Como la luz ligera

La alquimia entre vida y lectura

Un comentario sobre La extraña felicidad y otros textos literarios.

Tania Hernández Cervantes

La extraña felicidad y otros textos literarios, el libro más reciente de Ismael Carvallo, prueba que leer apasionadamente tiene consecuencias. La conversación en silencio con las ideas de autores, la conversación sobre libros con otras personas, son algunas de sus consecuencias. Otras veces, lo es la escritura: el lector se convierte en escritor para hablar de lo que lee, o ensayar su propia composición lírica y narrativa. Ambas consecuencias, la de la conversación y la escritura creativa ocurren a Ismael y nos da testimonio de ellas, coordinadas en dos coreografías o secciones de este volumen. La primera, llamada “La brevedad de los días”, y la segunda, “Me regalaban el quehacer de un hombre”. Así es como el autor ordena su pasión lectora. La extraña felicidad, era un libro advertido, esperado. Al menos para mí, que había leído numerosas publicaciones literarias de Ismael, en diversos sitios. Un libro que las reuniera sería el paso natural.

La brevedad de los días

La primera de esas secciones -La brevedad de los días-, nos presenta textos que hablan de libros. Nótese que no dije reseñas, y lo hago deliberadamente, pues son piezas que van más allá de lo que podría encontrarse en una reseña. Yo les llamaré conversaciones multitudinarias, donde el libro “reseñado”, no es sino la excusa para crear un punto de encuentro entre más de un autor, vivo o muerto, o entre amigos. Al leerlos sentí aparecer en una mesa con Norberto Fuentes, o Clarice Lispector, o José Revueltas, o Malraux. Y en cada una de ellas, al lado había algún filósofo, historiador; de suerte que eso que parecía una mesa literaria se convierte en una de letras de humanidad.

Esa sensación de ser una más en la conversación, fue vívida especialmente al entrar al texto donde nos habla de la biografía de André Malraux. Una vida, biografía escrita por Olivier Todd. Malraux, ¿era un escritor? Sí, pero mucho más.  Tras la lectura de la biografía, Ismael resuelve: “era un hombre de diplomacia, de lucha, y de acción dialéctica de las grandes ideas, del arte y la política como aventura, de la literatura magistral y grave, del partisano que puede ser también hombre de Estado, de la creación del personaje de sí mismo sin importar si le entendían o no”. Ahí Ismael Carvallo trae a Heráclito para describir mejor a Malraux; lo compara con genios como Carlos Marx y el filósofo Gustavo Bueno, en la necesidad de abarcar toda una época con su vida y con su obra. Y es que el tipo de libros y autores que le importan a Ismael, son aquellos que tratan de historias y personajes que buscan la grandeza y repudian la pequeñez; personajes graves, heroicos, que se baten la vida en los fangos de la historia, la guerra, la política, la revolución.

Para Ismael, es fácil suponer que un autor como Malraux, ser o no ser feliz no importaba. De hecho, al imaginarse que se le preguntara a Malraux si le importaba la felicidad, supone que su respuesta, indudablemente, sería del tipo “amigo mío, no pregunte estupideces”. Así, la biografía de Todd se vuelve el vértice para unir sus comentarios a los libros escritos por el propio Malraux que Ismael ya había leído. En la obra de Malraux encuentra fundamental la explicación de los logros o de los lamentos humanos de rango universal para darles forma artística superior por medio de una prosa subyugante: ¿qué hace la belleza en la tierra?, ¿cuál es la relación entre la dignidad humana y el desprecio?, ¿y cuál el resorte decisivo que configura la voluntad de los hombres libres?, ¿cómo rezarle a un Dios que no se puede ver ni representar? Son preguntas que se hace Ismael al conversar con Malraux.  

De esa gruesa sustancia parecen estar hechos los autores que elige Ismael leer y de quienes hablar. Así encontramos a Norberto Fuentes, y sus Dulces guerreros cubanos, a Leopoldo Marechal y su Adán Buenosayres, a Jorge Semprún, comunista del partido comunista de España, y su Segunda muerte de Ramón Mercader (Ramón Mercader fue el asesino de Trotsky);  Exupéry y su Ciudadela; a José Revueltas, comunista mexicano y su Marea de los días. Son autores que se someten a contrapelo, a la dura corteza de la vida, y con sus propias vidas. Para Ismael Carvallo lo importante en la vida es saber qué puede hacer el hombre, que sea digno de su empeño, porque lo fundamental es luchar, siempre, otra vez, por modificar el destino, a través del arte, a través de la política, a través de la historia, que, como dice Bueno, cambia escalas y personas. Y por eso te destruye.

Los autores que trae a la conversación nunca son intelectuales exquisitos. Más bien combatientes. ¿Combaten por qué, y para qué? ¿por la felicidad? No, no. Por la belleza. He ahí una clave que yo recojo para darle sentido al título, más allá de haber sido tomado de un texto de Norberto Fuentes. Pienso que el conjunto de las páginas del libro de Ismael nos acerca a la idea de felicidad como la belleza que se forja entre los avatares a ras de suelo de los hombres y mujeres de la tierra. El combate es con arma y con el alma -y también por ella-, por lo que no me sorprende que de igual manera nos hable de combatientes de la palabra, la lírica, como Alí Chumacero, Clarice Lispector, Balzac, que fecundan con su obra el campo literario.  

