Fragmentos a su imán

Llamadme Ismael

Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía, y siempre que me es dado divisar el horizonte cuando se traza distendido e interminable a todo lo largo del paisaje puesto frente a mí, cuando estoy en el mar, es entonces que me pongo a cavilar sobre la idea de irme a navegar un poco por ahí.

Echar la melancolía. Eso sí que es tarea difícil. O por lo menos lo es si donde lo intento hacer es en el mar, porque vaya que es melancólico el mar ¿no lo crees así? Melancólico y triste al mismo tiempo pienso yo. Es esa sensación de infinitud tal vez aquello que me sumerge en una suerte de abismo ondulatorio, en el que se arremolinan las evocaciones en espirales que me llevan de arriba a abajo, y que me mantienen en un estado de expectación perpetua, produciéndome además ese vacío en el estómago tan característico del nerviosismo, o yo no sé si de la angustia, que te lleva a la certeza inquietante de que algo, bueno o malo, pero algo al fin, está por ocurrir, pero que nunca ocurre ¿ya me entiendes? ¿Cómo no va a ser la pura melancolía lo que todo esto te produce? ¿Verdad que sí? ¿Verdad que sí es así?

La melancolía, sí, la melancolía del mar.

Llámame Ismael, por favor llámame Ismael. Hace unos años, no importa cuánto hace exactamente…

Melville/ICR | Octubre 25, 2021

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