La querencia. Bitácora de un lector

Elvis Presley y la tertulia de Leoncio en la José Barba Librero

I

La primera vez que entré en la librería de José Barba fue hace más o menos un año, aunque no sé si un poco menos, porque estábamos de visita mi novia y yo en la ciudad de Guadalajara, en la Feria Internacional del Libro, que tiene lugar en noviembre de cada año.

El hecho es que quedé cautivado desde el primer momento. ‘Cuando tenga mi librería –le dije a Lorena, y no me dejará mentir–, será algo como esto’. Esas puertas de botica o de café antiguo y de ventana y cancelería negra dispuesta en tres paneles, con la parte de abajo (el primer cuarto de la puerta, digamos) de cancel y el resto de ventana, y una campanita que suena discreta al entrar para dar señal y aviso del visitante son sencillamente entrañables, además de que lo es también el cartel de fondo verde botella con letras amarillas que corona la entrada con la leyenda JOSÉ BARBA – LIBRERO, y el subtítulo LÓPEZ COTILLA 491, y que termina por darle un toque de solera, antigüedad y modernismo al mismo tiempo además de buen gusto a este espacio que es relativamente pequeño pero que configura toda una maravilla, una joya del centro histórico de Guadalajara.

Recuerdo que aquella primera vez no íbamos con mucho tiempo. Lo más seguro es que hayamos pasado solamente un momento para conocerla nada más. Supongo que estábamos ya por tomar camino para León. La había encontrado en internet al teclear en el buscador lo que tecleo cada vez que visito cualquier ciudad del país que sea: “librerías de viejo en….”. El complemento puede ser lo mismo Aguascalientes que Zacatecas, Buenos Aires o Madrid o Bogotá o Villahermosa, lo mismo da, que a eso me dedico. En esta ocasión, desde luego, lo que puse fue la palabra “Guadalajara”. JOSÉ BARBA LIBRERO fue lo primero que apareció. Así que fuimos.

Recuerdo también que me llamó la atención el hecho de que había varios libros empaquetados en papel manila sobre el escritorio, lo que me hizo pensar que tal vez fuera el mercado en internet una parte importante de la facturación global de la librería, cosa que tal vez no sea así según pude saber después. En todo caso, no contando con demasiado tiempo, recorrí a la ligera más o menos las estanterías y escogí un libro de relatos sobre México de un escritor norteamericano que no conocía, editado por Alfaguara, y otro más que ahora la verdad no recuerdo. Apuramos la visita Lore y yo, hice un nuevo paneo del lugar, nos despedimos y nos fuimos.

II

Este fin de semana pasado hemos vuelto a Guadalajara Lorena, su hijo Leo (Leoncio para los amigos) y yo. Resulta ser que desde hace dos o tres meses habíamos programado presentar mi libro La extraña felicidad y otros textos literarios en la cantina “De la O”, y dispusimos la agenda para poder estar desde el viernes por allá, entre otras cosas porque, siendo la presentación el sábado a la una de la tarde, quería yo tener el mayor espacio de tiempo posible para visitar, con más calma ahora sí, JOSÉ BARBA LIBRERO.

Llegando al hotel por ahí de las 5 de la tarde aproximadamente tuve que solventar una cuestión de trabajo que me llevó hora y media más o menos, tiempo en el que también aprovechamos para comer algo, de suerte tal que alrededor de las 7 o 7.30 de la tarde, mientras que el cielo comenzaba a caerse a cántaros sobre la ciudad de Guadalajara, nos dirigimos a la dirección de López Cotilla 491.

Al llegar estaba la lluvia bastante intensa, pero me permitió bajarme corriendo del auto para cruzar apenas la calle y entrar nomás pude. Leoncio se bajó también y me siguió corriendo, cosa que no puedo dejar de decir que me sorprendió bastante.

Pero la sorpresa no terminó ahí, y lo que vino después fue más extraordinario aún, porque ocurre que, nomás entramos, Leoncio y José Barba, que estaba al fondo de la librería en la parte posterior atrás del mostrador, comenzaron al instante un diálogo fluido que tal vez haya durado hora y media si no es que dos (al rato llegó su mamá y los papás de otra niña que también se había unido a “la tertulia de Leoncio”), moviéndose con la solvencia de viejos amigos por los pormenores de la actualidad más puntual sobre el futbol nacional y mundial hasta las razones que hacen que Leoncio no lea tanto como sería deseable o las cosas que más le hacen enojar en la escuela, según era lo que yo más o menos iba logrando escuchar mientras revisaba –ahora sí con más tiempo, efectivamente– los anaqueles de la librería.

III

En esta ocasión tomé cosas bien interesantes, habiendo tenido la calma necesaria para la selección. De entrada me compré una interesantísima Historia de la iglesia católica editada por Herder, que dio imprenta al trabajo coordinado por un conjunto de profesores de universidades de Austria y Alemania, y que ofrece un recorrido exhaustivo, penetrante y detallado de todas las fases de configuración de una de las instituciones fundamentales de nuestra civilización (lo que hoy conocemos como cultura es el resultado de las discusiones que tuvieron lugar durante siglos al interior de las paredes de la iglesia católica, dijo alguna vez Ezra Pound), además de haber tomado también, en la parte de Ensayo literario, el libro Notas de literatura contemporánea de Carlos Laguna López, editado por C.E.C.S.A. (Compañía Editorial Continental, S.A., México) en 1980, que reúne las clases de quien se presenta como catedrático de literatura en la Escuela Normal Superior sobre las principales corrientes literarias vanguardistas de principios del siglo XX, con esquematizaciones y caracterizaciones sencillas pero soberanas y lúcidas sobre el simbolismo, el cubismo, el expresionismo, el futurismo o el superrealismo que son además sometidas a juicio crítico desde una metodología marxista clara, inteligente, que toca la médula. El libro me lo estoy leyendo con gran fluidez y me está pareciendo magnífico.

Mientras tomaba y revisaba Bellas, claras y sencillas páginas de la literatura castellana: España e Hispanoamérica de Ermilo Abreu Gómez (1965), que terminé también por llevarme, Leoncio –que ya había tomado por su parte un ejemplar en tapa dura del Diario de Greg– se acercó a la sección de música (o no sé si de biografías) y se detuvo congelado nomás encontró tremenda caja que decía con letras grandes ELVIS, y lo sacó para advertir junto conmigo que se trataba de una biografía definitiva, LA biografía de Elvis Presley, podríamos decir, titulada así tal cual, ELVIS, escrita por Peter Guralnick y editado en producción de finísima hechura por Libros del Kultrum, con una estructura en dos tomos de bellos y poéticos títulos, evocadores de tragedia: Primera parte: Último tren a Memphis: La construcción del mito; Segunda parte: Amores que matan: La destrucción del hombre.  

Leoncio giró sobre su eje y se dirigió al instante al mostrador con su nuevo amigo y contertulio José Barba para preguntarle por el precio. ‘He aquí un lector/comprador de libros de viejo y tal vez compulsivo en ciernes’, pensé para mis adentros mientras de reojo calculaba una cifra considerable al tratarse de un sello de alta gama, para decirlo de algún modo (en la FIL del año pasado, yo me compré precisamente, de ese mismo sello, la biografía de Keith Jarret). Pero al tratarse ya de un diálogo entre amigos, opté por no meterme, para ver hasta dónde llegaba la negociación. Fue un intercambio de “cuánto cuesta–cuánto me ofreces” clásico del comercio de todos los tiempos pasados, presentes y futuros y de todas las civilizaciones habidas y por haber socialismo soviético incluido, que, para mi sorpresa, y sobre todo para la de Leoncio, desembocó en un acto generoso, genial, genuino y muy fachero, para decirlo todo, de José Barba, que le dijo algo más o menos como esto: “eres un niño brillante e inteligente, con mucha personalidad. El libro es tuyo. Te lo regalo”. La sorpresa de todos no cabía en el lugar aunque no importaba en realidad, pues esto era algo reducido a la negociación entre dos amigos luego de una buena tertulia.    

Antes de ir preparando la cuenta, Leoncio dijo algo así como que le gustaría trabajar en una librería como la JOSÉ BARBA LIBRERO, ante lo cual José le dijo que le ayudara con la cuenta y la cobranza. Mientras los números se sumaban, encontré yo todavía uno más con artículos sobre Leo Strauss, Spinoza y la ortodoxia judía, titulado Strauss, Spinoza and Sinai: Orthodox Judaism and Modern Questions of Faith, coordinado por Jefrrey Bloom y publicado recién en 2023.

La compra estaba lista ahora sí. Pagamos, nos despedimos con cordialidad y afecto de José Barba y quedamos en pasar a dejarle luego unos ejemplares de mi libro, cosa que hicimos efectivamente al día siguiente.

Esa noche, Leoncio comenzó el tomo uno de la vida de Elvis Presley y lo leyó con verdadera pasión. Fue tal vez el inicio de una pasión intelectual llamada a catalizar el curso de su vida. Me preguntó primero si tenía que leer desde la página legal. Le dije que no era necesario, y que a veces servía leer el índice, pero que a veces no, como era el caso del libro sobre Elvis.

Me parece que antes de dormirse llegó por ahí de la página cinco o seis. Al día siguiente salió con su mochila sobre sus espaldas cargando emocionado y orgulloso, intenso y ansioso pero seguro, la caja con los dos tomos de la biografía total y definitiva de Elvis para ponerse a leer en cuanto le fuera posible hacerlo. He aquí, pensé para mis adentros, un lector/comprador compulsivo y apasionado de libros de viejo en ciernes.

Es posible –¿quién puede saberlo?, ¿y de qué modo?– que en esa mochila vaya cargando en realidad las claves a partir de las cuales se pueda ir definiendo, de algún modo, su destino.