Ese es el tipo de combatientes que flanquea el mundo literario del que nos habla Carvallo en este libro. Con ellos podemos configurar, en términos de Alessandro Baricco, su cierta idea de mundo, por cierto, libro que también aparece como pretexto para otra conversación multitudinaria y humanística en las páginas de La extraña felicidad. A través de Baricco, Carvallo piensa sobre el ejercicio de hablar de los libros que más nos gustan, como ocurre en Una cierta idea de mundo; y la dificultad de resumir la impresión de una obra que revienta toda escala de comparación. Ismael se explica dicha dificultad con Platón, cuando Platón dice que los poetas no eran otra cosa que un grupo de inspirados incapaces de definir con precisión lo que es la poesía. Así ocurre a un lector voraz, que, dedicado a leer y hablar de libros, quizá no encuentra la precisión matemática para describir una obra que haya inmensurable en su profundidad y densidad. Piensa en otros ejercicios de selección de obras con base a diferentes estilos: piensa en quienes hablan de libros sin ser ellos mismos literatos, y en los que sí lo son. Piensa en Reyes, como ejemplo de los primeros, y en Ítalo Calvino, como del segundo. Y entonces nos habla de ambos, a propósito de Baricco. De nuevo la conversación multitudinaria y humanística. Letras de humanidad en conversación.

Pero estas conversaciones escritas en La extraña felicidad, no ocurren en salones magnos de una torre de rectoría de alguna universidad pontificia. No. Uno entra a las conversaciones por la puerta de una librería de viejo, un café, una sala de hospital, una cantina de la ciudad de México, Madrid, León Guanajuato, Villahermosa, Tabasco; en medio de un recuerdo de alguna conversación con un amigo del autor que le “exige” leer tal o cual libro porque, le dice, “no puedes seguir viviendo así”. Esos pasajes cotidianos con que Ismael lubrica su prosa, me recuerdan al Arte de la Fuga, de Sergio Pitol, uno de los mejores libros donde me he encontrado en calles de Polonia, Venecia, Veracruz, Ciudad de México, y en conversaciones con otros personajes, sobre cultura, arte y literatura. Por eso insisto, esta parte del libro de Carvallo, dedicado a hablar de libros, es mucho más que reseñas.

Me regalaban el quehacer de un hombre

¿Y qué hay de la segunda consecuencia de la pasión lectora de Ismael, en este libro? Me refiero a la que deriva en la escritura misma, a la de la transformación que hace la lectura en uno y lo convierte en algo más que lector. Esta segunda sección me hizo recordar la idea que Flaubert tenía de la lectura, y de la cual sabemos a través de las cartas escritas a su lectora, la Sra. Marie-Sophie Leroyer de Chantepie. A su lectora, Flaubert le decía que leyera … “porque eran los libros, los que respondían a la pregunta ¿cómo debo vivir?”.  Flaubert llevó la relación vida y lectura hasta sus últimas consecuencias en su personaje Emma, de Madame Bovary, quien era una mujer lectora, y cuya manera de vivir era a través de los libros que leía, hecho que la salvó del encierro provinciano y matrimonial, pero que también la llevó a la tragedia. 

A Ismael, la lectura le regala un quehacer que le transforma. De ahí tan atinado el nombre que le da a la sección –Me regalaban el quehacer de un hombre– donde nos presenta textos en los que ejecuta su propia lírica. Ahí encontré el placer del lector que juega a escribir sin hablar de la obra de nadie más, y en cambio permitirse a sí mismo, elaborar su propio imaginario. Con toda conciencia dije “juega”, porque ¿acaso la creación no tiene en su núcleo el juego? El juego no es ningún disparate desordenado. Todo buen juego, tiene reglas, se aprenden, también se rompen y un nuevo juego se inventa, ¿no es eso parte del quehacer de un artista?

En los breves textos que aparecen en esta sección, el juego consiste en tomar prestada la frase de un libro, y desde ahí comenzar a imaginar qué pasa al continuarla, ya con palabras propias. Algunos textos resultan hermosos, como el de “Azules como acero”, que comienza con esa frase de Herman Broch. El listado de los títulos de los textos literarios, vistos en conjunto, me parecen una composición poética. Dirán ustedes, cómo no iba serlo, si se trata de fragmentos de grandes obras. No es tan sencillo, porque el trabajo era seleccionar la frase lírica luminosa que surte más palabras en la imaginación del lector.   

Quise entrar al juego de jalar el hilo a partir de lo que estaba leyendo. Así que aislé el índice de la sección “Me regalaban el quehacer de un hombre”, y me inventé un poema a base de los títulos. Lo que va quedando, no se los diré, porque podría ser el principio de lo que este libro transforma en mí, su lectora.

Vaya alquimia entre la vida y la lectura. Sin duda, una manera de ser extrañamente feliz.

Ficha bibliográfica: Carvallo, I. (2024). La extraña felicidad y otros textos literarios. Ciudad de México: Ediciones del Lirio.

[Imagen de portada tomada de The Alasdair Gray Archive]