I
Es costumbre fundamental, lo tengo dicho, aunque ya eran dos o tal vez tres semanas las que habían pasado sin que pudiera ir a visitar a El Hallazgo. Esta tarde de lunes, 17 de abril, lo hice nomás salí de trabajar.
Habré estado más o menos ahí un par de horas y media aproximadamente. La rutina se repite con precisión de relojero: me tomo siempre dos cafés que pido en la cafetería de al lado mientras me siento a revisar los libros que voy tomando de las secciones de la librería, que fundamentalmente son las de Historia de México, Ensayo literario mexicano, Filosofía y Ensayo literario universal. Creo que ya he hablado de esto en otras ocasiones.
Mi querido amigo, anfitrión y contertulio Juan Guillermo Lera me brinda siempre su discreta, generosa y equilibrad compañía, sabedor de que para le lectura se requiere siempre de un tiempo y un espacio silenciosos para que la selección y revisión de libros y páginas pueda tener lugar a fin de arribar al destilado de la compra correspondiente.
Guillermo está siempre ahí presente, acomodando libros, revisando y revisando estanterías, publicando cosas en redes sociales, dándole dinamismo a ese mini santuario de las letras a las que consagra sus horas con intensidad y pasión, intercalando de pronto algún comentario puntual sobre algo sobre lo que se le pregunta, o recomendando a algún escritor determinado (recuerdo que hace algunas semanas elogió muchísimo a Ricardo Garibay, de quien me llevé un par de cosas buenísimas), pero volviendo siempre a la discreción callada de su trabajo y permitiendo entonces, digámoslo así, que el silencio fluya.
II
En esta ocasión yo bajé del carro el libro que hemos de presentar este miércoles 19 en el Espacio Cultural San Lázaro, Filología, creación y vida: Alfonso Reyes y los estudios literarios de Sergio Ugalde Quintana y editado por El Colegio de México y la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es un libro extraordinario y de gran profundidad y erudición en la que Ugalde va mostrándote el tejido de la red filológica e hispanista que Alfonso Reyes fue creando a lo largo de su vida, fundamentalmente a partir de la publicación en 1910 de sus Cuestiones estéticas.
Apenas voy en esa parte del libro (capítulo I), pero me parece que estamos ante un gran intento de totalización y sistematización más allá de la biografía de quien acaso pueda ser tenido como el hombre de letras más grande que ha dado México en toda su historia.
Me ha llamado mucho la atención la variedad de trabajos que sobre Reyes se han generado, según las fuentes que va citando Ugalde, en el ámbito de las Universidad alemana en donde han tenido lugar muchos de sus años de formación y estudio.
III
Antes de sentarme a leer el libro, me regaló Guillermo otro pequeño y extraño, de A.N. de Walef escrito en inglés, Seven essays on literature, editado por Tauchnitz Edition en 2017, y que están en el librero donde está la caja registradora. Luego de tomarlo me dirigí a la sección de Ensayo universal, en donde tomé El arte de escribir sin arte (y otras críticas literarias de la literatura española) de Felipe Alaiz, que hasta ese momento era por completo desconocido por mí pero que tomé confiado al haber detectado de inmediato el sello que lo llevó a la estampa, que es la española Berenice en su colección Contemporáneos, con un prólogo de Javier Cercas y un epílogo de Juan Bonilla. De Berenice tengo varias cosas que me han gustado mucho, particularmente libros de Hugo Ball y otro de textos literarios de León Bloy.
Alaiz nació en 1887 y murió en 1959, es decir, que casi fue contemporáneo punto por punto de Alfonso Reyes, que murió el mismo año pero que nació dos después que él. Lo que adelanta Cercas en el prólogo es que se trata de un escritor acaso marginal y tal vez raro, anarquista de convicción que estuvo con Durruti, pero que tuvo una participación importante en la prensa literaria de su tiempo. Ojeando el índice vi textos suyos sobre Espronceda, Baroja, Azorín y Valle Inclán, además del ensayo que por metonimia da el título al libro entero, que he terminado por llevar conmigo.
También me llevé otro que tomé de las estanterías de más abajo en la misma sección, La gramática descomplicada de Álex Grijelmo (Taurus, 2006), que me pareció de gran interés y que viene a converger con el estudio de las etimologías latinas y griegas que he comenzado hace un par de semanas más o menos luego de haberme comprado la de las latinas en el pasaje de libros de viejo que está detrás del Palacio de Correos en el centro histórico. El libro de Grijelmo tiene carácter divulgativo, lo que no le resta un ápice en cuanto a rigor según pude constatar al revisarlo. Me será de utilidad para pulir tanto mi gramática como mi etimológica.
