GAP Andrés Molina Enríquez

El bufón de la escena

Recordemos ese texto tan extraordinario de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en el que Carlos Marx hace uso de toda su potencia irónica y analítica para decirnos que el propósito que perseguía era el de analizar a profundidad el conjunto de variables y circunstancias históricas y sociales que hicieron posible que un bufón, Luis Bonaparte, ocupara el centro de la escena de la política francesa.

Un esquema como éste es lo único que es dable utilizar con relación a Xóchitl Gálvez, siendo el caso de que pareciera incluso que ella misma disfruta jugar ese papel de bufona verdaderamente lamentable y denigrante para sí misma en primer lugar –el antecedente por línea directa de este perfil tan vergonzoso es el de Vicente Fox–, además de que, en segundo, lo sea también y sobre todo desde el punto de vista de la clase política de México de la que ella es representante, además de denigrar a la oposición de la que forma parte y que, carente de proyecto nacional que no sea el del descoordinado apelmazamiento de negocios de todo tipo, y carente también, por tanto, de concepto de Estado alguno, no tiene de otra más que recurrir a ella como su única opción electoral tal como parece ser el caso hasta el momento.  

¿Acaso no es lamentable y denigrante, además de repugnante ciertamente, ver la tribuna del Senado de la República ocupada por una señora disfrazada con una botarga en el ejercicio más integral de cretinismo político?

Y pensar que tuvieron que pasar tres guerras civiles para que México llegara a ser una república con instituciones de representación y autoridad propia, para que ahora tengamos que soportar el espectáculo donde se nos ofrece semejante derroche de imbecilidad tercermundista y cerril, y supuestamente cómica.

¿Qué es lo que ocurrió para que pasáramos de aquél acontecimiento dramático en el que “cuatrocientas pistolas salieron entonces de sus fundas; cuatrocientas pistolas brillaron por sobre las cabezas y señalaron, como dedos de luz, el pecho de Díaz Soto, que se erguía más y más por encima del vocerío ensordecedor y confuso” cuando, poniendo la vida misma de por medio, estrujaba la bandera en la convención de Aguascalientes durante la Revolución mexicana según quedó consignado por Martín Luis Guzmán en El águila y la serpiente; qué es lo que ha tenido que ocurrir con la sociedad mexicana para pasar de esa epicidad a los papelones de esta insolente majadera que no hace más que producir pena y vergüenza ajenas? 

Y es que lo que tal vez sea peor todavía tanto para esta señora como para la oposición a la que no le queda de otra más que apoyarla, es el hecho de que pareciera no haberse dado cuenta de que es el propio presidente López Obrador, en el ejercicio de una sagacidad y una astucia políticas verdaderamente insólitas, el que la ha elegido a ella como la candidata del bloque opositor haciéndole creer que, inflándose mediáticamente, es posible ponerle freno a un movimiento que es expresión de una corriente histórica imparable, y que dado su arraigo estructural a nivel de piso y de alcance nacional ha cobrado una densidad orgánica verdaderamente descomunal que ha hecho posible pasar de unas cuantas gubernaturas hace apenas unos años a gobernar prácticamente la totalidad del país excepción hecha de algunos reductos que quedan todavía en manos de la reacción y las oligarquías políticas locales.

Carente de ideas políticas propiamente dichas, con una mentalidad limitada, cursilona y motivacional, Xóchitl Gálvez es reflejo de la disminución intelectual y política tanto de la oposición de nuestro tiempo como en general, nos guste o no, de la clase política mexicana en su conjunto, ante lo cual aquí lo que aplica es recordar aquello que decía Vasconcelos, en aras de recuperar un poco la dignidad de la república, cuando afirmaba que “muy caro paga un pueblo el no saberse dar a respetar”.

¿Quién que se respete puede soportar a una botarga en la tribuna del Senado de la República? ¿Quién que se respete soportará que un bufón o bufona ocupe el centro de la escena política nacional?