose para nosotros pero no ya en función de sus pensamientos, sino de su forma.
Llegué por ahí de las 7.30 a la Tío Pepe, y pasó más o menos media hora para que llegara L.D. y una más para que lo hicieran A. y V. En lo que eso ocurría, y tomando en consideración el hecho de que la luz tan baja de la cantina impide que puedas abrir un libro, me puse a leer en Kindle una de esas delicias de textos que produjo Roberto Calasso, Cómo ordenar una biblioteca (Anagrama, 2021), que es un libro muy breve organizado en cuatro secciones: ‘Cómo ordenar una biblioteca’, efectivamente, ‘Los años de las revistas’, ‘Nacimiento de la reseña’ y ‘Cómo ordenar una librería’.
Cuando llegó L.D. estaba precisamente leyendo el segundo capítulo, ‘Los años de las revistas’, comentando cosas con las que por cierto me identifiqué punto por punto pues se refería al fenómeno de las revistas literarias surgidas en función de grupos, clubs o tertulias precisamente como nuestro Club Nikolái, que yo estoy reseñando y comentando en esta sección que he preparado expresamente dentro de mi blog. A tales efectos dice Calasso lo siguiente:
‘Me pregunta cómo empezó Commerce… Un día Valéry dijo, de pronto: ¿por qué no seguir nuestras reuniones publicando una revista con nuestros diálogos? Como título sugiero Commerce, comercio de ideas. Esta idea gustó mucho a todos los presentes. Los directores (Larbaud, Valéry, Fargue) fueron designados de inmediato. Adrienne Monnier y yo misma nos encargamos de poner todo en movimiento y empezamos enseguida’. Esto lo escribió Marguerite Caetani, de soltera Marguerite Gilbert Chapin, americana que llegó a Europa en 1902, casada con Roffredo Caetani, príncipe de Bassiano… Entre los tres directores, Valéry era la autoridad, Fargue un escritor admirado sobre todo entre escritores y Larbaud era un mediador febril en cualquier parte en que se hablara de literatura de una determinada manera (Svevo y Joyce fueron testigos de ello).
Ni Marguerite Caetani, que fue quien financió Commerce, ni los tres directores tenían nada que declarar. No se formuló nunca la cuestión de establecer un programa de la revista, como no se hace nunca en una conversación entre amigos, aunque sean lejanos u ocasionales.
Cuando el primer número no había salido todavía, Valéry escribía a Larbaud: ‘Recibo en Roma vuestra preciosa carta del 12, que me devuelve un poco a la atmósfera de nuestros almuerzos, irregulares pero siempre amables. El fruto de esas reuniones fue Commerce… Lo fastidioso es escribir’…
Ocurre entonces, ya digo, que esto es lo que precisamente yo hago en los textos secuenciados como «Noches en el Sályut» (la sección «Club Nikolái» consiste, en efecto, en la correspondiente reseña de cada tertulia y el comentario crítico de cada novela leída, cosa esta última que me lleva un poco más de tiempo habiéndoseme acumulado ya un pasivo importante en mis partidas contables literarias).
Además de todo esto, encontré en el fragmento del libro de Calasso otra coincidencia sorprendente con la carta entre Valéry y Larbaud referida, pues hace varios años, diez tal vez, utilicé una carta literaria de ese mismo tipo entre C. y yo para un proyecto de revista de filosofía del que logramos sacar dos solitarios números, que se llamaba El Obstinado Rigor y que yo sé que él recuerda perfecto, mi querido C.
Estaba en esas precisamente cuando llegó L.D., quien ya me había dicho que este libro de Lispector es el que, de todos los que hemos leído, lo ha sobrecogido más grandemente por la belleza y pulcritud de su prosa, al principio tal vez no obstante un poco difícil por la abstracción de la narración en la que pareciera que nada ocurre: ‘es como ver un cuadro impresionista’, me dijo más o menos, ‘en el que, con unos cuantos trazos nada más, se te presenta con toda claridad un planteamiento o argumento determinado. Es el libro de mayor belleza literaria que he leído hasta ahora’.
T. por su parte, que ya nos había anunciado que no podría acompañarnos en esta ocasión, había mostrado su entusiasmo y literal devoción por Lispector: ‘¡Hola compañeros de libros! Yo estaría encantada de verlos y comentar a la embajadora de Dios en la tierra (Clarice Lispector) pero este jueves me es imposible’, nos dijo en un sentido muy similar a lo que por su parte también nos dijo E., que igualmente no logró llegar a la cita: ‘Buenas noches, compañeros, no podré asistir, les mando muchos saludos, que disfruten la tertulia sobre esta autora que brilla por su estilo y la tremenda cantidad de reflexiones que nos regala.’
A las 8.30 más o menos llegaron V. y A., que no habían logrado avanzar tampoco demasiado en la lectura del libro. En un mismo sentido que L.D., A. me dijo que al principio se le dificultó sintonizar su lectura ante un texto en que se mostraba un flujo reflexivo en forma de algo así como un monólogo interno en donde no hay trama o acción que ocurra en realidad, y que por tanto exige de una escala de concentración y una calma psicológica específica, digámoslo así, para poder engancharse como lector con el libro.
Pero es que Lispector misma previó de alguna manera esto que se comentaba en la mesa, pues en la advertencia de este libro sublime aclara lo siguiente:
Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada. Aquellas que saben que el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima. Aquellas personas que, solo ellas, entenderán muy lentamente que este libro nada quita a nadie. A mí, por ejemplo, el personaje de G.H. me fue dando poco a poco una alegría difícil; más alegría, al fin.
Una alegría difícil es entonces lo que nos advierte Lispector que hemos de esperar de ella al pasar por las páginas de La pasión según G.H.. Es una cuestión interesante que invita a la reflexión sobre la filosofía de la literatura y el comercio de ideas que circulan en el Club Nikolái.
Los meseros de la Tío Pepe me recordaron con sorpresa el éxito rotundo de nuestro Primer Nikolái Fest 2024 de diciembre pasado, preguntándome al llegar ‘¿y hoy cuántos van a venir?’, refiriéndose al aluvión de comensales que logramos convocar hace un mes más o menos con lo que definitivamente nos los echamos a la bolsa matando su escepticismo a golpes de comandas de cerveza y tragos al por mayor.
El ciclo de tertulias 2025 del Club Nikolái en todo caso, digamos para terminar, ha quedado oficialmente inaugurado con esta Onceava Noche en el Sályut.
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