En esa misma sección de Ensayo universal me encontré otro libro más que me he traído conmigo, Sobre el nombre y el quién de los españoles de Américo Castro, editado también por Taurus, al igual que el de Grijelmo, pero en 1973, que fue el año en que exactamente en la misma colección y con el mismo diseño de portada (frente en blanco, márgenes, letras y logo en azul) editaron esa obra eterna y fundamental de la historia entera de la filosofía que son los Ensayos materialistas de Gustavo Bueno. Al ir directamente al índice del libro de Castro leí III. La Reconquista y Al-Andalus, IV. Cristianismo, Islam, poesía de Jorge Manrique, considerándolos temas de interés suficiente como para decidir llevármelo conmigo, animado además por el hecho de que Guillermo me había advertido ya que la librería “estaba de descuento”.
Sentándome casi en la entrada de la librería para revisar las posibles adquisiciones que al final lo fueron, advertí mirando a la derecha en el borde de la estantería de la puerta un libro de Ramón J. Sender titulado Examen de ingenios. Los noventayochos. Ensayos críticos, de 1961. Al abrirlo vi enlistados otra vez los nombres de Unamuno, Valle Inclán, Baroja, Azorín, Maeztu, además de Santayana, tras de lo cual opté en definitiva por llevármelo conmigo. Al pagar, Guillermo me enfatizó que el de Sender es un muy buen libro sí señor.
Además de avanzar en la lectura del libro sobre Reyes, y de revisar y ojear cada uno de los libros que me terminé llevando (el prólogo de Cercas sobre Alaiz es claro, preciso y franco), me leí la introducción al libro aquél pequeño y raro de autor por completo desconocido, A. N. de Walef, de origen croata y aristocrático, y que contiene textos sobre Jane Austen, Kleist, Dinesen y Borges, y en cuya introducción el editor desconocido comienza diciéndote que the essays gathered here were written entirely to collect Walef’s own thoughts about texts that had meant something important to him nearly all his life –certainly not as guides to understanding or interpreting them. They were never meant to be didactic. If there is any unity to be found in them, it is a unity created only by his pleasure in reading them.
I
Es costumbre fundamental, lo tengo dicho, aunque ya eran dos o tal vez tres semanas las que habían pasado sin que pudiera ir a visitar a El Hallazgo. Esta tarde de lunes, 17 de abril, lo hice nomás salí de trabajar.
Habré estado más o menos ahí un par de horas y media aproximadamente. La rutina se repite con precisión de relojero: me tomo siempre dos cafés que pido en la cafetería de al lado mientras me siento a revisar los libros que voy tomando de las secciones de la librería, que fundamentalmente son las de Historia de México, Ensayo literario mexicano, Filosofía y Ensayo literario universal. Creo que ya he hablado de esto en otras ocasiones.
Mi querido amigo, anfitrión y contertulio Juan Guillermo Lera me brinda siempre su discreta, generosa y equilibrad compañía, sabedor de que para le lectura se requiere siempre de un tiempo y un espacio silenciosos para que la selección y revisión de libros y páginas pueda tener lugar a fin de arribar al destilado de la compra correspondiente.
Guillermo está siempre ahí presente, acomodando libros, revisando y revisando estanterías, publicando cosas en redes sociales, dándole dinamismo a ese mini santuario de las letras a las que consagra sus horas con intensidad y pasión, intercalando de pronto algún comentario puntual sobre algo sobre lo que se le pregunta, o recomendando a algún escritor determinado (recuerdo que hace algunas semanas elogió muchísimo a Ricardo Garibay, de quien me llevé un par de cosas buenísimas), pero volviendo siempre a la discreción callada de su trabajo y permitiendo entonces, digámoslo así, que el silencio fluya.
II
En esta ocasión yo bajé del carro el libro que hemos de presentar este miércoles 19 en el Espacio Cultural San Lázaro, Filología, creación y vida: Alfonso Reyes y los estudios literarios de Sergio Ugalde Quintana y editado por El Colegio de México y la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es un libro extraordinario y de gran profundidad y erudición en la que Ugalde va mostrándote el tejido de la red filológica e hispanista que Alfonso Reyes fue creando a lo largo de su vida, fundamentalmente a partir de la publicación en 1910 de sus Cuestiones estéticas.
