Club Nikolái Libros

Dos almendras transparentes

He leído literalmente de una sentada este domingo Correo de otro mundo (y algunas lecturas más) de David Huerta, publicado en 2019 en una bellísima edición de Grano de Sal en formato muy compacto sin ser miniatura, desde luego; una suerte de libro de bolsillo que digamos que tiene el tamaño de una mano y con un trabajo de maquetación y diseño editorial muy hermoso que permite andar con el libro a donde sea, y que literalmente puedes guardarlo en el bolsillo del pantalón con una ligereza amable y funcional. Es una colección ésta verdaderamente bella y sutil.

El libro recoge los artículos –todos ellos también compactos, breves, ágiles y profundos al mismo tiempo, llenos de referencias de alta implicación poética y literaria, perfectos– que fueron a su vez publicados por Huerta en el suplemento de libros Hoja por Hoja de 2001 a 2008 en la columna permanente Correo del Otro Mundo, nombre escogido en recordación del libro homónimo de Diego Torres de Villarroel (1693-1770) a quien está dedicado el primer artículo bajo el inequívoco título de ‘El último pícaro’, y en donde nos dice Huerta que el propósito por él perseguido al componer su Vida (1743) ‘no consistía en honrar la verdad íntima con la ilustración de una deriva mundana, sino en redondear por escrito, con total desenfado, su existencia apicarada. Torres Villarroel no quiso monumentalizarse sino perfeccionar un mito: el suyo. Desterrado en Portugal, apunta Julio Torri en su breviario La literatura española (FCE), don Diego –llamado Gran Piscátor de Salamanca–, autor de almanaques y pronósticos en verso, maestro en Salamanca y el más grande e incondicional admirador que jamás tuvo Francisco de Quevedo, fue “sucesivamente criado de ermitaño, curandero-bailarín en Coimbra y soldado en Oporto”’.

Las referencias aquí aludidas por Huerta para caracterizar a Torres de Villarroel me hicieron recordar de inmediato al magistral Tristam Shandy de Sterne, que para mí compite en cuanto categoría canónica con el Quijote de Cervantes para los efectos de sentar los pilares inamovibles de lo que constituye a mi juico la obra literaria en tanto que forma sintáctica auto-sostenida por una inmanencia o sustantividad poética que engancha al lector por medio de la belleza generada por la pura orquestación verbal al margen, en realidad y hasta cierto punto, del contenido (o deslindándose de él, diría tal vez Alfonso Reyes en función de su fundamental y ambicioso El Deslinde), que puede ser tan variado como múltiple y diverso es el mundo, o también el otro mundo.

La temática abordada por tanto por Huerta en estos artículos es de una diversidad universal, como por ejemplo Faulkner y Rulfo, los lentes (“dos almendras transparentes”), lo cubano en la poesía según Vitier o también Lezama, Sor Juana, el cómic, Stephen Jay Gould y la ascendencia que sobre él ejerce Montaigne, Orfila y el proyecto de canonización poética nacional, Agustín García Calvo (al que tuve oportunidad de escuchar en vivo en su inconfundible tertulia política en el Ateneo de Madrid, allá por los primeros años del siglo) o la afirmación categórica de José Revueltas –que no recuerdo yo en qué libro suyo está, y me lo he leído todo– en la que dijo que “los novelistas rusos del XIX afirmaban que todos ellos descendían de El capote, el relato de Gogol. En el mismo sentido puede decirse que toda la prosa narrativa mexicana moderna desciende de la obra de Martín Luis Guzmán, sin exageración alguna”, entre muchas otras cosas más (el libro consta de 43 textos).  

Debo confesar que de David Huerta sólo comencé a leer hace exactamente diez años Incurable, y me resultó una obra de gran poderío y madurez poéticos que por razones de desbordamiento de libros –que ya entonces y desde hacía muchos años ya se me iban y se me han ido acumulado de una forma por demás incontrolable y desbordante– no he podido terminar aún.

Pero de un tirón literalmente terminé Correo del otro mundo (y algunas lecturas más), ya digo, y me ha parecido un libro bello, profundo, sutil y perfecto.

Correo del otro mundo (y algunas lecturas más), David Huerta, Grano de Sal, México, 2019, 134 pp.