GAP Andrés Molina Enríquez

Jornadas Villistas 2023

La próxima semana damos inicio formalmente a las Jornadas Villistas 2023, organizadas en la Cámara de Diputados desde el Espacio Cultural San Lázaro. Si digo formalmente es porque, materialmente, el programa ya ha iniciado el 6 de julio pasado con el ciclo de Conferencias de la Academia Mexicana de la Historia que se articula desde nuestro Seminario de Historia, Política y Parlamentarismo.

El objetivo de las Jornadas es el de sumarnos a las conmemoraciones nacionales con motivo del centenario de su muerte (acontecida el 20 de julio de 1923, como se sabe), para los efectos de lo cual el gobierno federal declaró el año 2023 como “Año de Francisco Villa, el revolucionario del pueblo”.

El programa constará del ciclo de conferencias de la Academia, un ciclo de cine y un curso sobre el análisis de la imagen de Pancho Villa en el cine, una exposición especial y varios conversatorios, entre los cuales destaca el que realizaremos sobre la figura de Villa en la novela de la Revolución mexicana en donde hablaremos sobre Mauricio Magdaleno, Martín Luis Guzmán, Nelly Campobello y José Vasconcelos.

De las figuras de la Revolución mexicana, Francisco Villa compite con Emiliano Zapata por el título de ser aquella de la que, de las mexicanas, más se habla en el mundo, o la que es más rápidamente asociada con México como símbolo o emblema.

A estos efectos, vale la pena tomar nota del hecho de que la consagración del gobierno federal a Emiliano Zapata, en 2019, se hizo desde el criterio de recordarle a la nación que se trata del “Caudillo del Sur”, mientras que para el caso de Villa, lo que se ha querido consignar es que se trata ni más ni menos que del “revolucionario del pueblo”, lo que supone una conexión y un arrastre mucho más profundo y universal si cabe (no se habla sólo del Sur, sino del pueblo en su totalidad) en cuanto a las relaciones entre un pueblo o nación y los mecanismos de identificación con una figura fundamental.

En su Breve historia del Villismo, Pedro Salmerón afirma que ‘si el Zapatismo fue el movimiento campesino más radical de la Revolución mexicana, el movimiento vinculado al nombre del general Francisco Villa simboliza la potencia del pueblo en armas y la posibilidad real de transformar al país mediante la victoria político-militar’.

Es una afirmación contundente la de Salmerón, sobre todo porque toca el corazón del problema de la política desde el que se conceptúa como pura acción militar al modo del Ché Guevara, Carl Schmitt, Engels o Mao Tse Tung. Y es precisamente la de Villa, junto con la de muchos otros, desde luego, la que nos recuerda que todo gran proceso de transformación política de un Estado, así como en realidad también la mecánica de funcionamiento de todo Estado en general, implica la violencia armada como uno de sus elementos fundamentales y constitutivos.

Es importante entonces subrayar el hecho de que la de Francisco Villa –o para los efectos la de Felipe Ángeles, el propio Álvaro Obregón o, no se diga, Joaquín Amaro– es una figura en la que se simboliza el coraje civil con el coraje militar como variables fundamentales del patriota en tanto que expresión histórica del pueblo en armas en defensa instituyente de una nueva forma de la soberanía fruto de la Revolución como partera de la nación política, figura clave de la Edad Contemporánea entendida como la Era de las Revoluciones. Así tal cual, con mayúsculas.

Francisco Villa no fue entonces ni una leyenda (Martín Luis Guzmán solía decir, abusando de la retórica, que si Zapata fue una leyenda, Villa fue más que una leyenda) ni un personaje complementario dentro del teatro donde tuvo lugar el drama de nuestra Revolución: Francisco Villa es la encarnación de lo que supone hacer política en nuestro tiempo, en el sentido de que todo mexicano, tal como nuestro himno mismo nos lo indica, debe de estar atento siempre y en todo momento “al grito de guerra”.