Apenas voy en esa parte del libro (capítulo I), pero me parece que estamos ante un gran intento de totalización y sistematización más allá de la biografía de quien acaso pueda ser tenido como el hombre de letras más grande que ha dado México en toda su historia.
Me ha llamado mucho la atención la variedad de trabajos que sobre Reyes se han generado, según las fuentes que va citando Ugalde, en el ámbito de las Universidad alemana en donde han tenido lugar muchos de sus años de formación y estudio.
III
Antes de sentarme a leer el libro, me regaló Guillermo otro pequeño y extraño, de A.N. de Walef escrito en inglés, Seven essays on literature, editado por Tauchnitz Edition en 2017, y que están en el librero donde está la caja registradora. Luego de tomarlo me dirigí a la sección de Ensayo universal, en donde tomé El arte de escribir sin arte (y otras críticas literarias de la literatura española) de Felipe Alaiz, que hasta ese momento era por completo desconocido por mí pero que tomé confiado al haber detectado de inmediato el sello que lo llevó a la estampa, que es la española Berenice en su colección Contemporáneos, con un prólogo de Javier Cercas y un epílogo de Juan Bonilla. De Berenice tengo varias cosas que me han gustado mucho, particularmente libros de Hugo Ball y otro de textos literarios de León Bloy.
Alaiz nació en 1887 y murió en 1959, es decir, que casi fue contemporáneo punto por punto de Alfonso Reyes, que murió el mismo año pero que nació dos después que él. Lo que adelanta Cercas en el prólogo es que se trata de un escritor acaso marginal y tal vez raro, anarquista de convicción que estuvo con Durruti, pero que tuvo una participación importante en la prensa literaria de su tiempo. Ojeando el índice vi textos suyos sobre Espronceda, Baroja, Azorín y Valle Inclán, además del ensayo que por metonimia da el título al libro entero, que he terminado por llevar conmigo.
También me llevé otro que tomé de las estanterías de más abajo en la misma sección, La gramática descomplicada de Álex Grijelmo (Taurus, 2006), que me pareció de gran interés y que viene a converger con el estudio de las etimologías latinas y griegas que he comenzado hace un par de semanas más o menos luego de haberme comprado la de las latinas en el pasaje de libros de viejo que está detrás del Palacio de Correos en el centro histórico. El libro de Grijelmo tiene carácter divulgativo, lo que no le resta un ápice en cuanto a rigor según pude constatar al revisarlo. Me será de utilidad para pulir tanto mi gramática como mi etimológica.
En esa misma sección de Ensayo universal me encontré otro libro más que me he traído conmigo, Sobre el nombre y el quién de los españoles de Américo Castro, editado también por Taurus, al igual que el de Grijelmo, pero en 1973, que fue el año en que exactamente en la misma colección y con el mismo diseño de portada (frente en blanco, márgenes, letras y logo en azul) editaron esa obra eterna y fundamental de la historia entera de la filosofía que son los Ensayos materialistas de Gustavo Bueno. Al ir directamente al índice del libro de Castro leí III. La Reconquista y Al-Andalus, IV. Cristianismo, Islam, poesía de Jorge Manrique, considerándolos temas de interés suficiente como para decidir llevármelo conmigo, animado además por el hecho de que Guillermo me había advertido ya que la librería “estaba de descuento”.
Sentándome casi en la entrada de la librería para revisar las posibles adquisiciones que al final lo fueron, advertí mirando a la derecha en el borde de la estantería de la puerta un libro de Ramón J. Sender titulado Examen de ingenios. Los noventayochos. Ensayos críticos, de 1961. Al abrirlo vi enlistados otra vez los nombres de Unamuno, Valle Inclán, Baroja, Azorín, Maeztu, además de Santayana, tras de lo cual opté en definitiva por llevármelo conmigo. Al pagar, Guillermo me enfatizó que el de Sender es un muy buen libro sí señor.
Además de avanzar en la lectura del libro sobre Reyes, y de revisar y ojear cada uno de los libros que me terminé llevando (el prólogo de Cercas sobre Alaiz es claro, preciso y franco), me leí la introducción al libro aquél pequeño y raro de autor por completo desconocido, A. N. de Walef, de origen croata y aristocrático, y que contiene textos sobre Jane Austen, Kleist, Dinesen y Borges, y en cuya introducción el editor desconocido comienza diciéndote que the essays gathered here were written entirely to collect Walef’s own thoughts about texts that had meant something important to him nearly all his life –certainly not as guides to understanding or interpreting them. They were never meant to be didactic. If there is any unity to be found in them, it is a unity created only by his pleasure in reading them.
Comparte: