GAP Andrés Molina Enríquez Libros

Coloquios sobre El último caudillo. Puebla

El viernes pasado, 16 de febrero, tuvo lugar la primera presentación de mi libro El último caudillo en la librería BUAP del Complejo Cultural Universitario en Angelópolis, en la ciudad de Puebla. A instancias de mi querido amigo David Villanueva y las amables gestiones de Jorge David Cortés fue que pudimos convocar a un público que, al punto de las 5 de la tarde más o menos, se reunió en una de las áreas de la amplia librería universitaria para que Miguel Maldonado tuviera la cortesía de presentar la mesa de comentaristas conformada por Tania Hernández, de Cámara de Diputados, y Luis Veytia, de la Ibero Puebla.

Este es el segundo libro recopilatorio que me publica el Consejo Editorial de la Cámara de Diputados, y, tal como está dicho en el texto introductorio, en estos dos libros es posible advertir de alguna manera la conjugación de la razón histórica (Primero como tragedia. Ensayos sobre historia) y la razón política (El último caudillo. Textos políticos) a partir de cuya convergencia se define una perspectiva filosófica como escala de aproximación a la experiencia según es troquelada política y generacionalmente.

Éste fue más o menos el sentido de los comentarios que comenzó a hacer Veytia, al afirmar que, a su juicio, además de intempestivo y políticamente incorrecto, y de recordarle a Gramsci, se trata de un libro muy contemporáneo en el sentido de Agamben, para quien “contemporaneidad” no es lo mismo que “actualidad” y se define en función de la presencia de una distancia crítica respecto del presente analizado: tal vendría a ser, iba yo apuntando en mis notas, la distancia desde la que se ejercita la crítica filosófica como saber de segundo grado en el sentido, ahora, de Gustavo Bueno, y que interpreto yo como la forma del entendimiento (Bueno habla, en Ensayos materialistas y siguiendo a Platón, de las formas que la conciencia adquiere en la ciudad) desde la que mapeas estratégicamente las configuraciones prácticas de la realidad, desplegada a una escala de primer grado, para terminar por ofrecerte un punto de vista desde el que le confieres unidad operatoria y actual (actualista) a la pluralidad de partes del mundo entre medio de cuyo despliegue tiene lugar la vida cotidiana.  

Esa es la distancia desde la que, detectando las ideas disueltas en infinidad de coyunturas, me fue posible sobrevolar –por decirlo de algún modo– el presente puntual sobre el que escribía (los primeros textos son más o menos de 2010 o 2012) para encontrarle entonces una geometría ideológica a partir de la cual le fuera posible al lector de hoy atribuirle al libro una vigencia teórica, política y filosófica.

Tania Hernández, por su parte, juzgó a El último caudillo como un libro al mismo tiempo político y académico por cuanto al rigor teórico, digamos, que le encontró a los textos, e identificó ejercido un esquema de trabajo que explicó mediante la figura de un triángulo intelectual conformado por la historia, la política y la filosofía como caras de una óptica integradora desde la que se van abordando los temas acomodados en sus cuatro secciones: Coordenadas, Perfiles, ideas y trayectorias, La escena contemporánea y Sobre la Cuarta Transformación, que yo a mi vez reagrupé, al compás del coloquio, en tres grandes bloques fundamentales: formación (Coordenadas y Perfiles, ideas y trayectorias), análisis (La escena contemporánea) y militancia (Sobre la Cuarta Transformación).    

Para detonar el diálogo, Tania enumeró varias preguntas de gran actualidad: ¿la 4T es o no, verdaderamente, una transformación?; ¿el líder que la encabeza, AMLO, es único?; ¿se logrará instaurar un orden que dure?; AMLO pone fin a una época, ¿pero continúa la 4T?; ¿cuál es la diferencia entre un hombre de nación y un hombre de Estado?; ¿qué es un caudillo?.

Es obvio que no sería tan fácil responderlas todas esa tarde, lo importante es el proceso activado, eso sí, para llegar a ellas a partir de la lectura de El último caudillo.