Sabemos todos que está en marcha una controversia en el interior de MORENA alrededor de la contienda abierta para definir al candidato a competir por la Jefatura de Gobierno de la ciudad de México en 2024, siendo los punteros en todos los sondeos la ex alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, y el ex secretario de seguridad pública de la ciudad de México, Omar García Harfuch, que es referido despectivamente por algunos medios y periodistas como “el policía”.

Yo en realidad no tengo una preferencia predeterminada en cuanto a precandidatos, y no tengo contacto alguno con ninguno de los dos ni los conozco personalmente. Lo que me interesa en todo caso es que se mantenga la línea general del bloque histórico de MORENA en el gobierno de la capital del país dado el carácter simbólico y la naturaleza tan emblemática que tiene la ciudad de México en tanto que epicentro estratégico de gestación y coordinación histórica de la 4T.

O para decirlo de otra manera: primero es el proyecto, y luego el candidato, para los efectos de lo cual está por cierto el partido, precisamente.

Debo decir también que no tengo mayor información respecto de Brugada y García Harfuch más allá de la que se ventila en los medios de comunicación, las mesas de análisis y las investigaciones periodísticas especializadas, razón por la cual no puedo decir en realidad que tenga constancia de las trayectorias, credenciales y expedientes de uno y otro.

Sé desde luego de la polémica que gravita alrededor de García Harfuch en cuanto a su desempeño laboral antes del gobierno de Claudia Sheinbaum en el ámbito federal de la seguridad pública, pero ya digo que no tengo más datos de los que son del dominio público. Sé también, de manera general, del largo y admirable expediente de Brugada en el terreno de los movimientos sociales, la militancia popular y de izquierda política de la ciudad de México. Pero nada más.

Dicho lo anterior, quiero dejar constancia de mi repudio ante la manera tan torpe, pueril y progre con la que se está utilizando la etiqueta de “el policía” contra García Harfuch como marbete denigratorio de un funcionario público dedicado a tema tan delicado como el de la seguridad pública, ya sea local o nacional.

Además de que al usarla de esa manera se está haciendo extensivo un desprecio social y de clase bastante estúpido contra el pueblo, base social de la que por lo general provienen las fuerzas policiales de cualquier lugar en México y además, valga comentarlo, de que se le ha dado ya una bandera a mi juicio bastante legítima de campaña a García Harfuch, es síntoma de una falla estructural en términos de conocimientos básicos de teoría del Estado, pues lo que se suele hacer es vincular a cualquier tipo de fuerza armada con la derecha (algo habitual en la cultura juvenil y burguesa de la progresía hippie del 68 y sus expresiones contemporáneas de izquierda liberal-progresista), razón por la cual estaría MORENA entrando en contradicción flagrante con su esencia misma postulando a “ese policía” como candidato de la izquierda.

Error garrafal. Las fuerzas armadas no son de izquierda ni de derecha. Las fuerzas armadas –ya sea el ejército, ya sean las policías locales, ya sea la Guarda Nacional– son uno de los elementos medulares de todo Estado, y espina dorsal de la infraestructura bélica a través de la cual se ejerce el uso legítimo de la violencia como componente constitutivo de su actuar histórico y geopolítico.

En el origen antropológico del Estado –lo sabía Engels, lo sabía Morgan, lo sabía Lenin– está la violencia originaria de un grupo social frente a otro, razón por la cual el motor de la historia está vinculado trágicamente con la guerra.

Estar en contra de la policía, el ejército o la Guardia Nacional, en principio y en abstracto, es no saber lo que es la política y el Estado, y atentar, en el límite, contra la capacidad de este último para crear un orden interno como base de su soberanía. Atención con esto.