Creo que esto es lo que, por lo menos simbólicamente, ha quedado anulado luego del triunfo de Delfina como gobernadora del Estado de México. Si digo simbólico es porque sé que seguirán existiendo, desde luego, los políticos profesionales al modo priísta que tanto repudio terminaron por generar en la sociedad mexicana.
Ya sé que se tiene bastante dicho aquello de que con la derrota del PRI y sus aliados en el Edomex se le da un golpe al corazón del sistema de poder político articulado a partir de una micro-fenomenología de los compromisos, los chantajes y las extorsiones gravitando alrededor de la política y la administración pública como modelo de negocio de tipo mafioso que Carlos Hank González encarnó de manera repugnantemente eficaz y eficiente, y que terminaría siendo el arquetipo del político profesional priísta que han llevado a su más cínica y burguesa expresión los Arturo Montiel o los Peña Nieto y toda la repulsiva y abyecta corte de saqueadores de la riqueza nacional que los rodean, y que aliados con abogados, fiscalistas, financieros y factureros de todo tipo han engordado sus cuentas en Suiza, Andorra y Miami para luego irse a instalar a los barrios de lujo de Madrid generando, según pude leer por ahí, un micro-boom inmobiliario dado el alto valor de las propiedades que en conjunto están adquiriendo o construyendo estos detestables delincuentes de cuello blanco a costa de la hacienda pública de México.
Ya es bastante lo que se tiene dicho al respecto, en efecto, pero no está de más recordarlo: algunos conocidos que estuvieron cercanos al entorno de las últimas administraciones del PRI y el PAN han llegado a decirme por cierto que ya no se trataba tanto de ver qué proveedurías se podían inventar para sacar el contratito, cosa que se consideraba ya una menudencia miserable, sino de manejarse ya a la escala de porcentajes enteros del Producto Interno Bruto del país para repartírselo entre ellos.
Es una dinámica perversa y repugnante que Carlos Fuentes retratara con gran maestría en La región más transparente, en la que una burguesía surgida de la revolución mexicana comenzó a apropiarse de la riqueza nacional transformada en riqueza privada mediante esquemas de contratos y de dependencia absoluta del Estado como fuente de suministro de todo tipo de prebendas, y que terminó configurando una asimetría social que se tradujo políticamente en el mecanismo mediante el que una oligarquía putrefacta y estúpida y vulgar pero millonaria mantenía en la miseria a poblaciones enteras de las periferias urbanas, de los pueblos y los barrios, y que sólo utilizaban o comprándoles el voto o contratándolos como mercenarios en los procesos electorales, sin dignidad, sumidos en la necesidad más abyecta, defendiendo en las casillas como representantes o movilizando gente a favor de partidos como el PRI o el PAN que socialmente los desprecian y los consideran solamente como ganado o como empleados domésticos, pero que obligaban a “defender” a la patética “Alianza Va por México” –cuya cúpula vive en las colonias de lujo de Interlomas o de Tecamachalco o Huixquilucan, o en Madrid– por yo no sé si unos cuatrocientos pesos en promedio con los que pudieron comer algo ese día ellos y sus familias.
Esto es lo que yo mismo vi el día de la elección en una casilla marginal de Naucalpan, y no saben el gusto que me dio ver cómo las boletas de Delfina iban superando gradualmente a las de esa cuerda de miserables en el conteo final, confirmando después que lo que ahí ocurrió se replicó prácticamente, por fin, a nivel de todo el Estado de México en su conjunto.
Yo sé que no desaparecerá el nefasto modelo del político profesional priísta en el poder del Estado de México, pero por lo menos debemos de procurar que sea mucho el tiempo para que vuelvan a maltratar y denigrar de esa manera a los mexiquenses. La llegada de Delfina Gómez al gobierno tan sólo es el comienzo. Enhorabuena. Enhorabuena de verdad.
Creo que esto es lo que, por lo menos simbólicamente, ha quedado anulado luego del triunfo de Delfina como gobernadora del Estado de México. Si digo simbólico es porque sé que seguirán existiendo, desde luego, los políticos profesionales al modo priísta que tanto repudio terminaron por generar en la sociedad mexicana.
Ya sé que se tiene bastante dicho aquello de que con la derrota del PRI y sus aliados en el Edomex se le da un golpe al corazón del sistema de poder político articulado a partir de una micro-fenomenología de los compromisos, los chantajes y las extorsiones gravitando alrededor de la política y la administración pública como modelo de negocio de tipo mafioso que Carlos Hank González encarnó de manera repugnantemente eficaz y eficiente, y que terminaría siendo el arquetipo del político profesional priísta que han llevado a su más cínica y burguesa expresión los Arturo Montiel o los Peña Nieto y toda la repulsiva y abyecta corte de saqueadores de la riqueza nacional que los rodean, y que aliados con abogados, fiscalistas, financieros y factureros de todo tipo han engordado sus cuentas en Suiza, Andorra y Miami para luego irse a instalar a los barrios de lujo de Madrid generando, según pude leer por ahí, un micro-boom inmobiliario dado el alto valor de las propiedades que en conjunto están adquiriendo o construyendo estos detestables delincuentes de cuello blanco a costa de la hacienda pública de México.
Ya es bastante lo que se tiene dicho al respecto, en efecto, pero no está de más recordarlo: algunos conocidos que estuvieron cercanos al entorno de las últimas administraciones del PRI y el PAN han llegado a decirme por cierto que ya no se trataba tanto de ver qué proveedurías se podían inventar para sacar el contratito, cosa que se consideraba ya una menudencia miserable, sino de manejarse ya a la escala de porcentajes enteros del Producto Interno Bruto del país para repartírselo entre ellos.
Es una dinámica perversa y repugnante que Carlos Fuentes retratara con gran maestría en La región más transparente, en la que una burguesía surgida de la revolución mexicana comenzó a apropiarse de la riqueza nacional transformada en riqueza privada mediante esquemas de contratos y de dependencia absoluta del Estado como fuente de suministro de todo tipo de prebendas, y que terminó configurando una asimetría social que se tradujo políticamente en el mecanismo mediante el que una oligarquía putrefacta y estúpida y vulgar pero millonaria mantenía en la miseria a poblaciones enteras de las periferias urbanas, de los pueblos y los barrios, y que sólo utilizaban o comprándoles el voto o contratándolos como mercenarios en los procesos electorales, sin dignidad, sumidos en la necesidad más abyecta, defendiendo en las casillas como representantes o movilizando gente a favor de partidos como el PRI o el PAN que socialmente los desprecian y los consideran solamente como ganado o como empleados domésticos, pero que obligaban a “defender” a la patética “Alianza Va por México” –cuya cúpula vive en las colonias de lujo de Interlomas o de Tecamachalco o Huixquilucan, o en Madrid– por yo no sé si unos cuatrocientos pesos en promedio con los que pudieron comer algo ese día ellos y sus familias.
Esto es lo que yo mismo vi el día de la elección en una casilla marginal de Naucalpan, y no saben el gusto que me dio ver cómo las boletas de Delfina iban superando gradualmente a las de esa cuerda de miserables en el conteo final, confirmando después que lo que ahí ocurrió se replicó prácticamente, por fin, a nivel de todo el Estado de México en su conjunto.
Yo sé que no desaparecerá el nefasto modelo del político profesional priísta en el poder del Estado de México, pero por lo menos debemos de procurar que sea mucho el tiempo para que vuelvan a maltratar y denigrar de esa manera a los mexiquenses. La llegada de Delfina Gómez al gobierno tan sólo es el comienzo. Enhorabuena. Enhorabuena de verdad.
Comparte: